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​No nos olvidemos de Valencia (IV): así lo vivió el fotógrafo David Torres

A cinco meses de aquel día en que todo cambió, todavía él y su familia esperan por la resolución del Consorcio de Seguros para restablecer su tienda
Patricia Lucía Pérez Martínez
sábado, 29 de marzo de 2025, 12:50 h (CET)

La DANA se llevó en pocas horas, 22 años de trabajo del fotógrafo David Torres en Catarroja. A cinco meses de aquel día en que todo cambió, todavía él y su familia esperan por la resolución del Consorcio de Seguros para restablecer su tienda. Mientras tanto, con mucho esfuerzo y reconstruyendo la esperanza en su negocio, tiene la agenda abierta para comuniones y bodas.


Cinco meses han transcurrido entre papeleo, solicitud de ayudas, reconstrucción emocional, adaptación a la nueva realidad, conversaciones con las compañías de seguro, vivir la rudeza del paro, mirar la cuenta bancaria, manejar altos niveles de ansiedad y agradecer por estar vivos.


Este ha sido el panorama de muchas familias en Valencia, y particularmente de David Torres, fotógrafo profesional con más de treinta años de experiencia, quien perdió su tienda en la calle Amalio Monforte de Catarroja, tras el paso de la DANA.


Natalia Roc, pareja de David, recuerda claramente que mucho antes de que sonaran las alarmas, ya a las 19 horas de ese día, el balcón de su piso que da a la calle San Vicente era una pesadilla, porque veía una ola gigante desde el barranco. Los meses han pasado y según su criterio, es el pueblo el que se mantiene ayudando al pueblo. “El pueblo fue el que estuvo allí y sigue siendo así. Nos ayudamos entre nosotros”.


David, con el apoyo de Natalia, ha decidido compartir la bitácora de aquel día, que muchos quisiéramos borrar del historial, cuando fue a trabajar a su tienda y se encontró con los estragos de la DANA. Nos lo cuenta, mientras espera por el pago del seguro para reconstruir su tienda.


“El consorcio nos ha dado una pequeña cantidad de adelanto sin preguntarnos si lo queríamos o no, cosa que es bastante extraña. Nos siguen sin comunicar qué cantidad nos va a corresponder, de cuánto es, no sabemos nada”, comentó David.


La tienda estaba ubicada en un bajo y quedó totalmente destruida, David y su familia han cobrado las ayudas estatales, han hecho lo poco y necesario para que la fachada se mantenga en pie, el escaparate se rompió, actualmente está limpia y secándose, el techo y parte del baño lo tuvieron que tirar; gracias a la acción del cañón de calor y un deshumificador se han ido secando las paredes. 


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“Para el daño que a mí me han hecho en la tienda, las ayudas han sido calderilla. Estamos a la espera del seguro, desde el 16 de diciembre que fueron los peritos, me cogió todo: aire acondicionado, ordenadores, 15 discos duros con el trabajo de muchos años y el techo de la tienda”, comenta David.


Gracias al servicio técnico de Indomic se han salvado varios años de trabajo y David pudo entregar los proyectos fotográficos a sus clientes. También ha recibido el apoyo del gremio de fotógrafos y con una ayuda pudo comprar otro equipo fotográfico, con lo que está trabajando y mantiene la agenda abierta para proyectos de comuniones y bodas; aunque la tienda esté cerrada por los momentos.


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Durante este tiempo, David ha cobrado varias ayudas de los diferentes entes públicos y privados. También su familia perdió dos coches y sólo han cobrado la compensación por uno de estos. Todavía esperan por una ayuda de la Federación Española de Profesionales de la Imagen (FEPFI), por una colecta que se hizo de fotógrafos particulares. Los cinco meses han transcurrido y las ayudas también se han ido diluyendo entre el día a día, y la restauración de la tienda, que va muy poco a poco.


