El antiguo estadio de la UD Las Palmas lleva años abandonado a su suerte, mientras se busca la solución definitiva.
Si cogemos a un aficionado amarillo de a pie, y le preguntamos sobre el estadio insular. Lo primero que nos daríamos cuenta, es de la manera en que sus ojos se iluminan, su gesto se engrandece y su mirada torna a nostálgica mientras nos cuenta mil y un recuerdos que salen por sus labios sin cesar.

Aspecto actual del antiguo estadio de Las Palmas (Agencias)
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Si preguntamos a cualquier aficionado al fútbol que no sea de Las Palmas, y le hacemos la misma pregunta. Lo primero que diría, es que ese estadio tenía algo especial, o que su equipo cuando jugó en él lo pasaba mal con la presión que hacía la hinchada canaria, con esas gradas tan próximas al césped, o esa bombonera amarilla y azul donde tantos y tantos grandes equipos sufrieron la derrota.
Y es que no hace falta ser muy listo, para darse cuenta que el estadio insular, no solo representa todo un símbolo y un baluarte de la historia amarilla, también representa toda una vida y unas costumbres ligadas a una afición y a un equipo.
El olor a césped, el olor a calamar quemado, el olor a pipas, el bullicio de las calles llenas de amarillos en su peregrinar hacia el templo sagrado.
Muchos son los recuerdos que curiosamente casi todos coinciden en destacar, cuando sacan a recordar ese estadio que vió tantos y tantos partidos en el pasado de la UD Las Palmas.
Pero por desgracia para todos, el estadio insular ya es historia, y sus gradas y césped ya no viven y sienten partido alguno que valga. Desde el año 2004, el recinto quedó cerrado y condenado a una muerte lenta y agónica, que más de una vez ha provocado el enfado y la rabia de muchos amarillos.
El cambio de estadio llegó en un momento muy delicado para la entidad canaria. Inmersa por aquel entonces en una deuda descomunal de más de 60 millones de euros, que ponían en serio peligro su supervivencia como club. El traslado de estadio se produjo en un momento muy crítico, que impidió que se pudiera estudiar mejor dicho traslado, y que pasaría con el estadio insular.
El estadio de Gran Canaria ofrece actualmente muchas comodidades y mejoras que el insular no tenía. Pero sin embargo casi nadie parece estar conforme con dicho recinto.
La mayoría de aficionados amarillos consideran que el estadio fue un desperdicio de dinero y que jamás se debió construir tal cual se hizo. Entre sus puntos más criticados. Las pistas de atletismo, su estructura achatada que difumina sobremanera el efecto ambiental y sonoro de los aficionados, el que todavía siga sin estar terminado despues de tantos años de su inauguración, y que Las Palmas apenas tenga control sobre dicho recinto.
No es de extrañar, que con tan pocos años de vida, el estadio de Gran Canaria sea objeto de debate para tratar de reformarlo y convertirlo en un estadio por y para el fútbol, y deje de ser un estadio multiusos y frío.
Y mientras todo este debate sucedía con el nuevo estadio, el añorado estadio insular ha ido deteriorándose lenta e inevitablemente. Su actual estado es ruinoso y fantasmal. En principio se le había destinado convertirse en una especie de parque con diversas singularidades. Entre ellas salvar alguna fachada del estadio por su valor histórico. Y algunas funciones más, como un aparcamiento y zona comercial con zona para conciertos.
Pero entre medias de todo este proyecto. Han surgido estos años diversas plataformas y personajes públicos que han intentado un retorno de Las Palmas al insular. La más destacada de ellas, fué la que el señor Tadeo comunicó hace unos meses sobre su intención de que lo mejor para Las Palmas era regresar al estadio insular, y que realizaría un proyecto de reforma del mismo que expondría más adelante.
De momento el proyecto del señor Tadeo sigue todavía haciéndose esperar, y parece ser que su intentona fue más un modo de llamar la atención que un retorno real al mismo.
Actualmente, la única realidad es que el proyecto de un parque en el estadio insular, avanza muy lentamente. Cada día que pasa muchos nostálgicos y deseosos de que Las Palmas retornara al mítico insular comienzan a tener claro que el sueño solo será eso, un sueño.
Ese pequeño, pero adorable estadio tan bien ubicado en pleno centro de la ciudad, no volverá a ver más partidos de fútbol. Y las dos únicas vías que parecen quedar para todos los amarillos. Son la de tratar de reformar el Estadio de Gran Canaria para que se parezca al insular. O bien, construir otro estadio con el visto bueno de todos.
Ambas alternativas, serían la mejor manera de rendir un merecido homenaje a un estadio que contribuyó y mucho, a que la afición amarilla fuera una de las más especiales y sonoras del panorama futbolístico estatal, durante los años en que el estadio fue el santo y seña de la UD Las Palmas.
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