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Alfonso González-Calero, editor editado y con temple

Y el último libro que entrega es “Temple y tiempo”, acotando los años, de nuevo, facilitando al lector las coordenadas poéticas de fecha y lugar
Nieves Fernández
miércoles, 26 de febrero de 2025, 10:33 h (CET)

¿Qué le queda a un poeta que nombrar a sus amigos protagonistas de algunas experiencias? ¿Qué puede hacer sino llevarlos al poema para contrarrestar el olvido creciente? La ausencia de amigos en cualquier circunstancia de vida es como “una amargura gris que te llena la boca”. Es como si necesitáramos montar una galería de amigos ciertos e inciertos, aparecidos y desaparecidos, fieles a la amistad vertida.


Alfonso se hace poeta al tiempo que publica como editor a otros escritores en Editorial Almud. Sus versos más personales los guarda metódicamente, día a día. Es el poeta del tiempo por naturaleza, pone fecha a su obra para no extraviarse, ni dejar todo a la memoria que puede fallarnos en el carril del tiempo. “La gota que repite su sonido monótono / sólo marca la fuga de un tiempo inaprensible”.


Alfonso está vivo en los lugares que habita, transita sin hacer apenas ruido, nos cita el lugar del que es testigo y reivindica: Gijón, Bargas, Olías del Rey, Jaraba, Cuenca, Torrenueva, Almagro, Toledo, Madrid…, todos ellos espacios asociados a sus versos del último libro publicado en la Editorial Celya, algunos ajenos a ser espacios de la muerte, “aunque la muerte no necesita espacios / y los ocupa todos cuando llega//“.


Tras su primer libro, “Ida y vuelta, 1985-2015”, (2017), publicado en su editorial con treinta años de su reservada poesía, llega la antología Brújula, una guía poética de cincuenta nombres de Castilla-La Mancha, (2020), donde se seleccionan a cincuenta poetas nacidos entre 1907-1956. Después llega la obra de Mahalta Ediciones, “Aliento”, (2021), de ella nos dirá su prologuista Federico Gallego Ripoll: “…poemas directos que aparecen como manados desde una fuente y cuyo flujo busca su propio cauce”. Ahí las pandemias, ahí todos los miedos y los poetas a los que dedica un trozo de vida en un fragmento, buscando su aliento en ellos y viceversa.


Y el último libro que entrega, es “Temple y tiempo”, acotando los años, de nuevo, facilitando al lector las coordenadas poéticas de fecha y lugar. Nos dará su temperamento de poeta con carácter, su manera de reaccionar ante la vida con la poesía. Se necesita vocación para cualquier oficio, para poder templar las palabras y acercarlas al arte. González-Calero tiene temple para intentar disponer de una forma apacible su mejor actitud de poeta, con suficiente fuerza y valentía. En este su tercer poemario templa, suaviza y nos llega su calma poética. Aprovechemos el título, ¿qué es el temple en literatura sino el estado de ánimo que denota el poema, un mundo de emociones básicas como tristeza, alegría, ira, esperanza, perdón, pesimismo, etc.? ¿Y cómo nos enfrentamos a la situación difícil de la muerte de una amiga, el dolor por la muerte de un hermano que hacemos recuerdo, el nacimiento y muerte de los niños en Gaza? Alfonso nos “compensa las espinas con caricias inocuas”, con temple.

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La mafia como tema literario ha generado siempre mucha fascinación. Quizás, cuando pensamos en este tipo de argumento, nos viene más a la mente la gran pantalla, a causa de obras como El padrino, que se encuentra en estos momentos entre las películas de culto que, muchas listas, dicen que tienes que ver al menos una vez en la vida.

¿Qué le queda a un poeta que nombrar a sus amigos protagonistas de algunas experiencias? ¿Qué puede hacer sino llevarlos al poema para contrarrestar el olvido creciente? La ausencia de amigos en cualquier circunstancia de vida es como “una amargura gris que te llena la boca”. Es como si necesitáramos montar una galería de amigos ciertos e inciertos, aparecidos y desaparecidos, fieles a la amistad vertida.

Dentro de los pedidos, encomiendas que en ciertas ocasiones me expresó en vida mi gran amigo Ruy Téllez Solís, imaginariamente hacíamos un recorrido cultural por varias partes del mundo y eran tan maravillosos esos viajes que desbordaba los límites de la imaginación. Entonces, ahí nos decíamos sentados en una banca de concreto ubicada en la calle del calvario, en el parque central, en mi casa, lo interminable de las culturas del mundo.

 
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