Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Copa del Rey | Árbitros | Polémica | Filosofía

El árbitro, el filósofo y el escritor

Lo dicho: «Dame pan e chámame can»
Xabier Vila-Coia
lunes, 28 de abril de 2025, 21:35 h (CET)

Ricardo de Burgos Bengoetxea es un árbitro de la Primera División de fútbol masculino, conocido por sus excelentes actuaciones sobre el césped y también por la no tan excelente que protagonizó en la conferencia de prensa celebrada la víspera de la final de la Copa del Rey del presente año 2025.


Se emocionó y lloriqueó al rememorar el insulto que su hijo tiene que soportar en la escuela, proferido por sus compañeros: «Tu padre es un ladrón». Como es lógico, le duele porque él se sabe honrado, aunque como todo profesional se equivoque en algunas de sus decisiones.


No obstante, más allá de la inevitable empatía con su malestar, debe advertirse que a los árbitros, como a los propios futbolistas y a los entrenadores, los agravios y las groserías verbales (no así las agresiones físicas) les van incluidos en el sueldo. En concreto, el de De Burgos ronda los 300.000 euros brutos anuales. Por ese salario, casi el cien por cien de los españoles apandaría con cualquier cosa que le dijesen sobre él y su familia, viva o difunta. Y es que ya lo advierte un acertado refrán gallego: «Dame pan e chámame can» [Dame pan y llámame perro].


Los integrantes de esta aristocracia deportiva, además de los ejercicios físicos y los entrenamientos sicológicos, tienen que comenzar a recibir clases prácticas de filosofía estoica, pues como les aconsejarían aquellos sabios de la antigüedad, la ataraxia, la imperturbabilidad del ánimo, es la herramienta que necesitan para ser por completo felices en su profesión y cesar en la criminalización de quienes consideran que los ofenden.


La ataraxia conlleva que si un colega, o cualquier otra persona, te escupe en la cara, tú, tranquilamente, te la limpies con delicadeza y continúes el partido, o con lo que estuvieras haciendo, como si nada hubiese ocurrido. Es lo que nos enseña Epicteto: «Recuerda que el que te injuria no es el que te ofende ni el que te agrede, sino tu juicio acerca de que ellos te están tratando mal. Por tanto, cuando te irrite alguien ten la certeza de que es tu propio juicio quien realmente te ha irritado».


Amén de a la del filósofo, la vida laboral del árbitro de la Primera División de fútbol masculino se asemeja a la del escritor.


El autor de una obra literaria le dedica todos sus conocimientos y atención para que no tenga ni un solo error ortográfico. Para lograrlo corrige las pruebas de imprenta tres o cuatro veces, hasta que se convence de que le ha quedado impecable.


En los siglos pasados, para asegurarse la perfección, el impresor exponía los últimos pliegos de prueba en la fachada de su local y animaba a los viandantes a que buscaran erratas abonándoles una módica cantidad de dinero por cada una que encontraran.


Tras haber realizado la totalidad de las comprobaciones, se procedía a la impresión de los volúmenes, y hete aquí, que aun así resultaba inevitable acompañar los ejemplares con una hojita en la que figuraban los yerros no detectados antes de imprimir la versión definitiva: la otrora famosa «fe de erratas».


Pues bien, el árbitro de fútbol aunque actúa con idéntica diligencia a la del escritor, al finalizar los encuentros le florecen los correctores (periodistas, aficionados, dirigentes…) armados con la correspondiente fe de erratas para recriminarle sus equivocaciones.


Sin embargo, en los lances del juego más polémicos los desaciertos no son tales dado que las decisiones se toman aplicando criterios subjetivos. Que un criterio sea subjetivo implica que no se basa únicamente en los datos que nos facilitan nuestros sentidos, sino que también intervienen nuestra intuición, nuestra experiencia previa y nuestras filias y fobias, sean conscientes o inconscientes. En consecuencia, el criterio subjetivo no es racional, pero tampoco irracional; es arracional: se sitúa en una dimensión distinta a la de la razón. Por este motivo, el que lo aplica no lo puede explicar de forma convincente y el que lo analiza no lo puede comprender de ninguna forma.


El público y los profesionales del fútbol deben asumir que las cosas en este espectáculo deportivo funcionan de este modo, de ahí que para que perviva durante muchos años entre nosotros como deporte reconocible haya llegado el momento de sustituir el quejismo por el estoicismo.


Lo dicho: «Dame pan e chámame can».

Noticias relacionadas

La vida, sobre todo cuando se dilata por el transcurso de los años, te somete a momentos en las que tienes que hacer de tripas corazón, asumirlos con dignidad o rendirte. También con una buena dosis de dignidad. El encuentro con las diversas situaciones de tu vida van deteriorando tu capacidad de encaje, entonces te llega el momento en que te planteas si vale la pena seguir luchando o dejarte llevar por la corriente que te rodea y vivir en paz el presente. Pero sin futuro.

En un tiempo donde lo que se aparenta muchas veces vale más que lo que se es, hay quienes han hecho del estatus su escudo, del apellido su bandera y del dinero un pedestal desde el que miran al resto, como si el mundo fuese un teatro de castas en el que ellos, por supuesto, ocupan siempre el primer plano. Es el culto a la vanidad, esa enfermedad silenciosa del alma que disfraza la humildad de altivez.

He de aclarar que, si alguna vez alguien me quiere envenenar, que no lo intente con una manzana. Prefiero el bizcocho de chocolate o las chocolatinas de menta, tal vez un trozo de pizza de pepperoni o unas sabrosas cigalas, pero una manzana, lo que se dice una manzana… no.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto