“¿Cuál es la institución o mecanismo que permitiría realizar todos los cambios profundos que a su vez hagan posible el despegue del Perú? Sin lugar a dudas ni el Parlamento, ni el Poder Judicial son hoy por hoy agentes de cambio, sino más bien freno a la transformación y el progreso”..( Alberto Fujimori, con el mismo discurso de Fernando Lugo, el 5 de abril de 1992)
El “cambio” como excusa para cometer arbitrariedades y cercenar atribuciones de las instituciones democráticas no es un invento del gobierno arzobispal del Paraguay, encabezado por el cura con hijos, Fernando Lugo.
A fines de 1991, la oposición peruana en el Congreso de la República revisaba exhaustivamente el paquete de decretos legislativos expedidos por el Ejecutivo –encabezado por Alberto Fujimori- durante los tres períodos sucesivos de delegación de facultades legislativas dadas por el Legislativo y, además, se encontraba molesta porque el presidente había observado más de diez autógrafas de ley dadas por el Legislativo.
Ante la negativa del Congreso para concederle amplios poderes para legislar sin fiscalización en temas económicos y de política antisubversiva; y alegando una falta de cooperación tanto del APRA como del FREDEMO, Fujimori, haciendo uso de los poderes fácticos y la violencia decidió, el 5 de abril de 1992, disolver el Congreso de la República y suspender las actividades del Poder Judicial.
La coartada fue idéntica a la que hoy utiliza Fernando Lugo, maniobrando desde las sombras y escondiendo la mano tras arrojar la piedra:
“Cuál es la institución o mecanismo que permitiría realizar todos los cambios profundos que a su vez hagan posible el despegue del Perú? Sin lugar a dudas ni el Parlamento, ni el Poder Judicial son hoy por hoy agentes de cambio, sino más bien freno a la transformación y el progreso”.( Alberto Fujimori, con el mismo discurso de Fernando Lugo, el 5 de abril de 1992)
Este acto, denominado popularmente como autogolpe, fue apoyado por las fuerzas armadas y causó la llamada crisis constitucional de 1992. en el Perú.
El 13 de noviembre de 1992, el general de división EP Jaime Salinas Sedó lideró, junto con un grupo de militares del Ejército del Perú, un intento por reestablecer el orden democrático, quebrado después del autogolpe. Cuando los militares se alzaron contra Fujimori, éste buscó rápidamente refugio en la embajada del Japón y denunció la medida como un intento de asesinarlo. La acción fue controlada y sus líderes encarcelados.
Fujimori inició entonces un gobierno de emergencia al que se bautizó como Gobierno de Emergencia y Reconstrucción Nacional, que fue tildado como autoritario y dictatorial, en el cual se cometieron abusos por los cuales hoy se encuentra en prisión.
FUJIMORAZO A LA PARAGUAYA
La tentación de los negociados con tierras sin control parlamentario, la contratación de amantes y adulones sin control en los puestos públicos del gobierno, las fiestas regadas con caviar y champagne a costillas del erario público, al parecer han sobrevolado las convicciones democráticas e institucionalistas de quienes rodean al clérigo-presidente Fernando Lugo, quien acaba de consumar su fujimorazo personal.
Lo realiza como alternativa desesperada ante la campaña mediática que buscaba proyectar sus propias intenciones de disolver las instituciones parlamentarias, con el típico victimismo hipócrita de la izquierda chanta, acusando a la oposición de sostener un discurso golpista.
La coartada del cura con hijos es la misma que expresara Fujimori en abril de 1992, que los demás poderes del estado se oponen al “cambio”, como llama a sus intenciones de imponer el modelo político que a él se le antoja.
El escritor y poeta italiano Arturo Graf afirmó que quien en un arte ha llegado a maestro puede prescindir de las reglas, y al parecer esa es la màxima que rige la conducta de un obispo devenido en político y presidente.
El obispo con hijos Fernando Lugo no sólo ha sobresalido por sus bochornos mediáticos internacionales, también se destaca por estar hundiendo al Paraguay en la anomia y el pesimismo.
La estrategia de arrojar la piedra y esconder la mano, con las malas artes y el juego sucio del cura político que afirmó sin rubor que no conviene ser esclavo de la ley, han quedado al descubierto con el insólito fallo judicial de nochevieja, inducido por el poder ejecutivo, devaluando la atribución parlamentaria del Juicio Político.
La sospechosa sentencia dictada por los camaristas del Tribunal de Cuentas que integraron la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, ordenó la reincorporación a esa máxima instancia judicial de dos ministros destituidos hace seis años, favoreciendo al presidente Fernando Lugo y devaluando las atribuciones del Parlamento de enjuiciar políticamente a los magistrados.
Poco después del anuncio de la reposición de Bonifacio Ríos Avalos y Carlos Fernández Gadea, que de ellos se trata, la prensa sorprendió a uno de los hombres de mayor confianza del cura Lugo, el gobernador de San Pedro José Ledesma, en una sugesitva reuniòn con varios de los ministros de la corte repuestos. Para ahondar las sospechas, Ledesma intentò huir sin ser visto por los periodistas, aunque sin éxito, abordando un automóvil que no era el suyo.
Las suspicacias fueron inevitables. "El responsable del fallo es Lugo. Está esgrimiendo una estrategia de modo que cuando a él se lo enjuicie tenga las mismas herramientas", señaló Jaeggli, uno de los principales impulsores del juicio político para destituir al clérigo-presidente. Y en lo que resultó profetico, agregó: "Van a ver que con el correr de las horas cómo el Ejecutivo no dice nada”. Efectivamente, el gobierno eludió pronunciarse al respecto, a diferencia del discurso de otrora en que su discurso enfrentaba enérgicamente al Poder Judicial.
Se afirmò también desde varios sectores que el fallo que reincorpora a Bonifacio Ríos Avalos y Carlos Fernández Gadea a la Corte es una estrategia con la que se "derriba y aniquila el sistema de la República", y se impide enjuiciar políticamente a Lugo.
De todas maneras, el desenlace del enredo es imprevisible y podría suponer una fuerte reacción contra el mismo Lugo, considerando el fuerte pronunciamiento en contra del fallo que en forma unánime realizaron los partidos políticos, aún los que respaldan al obispo. De hecho, podría cumplirse el aforismo de John Steinbeck, quien afirmaba que el hombre es el único zorro que instala una trampa, le pone una carnada y luego mete la pata.
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