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De confesor solicitante a Gerente de Ventas de la Oligarquía

Luis Agüero Wagner
Luis Agüero Wagner
viernes, 11 de marzo de 2011, 08:02 h (CET)
La historia de confesores que solicitaban favores sexuales amparados en su investidura sacerdotal no es nueva en la iglesia, aunque el caso del cura Fernando Lugo se haga particularmente interesante por el hecho de haberse transformado en político y por haber llegado a la presidencia de la república.

Fernando Lugo. De confesor solicitante a Gerente de Ventas de la Oligarquía
Los clérigos solicitantes llevados al tribunal de la inquisición fueron abundantes, lo cual permitió obtener una frondosa documentación al respecto, sobre todo entre los siglos XVI y XVIII.

Según Adelina Sarrión, la mayoría de las mujeres que habían sufrido acosos sexuales de confesores se presentaban ante la Inquisición por temor a ser excomulgadas y porque se les había prohibido comulgar y confesarse hasta que no acudieran al tribunal. La sospecha de que hubieran consentido, o incitado a los clérigos, las convertía en culpables potenciales y, como nos dice la misma autora, ese sentimiento de culpabiliadad, tantas veces inculcado en la conciencia femenina, acababa aflorando en ellas al considerar que no se habían resistido lo suficiente ante la insistencia del confesor.

Este elemento propio de la cultura machista que padecemos explica la actitud, sobre todo femenina, de estigmatizar a las mujeres que tuvieron relaciones –e incluso hijos- con el cura presidente Fernando Lugo, algo nada sorprendente si se considera que los ejes fundamentales de la campaña proselitista del clérigo giraron en torno a explotar la misoginia, tradición autoritaria y pensamiento mágico de las incultas masas paraguayas.

Lo curioso del caso es que lejos de evidenciar algún atisbo de culpa, el cura Fernando Lugo y sus secuaces siguieron explotando estos antivalores de la cultura paraguaya aún después de que la inconducta del clérigo cobrara estado público y escandalizara a la opinión pública mundial.

De Hernán Cortés a “Kencho” Rodríguez

Cuenta la historia que Hernán Cortés, personaje a mitad de camino entre héroe y antihéroe, o entre político sagaz y criminal sanguinario, fue denunciado por haber asesinado a su esposa, Catalina Juárez, hecho que apenas ha llamado la atención a los historiadores. La muerte de la esposa de Cortés sucedió la noche del primero de noviembre de 1522, festividad católica de todos los santos, tras un banquete en cual se había bebido en abundancia.

La relación ya no era buena, dado que la llegada de Catalina Juárez a Coyoacán (México) ese mismo año, según testimonios de entonces, pesó al conquistador quien ya tenía hijos con varias otras amantes indias, entre ellas la Malinche. La madre de Catalina, María de Marcayda, denunció a Cortés por asesinato el 4 de febrero de 1529, horrorizada al conocer versiones como la de la dama María de Vera. Ésta última testimonió a Juan de Burgos que “al tiempo que la amortajaba la vide las señales puestas en la gargante en señal que la ahogó con cordeles”.

Lo cierto y concreto es que Cortés resultó inocente y no solo ante los tribunales de su tiempo, también para la mayoría de los “prestigiosos” historiadores que, sin pruebas concluyentes, han negado con insistencia la participación de Cortés en la muerte de su esposa, en lo cual resulta imposible no advertir influencias de la misma cultura machista.
Otro personaje exculpado de haber asesinado a su esposa, aunque su culpabilidad sea un “secreto a voces” en la sociedad paraguaya es el primero consejero de Itaipú y luego director de Yacyreta Fulgencio “Kencho” Rodríguez, íntimo del cura Fernando Lugo.
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El 18 de julio de 1997 compareció Teresita de María Rojas ante el entonces juez Hugo López y la entonces fiscala Teresa González de Daniel en el marco de las investigaciones que se hacían por el asesinato de Irene Purificación Cabral de Rodríguez, esposa de Miguel Fulgencio “Kencho” Rodríguez, quien fue hallada muerta en su camioneta el 4 de noviembre de 1996. La señora Rojas confirmó que tenía una niña de menos de un mes con Rodríguez cuando murió la esposa de este. Reportó riñas domésticas, y cuando le preguntaron si conocía a una amiga de la difunta, contestó que sí: “La conozco desde hace seguramente seis o siete años, fui presentada por un amigo en común, el señor FERNANDO LUGO (sic de la declaración testifical), en forma casual, estábamos en un almuerzo, éramos muy amigos con el señor, y a partir de allí mantuvimos una relación amistosa, una amistad muy de vez en cuando”.

Hoy es de público conocimiento que Fátima Rojas, hija de Teresita, es también hija de Fernando Lugo, motivo por el cual su marido recibió un alto puesto en Yacyretá. La información fue confirmada por los mismos familiares del cura presidente y, como de costumbre, todo quedó en familia.

De confesor a gerente de ventas de la oligarquía

No menos sorprendente al engaño que Lugo perpetró presentándose como referente moral, es la forma en la que logró hacerse pasar por referente de la izquierda paraguaya para acabar ejerciendo de gerente de ventas del inculto y reaccionario agro-empresariado que constituye la oligarquía del país.

Durante su periplo turístico que esta semana lo llevó a Vietnam, Fernando Lugo se encargó de promocionar los principales productos de estos empresarios, la carne y la soja. Entretanto en su país, varios de sus ex aliados de las organizaciones campesinas y gremios que lo llevaron al poder, fueron arrestados y arrojados a un calabozo por reclamar un mísero pedazo de tierra para cultivar.

Tal vez en sus húmedas y oscuras prisiones hoy se encuentren reflexionando sobre su apoyo al fraudulento izquierdista y fraudulento referente moral que llevaron a la presidencia del Paraguay, el “obispo de los pobres” y “teólogo de la Liberación” Fernando Lugo.

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