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“Estamos ansiosos al no tener nuestro espacio de trabajo. Yo en mi casa no tengo espacio para mi negocio. Tengo algo de equipos que me han dado, me han salvado una cámara, he comprado una cámara con una ayuda y otra que me regaló un fotógrafo. Los fotógrafos se han portado muy bien, uno me regaló una cámara, otro un flash y estamos esperando a cobrar la colecta de los fotógrafos.


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“Cinco meses después nos encontramos en un impass (punto muerto). No disponemos de dinero propio para hacer frente a todo, con la tienda parada, la ansiedad durante los meses de no poder hacer nada, nunca he estado en el paro, me comen los nervios, tengo ganas de que todo se acelere y que la tienda no siga parada”.


Bitácora de aquel día


29 de octubre 2024


AM: En horas de la mañana abrí la tienda normalmente.


16:00


Recientemente nos hemos enterado que en Chiva ya los vecinos estaban avisando al 112 sobre la crecida del barranco del Poyo y esa agua baja hasta Catarroja. Y a esa hora aquí no llovía.


17:30


Abrí la tienda, noté que había unos negocios que no habían abierto, trabajé en algunas fotografías de Las Fallas, alrededor de una hora.


18:30


Me llegó un mensaje de un vecino de patio y nos avisó que el barranco estaba a punto de salirse, que tuviésemos cuidado. Llamé a Natalia para que no salieran de casa, ni ella ni nuestro hijo de trece años. Le dije que no moviera el coche, le grabé el mensaje y después de terminar de grabar el mensaje ya entraba un dedo de agua por la puerta.


Nosotros tenemos un altillo, a un metro 80, tiene escaleras y arranqué los ordenadores, discos duros del trabajo de 16 años, tengo 22 años en la tienda pero 30 años de autónomo. Lo subí al altillo, saqué los ordenadores, el portátil, un laboratorio que valía una pasta y subo rápidamente todo esto, bajé las persianas, apagué las luces y cuando intenté salir no pude. Como la mayoría de las puertas de los negocios, ésta se abre para afuera, ya el agua empezaba a llegar por las rodillas, un poquito más, y la puerta era imposible que pudiera abrirla yo solo.


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Había un vecino del patio de al lado, que no podía entrar a su patio por el mismo motivo y haciendo señales, pegando patadas y tal, le hice saber que estaba encerrado y que me ayudara. El agua no paraba de subir, empezaba a mover el escaparate, los dos solo no podíamos. En ese momento pasó un chico que se ve que todo lo pilló haciendo compras, le advertimos que nos ayudara y entre los tres pudimos abrir lo justo, cuatro deditos, para tratar de meter el hombro y hacer un poco de fuerza, con presión y así pude salir.


Pasaron pocos minutos y al salir de la tienda ya tenía el agua a la cintura.


En el momento en que ya pude salir ya me llegaba más arriba de la cintura. Empezaron a embocarse los coches que venían de la Rambleta y de la calle San Vicente, que tenía el torrente de agua más fuerte. Tenía que coger alguna de esas dos calles para llegar a casa, porque era mi única obsesión en ese momento.


El torrente de agua hacía un ruido ensordecedor, a mucha velocidad y pensé en ir por la calle San Vicente que al ser una calle más estrecha podía ser más viable y ya había dos coches que se habían metido para el parking que tengo al lado de la tienda. Salté por encima de los dos coches, subiendo entre coches, bajando entre coches, había zonas casi intransitables…


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Llegué a la esquina de las calles Amalio Monforte con San Vicente, que es la entrada al colegio Villa Romana y me di cuenta que me iba a ser casi imposible llegar a casa porque el agua venia muy muy fuerte. Me subí a los vehículos, intenté avanzar subiendo de coche en coche porque intenté avanzar y el agua ya me llegaba hasta el pecho y teniendo cuidado en la entrada de los garajes porque absorbía el agua a una velocidad muy fuerte y lo último que yo quería era esto.


