Buscar que alguien te quiera, es una dependencia que te ata de pies y manos, y en muchas ocasiones produce el efecto contrario. Me comentaba un amigo que el hermano de su padre, sin saber por qué, siempre le chinchaba. Sus picotazos se traducían en pequeños e hirientes aguijonazos que minaban su autoestima. Pasó este chico muchos años intentando conquistar el aprecio de su tío, mas nunca lo consiguió. Después de muchos esfuerzos por ser merecedor de su consideración, llegó a la conclusión de que la poca estima de su tío hacia él era una cuestión personal. Por lo tanto, por más que hiciera jamás iba a conquistar su aprecio. En ese momento empezó a contestar a sus indirectas y esto se tradujo en el levantamiento de la veda de las hostilidades mutuas que desembocó en el alejamiento. Me dijo mi amigo que, a pesar de todo, había algo que le tenía que agradecer al hermano de su padre. Y era el hecho de aprender que es uno mismo el que se debe querer. Que aceptar que no a todo el mundo se le puede caer bien era un acto liberador pues te desata las manos para defenderte. Dice la wikipedia: “Se conoce como aprecio al acto y resultado de apreciar: es decir, de valorar o estimar a alguien o algo. El aprecio, de este modo, puede resultar equivalente al cariño o el afecto”. He escrito esta carta, con el permiso de mi amigo, por si a alguien le pueda ayudar. Quizá tú le puedas sacar más jugo...
|