Don Francisco era el nombre de mi profesor de latín, y así lo llamábamos, con todo el empaque y la importancia que tenía por aquel entonces el tratamiento de don. Era el padre de un compañero mío y él, claro está, no lo llamaba así –papá–, al igual que su esposa –Paco–, sus compañeros de profesión –Francisco–, o sus familiares y amigos más directos –Francis, Fran o Curro–, dependiendo del momento y el lugar de sus vidas donde se hubieran conocido. Cuando don Francisco se jubiló, se le preparó una fiesta sorpresa a la que acudieron muchísimas personas de todos los ámbitos de su vida. En un momento dado, por allí se mezclaron todos sus universos, festejando el final de una etapa y recuperando toda su existencia a través de las anécdotas que cada uno recordaba, dirigiéndose a él de todas las maneras posibles sin ningún conflicto, conscientes de que lo que realmente importaba era la fiesta en sí y la persona por encima de los múltiples nombres con los que cada uno lo conocía.
Durante estos días se celebra la Navidad, pero también escucharemos a otros que hablan de "las Saturnales", "el solsticio de invierno", "Santa Claus", "Yule”, ... nombres todos ellos que designan un momento del año especial, un evento al que, por más que digan las estadísticas que hay un 30% de españoles a los que no les gustan estas fechas, acudimos puntualmente y en el que nos reencontramos con todo lo que somos a través de los familiares y amigos.
Y es que, más allá de recrear el nacimiento de Jesús, o de reivindicar si es una fiesta pagana que celebraba la victoria de la luz sobre la oscuridad cuando los antiguos comprendían que la naturaleza les daba otro ciclo y que la noche no se hacía más larga, o las fiestas del final de la siembra de invierno para encontrar descanso, o la celebración que…, más allá del cómo la denominemos, lo que importa realmente es saber que es una excusa como otra cualquiera para reunirnos, para juntarnos, para actualizarnos, que nos sirve para volver a saber quiénes somos a través de todos aquellos que nos configuraron y nos dan sentido.
Porque en las historias que contamos reside la humanidad al completo. En cada uno de los episodios de nuestra vida se encuentra el reflejo de otro como yo, como tú, ya que, en el fondo, y dejando a un lado los nombres con el que nos referimos a estas fechas, todas las historias son la misma: la tuya, la mía, la de don Francisco, la de gente con gente brindado con y por gente. Felices fiestas.
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