Pasé por delante de la escuela de peluquería y desde el patio de San Vicente que tienen entresuelos habían arrancado la puerta para meter a las personas para dentro del patio, porque estaban separados de lo que era la entrada de la finca y la puerta tampoco se podía abrir. Evidentemente vi que reventaban los cristales de HMG, ver todo esto fue bastante terrorífico, pasaban los coches con luces, con gente adentro, pasaban de largo, la gente chillando, desde arriba todo el mundo gritando…


Desde el mismo patio, una de las personas me reconoció y me gritó: ¡Torres, vente. Sal! ¡No te quedes en el coche! Salté, me agarraron, como pude fui acercándome, el agua ya me venía por el pecho, subimos al patio del primero, segundo y al tercero, había muchos nenes que estaban en los números inferiores y los fueron subiendo a las casas de otros vecinos, y terminé curiosamente en casa de la alcaldesa de Catarroja que es vecina, con su marido y once personas más que se habían rescatado de la calle.


19:47


Suenan más alarmas.


Allí mojados, helados, nos dieron ropa, nos dieron de beber y empiezan a sonar las alarmas, ¡ya ves a qué hora! Estábamos ya todos allá arriba. Sonaron alrededor de 4 alarmas de diferentes móviles. A mí no me sonó porque antes se me descargó la batería.


En ese momento comenzamos a darnos cuenta de la magnitud de todo, empezar a recibir noticias, la situación es que comenzamos a escuchar que se había caído el puente de Paiporta, la pasarela de Picanya, empezamos a ver todo. Los vecinos de la finca rescataron a más personas, estuvimos allí sin móvil, sin luz.


30 de octubre 2024


3:30


A esta hora comenzó a bajar el caudal. Cuando vimos que ya había bajado el agua bajamos con mucho cuidado, aún así, fuimos agarrados, no sabíamos que había en el suelo, uno de nosotros perdió las llaves de su casa, se metió en una tapa que estaba abierta y menos mal que íbamos todos cogidos de la mano, lo sacamos para afuera, todos mojados, alucinando con todo lo que estábamos viendo.


4:00


Por fin llegué a mi casa, porque mi familia no sabía nada de mí desde el mensaje que les envié cuando aún estaba en la tienda. Aún se escuchaban gritos, aún así dormí, el garaje parecía una coctelera de coches.


31 de octubre 2024


Al día siguiente fue terrorífico levantarse y darse cuenta de la destrucción tan masiva, que era imposible moverse tres calles, fuimos al supermercado Consum por agua, la gente estaba saqueando el almacén, la policía municipal allí presente, todavía había casos de personas que no tenían luz; lo que suponía una gran dificultad sobre todo para Iván, un chico parapléjico que necesitaba recargar las baterías de su vehículo adaptado para poder movilizarse.


Durante todo este tiempo no vimos una ayuda. Aquí no solamente no se avisó de lo que estaba ocurriendo y se pudo evitar, sino que no vino nadie. Los únicos que aparecieron 48 horas después fueron los voluntarios y agradecemos toda la ayuda que nos han prestado, hasta la comida ha sido gracias a la ONG “World Central Kitchen”, del chef José Andrés.


Aquí no hubo organismos públicos y todos los bomberos que llegaron más tarde ni eran de Valencia. Recibimos la ayuda de voluntarios, vecinos, clientes. Lo del pueblo salva al pueblo ha sido literal, de todos los colores y religiones. A mí me ayudaron todos. Lo que vimos fue un autogobierno gestionado por personas que ayudan a otras personas. Así fue y durante meses ha sido así, y sigue siendo así.


Sigue habiendo personas facilitando mobiliario y ayudando, ONGs, la Cruz Roja, personas particulares, empresas, organismos privados que se dejan la piel para que todo siga adelante. El pueblo fue el que estuvo allí. Nos ayudamos entre nosotros. 


Fotos: cortesía del entrevistado

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