En el corazón de Extremadura, en la cueva de Maltravieso, un descubrimiento reciente ha sacudido los cimientos de lo que creíamos saber sobre los orígenes del arte humano.
Detalle de imagen mejorada con DStretch procedente del Journal of Archaeological Science: Reports, 2024
Un equipo internacional de arqueólogos liderado por Christopher D. Standish, de la Universidad de Southampton, ha datado las icónicas siluetas de manos de esta cueva en al menos 66.700 años de antigüedad. La conclusión parece clara asegurando que estas obras no fueron creadas por el Homo Sapiens, sino por neandertales, otorgándoles el título de los primeros artistas de Europa y, posiblemente, del mundo.
El estudio, publicado en el Journal of Archaeological Science: Reports, se basó en la técnica de datación por uranio-torio, método que permite calcular la antigüedad mínima de las pinturas al analizar las costras de carbonato que se formaron sobre ellas. Los resultados son inequívocos y deslumbran por su trascendencia: las manos de Maltravieso son un legado simbólico de una humanidad que, hasta hace poco, muchos consideraban primitiva.
Un arte tan antiguo como el ingenio neandertal
Descubierta en 1951 en Cáceres, la cueva de Maltravieso ha sido desde entonces un bastión del arte paleolítico. Sus paredes guardan más de 70 siluetas de manos, creadas con pigmentos soplados sobre manos colocadas en la roca. La técnica, además de requerir destreza técnica, apunta a una intención simbólica que desafía el prejuicio de los neandertales como seres simples o carentes de imaginación.
Hasta ahora, las dataciones tradicionales, como la del radiocarbono, no habían logrado determinar con precisión la antigüedad de estas obras debido a la falta de materia orgánica. Pero la técnica del uranio-torio, aplicada por Standish y su equipo, ha derribado esta barrera, revelando que algunas de estas pinturas son incluso más antiguas que la llegada de los Homo sapiens a Europa, hace aproximadamente 45.000 años.
Un arte que ilumina la complejidad neandertal
El impacto de este hallazgo va más allá de la mera datación. Las siluetas de manos de Maltravieso son una ventana al mundo simbólico de los neandertales. Su creación requería no solo habilidad, sino también planificación y una visión colectiva. ¿Eran estas pinturas un acto de comunicación, un ritual espiritual, una marca territorial?. Toda expresión artística es realmente un acto de comunicación por ser inherentemente un acto de expresión y las expresiones, los gestos, la grafía, el dibujo, es comunicación de nuestra alma con la de los demás, incluso a través del tiempo.
Los investigadores sugieren que podrían haber tenido significados sociales o espirituales profundos, reflejando una relación única con el entorno y su identidad grupal.
Este descubrimiento se suma a una creciente lista de evidencias que reescriben la historia de los neandertales. Desde enterramientos rituales hasta herramientas sofisticadas, cada hallazgo refuerza la imagen de una especie capaz de pensamiento simbólico y creatividad, cualidades que hasta hace poco se atribuían exclusivamente a los Homo sapiens, aunque realmente, otras especies de simios como los chimpancés son también capaces de expresarse por medio de la pintura y hacer útiles que les sirvan para su vida diaria. Hay que superar la soberbia de la dudosamente llamada “humana” que se ha creído desde que tiene conciencia de sí, el centro de la Creación y todo lo que existe ha sido igualmente Creado.
El arte rupestre en perspectiva global
El descubrimiento en Maltravieso no solo destaca por su antigüedad, sino también por lo que revela sobre las conexiones culturales de la humanidad temprana. Aunque ejemplos de arte rupestre antiguo, como los encontrados en Indonesia, también han impresionado al mundo, la datación de las pinturas neandertales sitúa a Europa como el epicentro del arte más antiguo conocido.
En palabras del equipo investigador, este hallazgo es un testimonio del ingenio y la capacidad de los neandertales para dejar una huella indeleble en la historia de la humanidad. Su arte, escondido en las profundidades de una cueva durante decenas de miles de años, es un recordatorio de que el impulso creativo y simbólico no es exclusivo de nuestra especie, sino una chispa compartida en las raíces más profundas de lo que significa “ser humano”.
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