El caso Gisèle Pelicot ha saturado las páginas de la prensa escrita y acaparado los telenoticias. “Una mujer admirable” la considera el periodista Jordi Juan. ¿Qué ha hecho Gisèle para ocupar las portadas de los medios de comunicación de todo el mundo? Ni más ni menos que denunciar a su marido Dominique por haberla drogado con ansiolíticos y facilitado que 70 monstruos sexuales la violasen durante nueve años. Al caso Pelicot no se le tiene que dar más importancia de la tiene para que no se dejen en un segundo plano los múltiples casos de violencia machista, algunos de ellos protagonizados por menores de edad, para que no vayan a parar olvidados debajo de la alfombra.
Cada vez que se destapa un nuevo caso de violencia machista se espera que sea el último. Y que los monstruos que se encargan de cometerlo, avergonzados por las denuncias públicas, dejen de exhibirse en el escenario. Desgraciadamente no es así. Todavía no se ha secado la tinta de la noticia de un nuevo caso de violencia machista, un nuevo caso pide paso para salir en los medios de comunicación. ¿Qué es lo que hace que la violencia machista cada vez sea más agresiva y cruel? Se pretende dar fin a esta pandemia con medidas policiales y judiciales, intensificando la enseñanza sexual en las escuelas…Todo ello no sirve para erradicar el virus de la violencia machista. Es el derecho al pataleo ante la impotencia de erradicarla. Se busca solucionarla en el lugar que no le corresponde. Todo lo que se hace para impedir que la violencia machista siga sembrando dolor no es nada más que el reconocimiento que el mal existe. No es el antídoto contra él.
Jesús hace diana cuando dice. “¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre, y es echado en la letrina? Pero lo que sale de la boca, del corazón sale, y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones…Estas cosas son las que contaminan al hombre” (Mateo 15: 17-20).
El apóstol Pablo es más claro al distinguir las obras que hacen los creyentes de aquellas que hacen los incrédulos. Del análisis nos quedaremos con las obras que hace el incrédulo que forman parte del comportamiento de los monstruos sexuales: “Adulterio, fornicación, impureza, lascivia…” (Gálatas 5: 19-21). Cito exclusivamente las obras que intervienen en la violencia contra la mujer. Más luz aporta el apóstol cuando describe la causa que hace que el macho actúe salvajemente en muchas ocasiones. El fracaso en la lucha contra el sexo se debe al hecho de que se ataquen los hechos pero no la causa que los produce. A los frutos pero no a la raíz del árbol que los produce.
El apóstol Pablo en la carta que escribe a los cristianos de Roma al inicio de la epístola expone la causa de la violencia machista. Haré una transcripción del texto bíblico, algo larga, pero que es imprescindible conocer si es que realmente nos importa saber la causa del comportamiento machista de algunos hombres. Demasiados. “Porque no me avergüenzo del Evangelio porque es pode de Dios para salvación de todo aquel que cree, al judío primeramente, y también al griego” (v. 16). Los judíos creían que el plan de Dios para salvación excluía a los no judíos. El apóstol recuerda a sus compatriotas lo que estaba escrito en el Antiguo Testamento: Los no judíos también se incluyen en el plan de Dios para salvar a su pueblo.
La impiedad y la injusticia de los hombres no tienen excusa alguna: “Porque las cosas invisibles de Él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (v. 20).
Desde la más tierna infancia los ojos humanos leen directamente del libro de la creación. De modo alguno se puede justificar la incredulidad: “Profesando ser sabios se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles” (vv. 22, 23). La transformación de la gloria del Dios invisible en imágenes de criaturas corruptibles tiene sus consecuencias: “Por lo cual Dios también los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a la criatura antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas, pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, igualmente también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío. Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen, estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad, llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia, quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que quienes practican tales cosas son dignos de muerte, no solo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican” (vv. 24-32).
El apóstol nos muestra una radiografía que expone la realidad de la enfermedad social. Es preciso reconocer que tanto individualmente como comunitariamente estamos espiritualmente enfermos. La radiografía nos dice que es urgente que volvamos a Dios por medio de su Hijo Jesucristo que nos perdona y nos limpia de nuestro pecado. Es muy posible que esto no ocurra comunitariamente. Si es posible que individualmente seamos tizones que aparta del fuego y empecemos a andar en novedad de vida.
|