En pleno año de la afrodescendencia y después de la conmemoración del trágico terremoto en Haití, rescatamos una lectura mágica que describe la vida y las costumbres en la preciosa isla. La novela “Ecos del Caribe”, a punto de ser reeditada por la editorial Lumen, es una de las obras de referencia para acercarse a este lugar. Su autora, Micheline Dusseck, residente en España y reconocida conferencista, nos explica algunos de los aspectos más interesantes de su país.
¿Cómo nació esa increíble historia de Ecos del Caribe? ¿Qué te motivó a escribirla?
Micheline Dusseck: Siempre me ha atraído la literatura. Empecé a escribir poesía a los 14 años y a los 19 escribí una obra de teatro basada en la época de la esclavitud que tuvo bastante éxito. Escribir sobre Haití es una manera de combatir los prejuicios y dar a conocer mi país porque al llegar aquí, en España, me encontré con un concepto muy distinto del Caribe. Me di cuenta también que los españoles de hoy no son como los colonizadores pues no todos son "Nicolas Ovando". Son capaces de altruismo, de generosidad. Los haitianos tampoco somos como nos pintan y las ideas a cerca de Haití se suelen limitar a ideas preconcebidas.
La obra recoge escenas muy pintorescas de Haití. Por ejemplo, en el principio explicas que “era costumbre traer el agua potable del manantial para llenar el gran cántaro que en cada vivienda ocupaba”. ¿Son estas escenas recuerdos de tu infancia?
Micheline Dusseck: Sí. Son recuerdos de mi infancia. Son escenas que he vivido en carne propia. Páginas maravillosas de mi pasado. Cuando íbamos al campo no había agua potable y teníamos que ir a buscar el agua al manantial. Estas escenas también se ven en la capital. La gente tiene que hacer acopio de agua. En pocas casas, obtenerla es tan fácil como girar un grifo.
La figura de la madre es muy importante en esta novela. Casi todas las mujeres que incluyes en este relato lo son desde muy temprana edad, y pasan por miles de sufrimientos. Además, comparten con sus hijas unos sentimientos de gran complicidad y cariño, quizás debido a la dominación y agresividad masculina. ¿Crees que son ellas las que sustentan la sociedad haitiana?
Micheline Dusseck: Haití es un país donde predomina el matriarcado por varias razones; como herencia de la época colonial y consecuencia de las raíces africanas, la poligamia, aunque no de manera oficial, se práctica aún. Casarse supone un gasto que no está al alcance del pueblo llano. El machismo y la falta de igualdad entre los sexos en el mercado laboral propician muchos concubinatos pues la mujer necesita, a falta de trabajo, alguien que la mantenga. Como consecuencia, hay muchas madres solteras y la mujer acaba llevando sola el peso de su núcleo familiar, que al fin y al cabo es lo mismo decir lo esencial de la sociedad. Además, sigue predominando el hombre en la administración y los puestos de mando.
Describes en la novela la importancia que se da a la elección de un nombre cuando un bebe nace porque puede condicionar toda una existencia. Esa parte de misticismo que describes en la novela y que da un punto mágico a la historia parece tener una influencia importante en la vida cotidiana.
Micheline Dusseck: La elección del nombre es muy importante, en Haití como en España. Mi madre eligió el mío aconsejada por su abuela, devota de San Miguel. Pero también hay gente que busca los nombres en los diccionarios. Depende de cada época. El misticismo tiene mucha influencia y tiene mucho que ver con las creencias que trajeron los esclavos de África.
En más de una ocasión, la obra presenta escenas fúnebres que muestran la cercanía de la muerte, tanto de forma figurada como de forma real. Se pueden ver los ritos que organizan unos familiares para facilitar el reposo de un difunto o incluso las mariposas que anuncian la muerte inminente de un cercano. Parece a veces que la muerte sea un elemento central de la vida. ¿Así es como lo concibes?
Micheline Dusseck: Viviendo aquí en España, la distancia y el tiempo hacen que tenga otra perspectiva de las tradiciones haitianas pero creo que las escenas fúnebres de la novela reflejan bien las costumbres haitianas de honrar a sus muertos, de valorar sus mensajes y de dejarse ver en sueños a los suyos, de convocar sus almas para comunicarse a través de ellos con el más allá. En las aldeas y pueblos, las tumbas pintadas de diversos colores y bien cuidadas se ven a pie de carretera delante de las viviendas de los familiares de los muertos enterrados allí. Recuerdo que en casa de mi tía donde pasábamos el verano, había una tumba en nuestro jardín que nos servía de mesa cuando teníamos invitados de la ciudad y de escenario para las obras de teatro de mi adolescencia. Efectivamente, en el pueblo, la conexión con los familiares no acaba con la muerte.
Micheline Dusseck
| | En distintos capítulos describes escenas en las que la medicina tradicional puede servir a curar cualquier cosa. Su presencia parece estar anclada en cada detalle de la vida diaria.
Micheline Dusseck: Es una medicina empírica que pasa de generación en generación, de boca en boca. De hecho, la ciencia utiliza plantas, raíces, hojas, animales para obtener los principios activos de muchos medicamentos como el aloe vera, la cafeína, los aceites etc
Hablas en la primera parte de la invasión de Estados Unidos y la expropiación de campesinos haitianos (que tuvo lugar en 1908). ¿Es un momento particularmente doloroso de la historia haitiana? ¿Crees que este suceso sigue estando en la memoria colectiva?
Micheline Dusseck: Yo creo que ha tenido una influencia muy importante en nuestra historia aquella primera gran invasión norteamericana, aunque EEUU ha estado siempre controlando a los presidentes títeres que se han sucedido al frente de esa pequeña nación caribeña. Sin duda, hubo un antes y un después de la invasión porque generó cambios notables.
Si bien pudo observarse una estabilidad política durante este periodo, en cambio desde el punto de vista económico, hizo de Haití un país satélite de sus finanzas y, a la larga, un parásito de las ayudas del mundo occidental. Además, reavivó el racismo aupando en la administración y el gobierno la minoría mulata. Creó un cuerpo de policía represivo.
Lo positivo de aquella ocupación fue la reacción de la clase intelectual contraria a ella. Poetas y novelistas se desconectaron de la literatura de la madre patria y crearon una escuela indigenista más representativa de su país, su pueblo y su cultura afroamericana. Las obras más importantes de la escuela indigenista consideran los problemas de los campesinos y la clase media. Sus representantes más notorios son Dr Price Mars, Jacques Stephen Alexis y Jacques Roumain.
Cuando los familiares que protagonizan esta novela se encuentran por primera vez con unos blancos americanos, el dolor de la historia haitiana y el recuerdo de la esclavitud vuelven a resurgir. ¿Crees que las relaciones de Haiti con el mundo occidental siguen afectadas por el fantasma de la trata negrera?
Micheline Dusseck: Creo que sí. Tanto los españoles como los franceses no han sido los protagonistas de las mejores páginas de la historia haitiana. Para ellos, la palabra colonización significó conquista pero para nosotros dominación. Los haitianos son en general orgullosos de su pertenencia racial porque se saben descendientes de valientes esclavos que vencieron a sus amos y forjaron una patria; una osadía que no perdonó el mundo occidental.
La mezcla de razas, de ningún modo antinatural, más bien una renovación genética de la especie humana, ha creado en el país una elite no siempre en comunión con la mayoría negra del pueblo haitiano.
Describes en este libro la gran alegría de las fiestas haitianas. La importancia de la música, la exuberancia de algunos bailadores, el gusto por reír y disfrutar. ¿Existe algo mejor que esas fiestas?
Micheline Dusseck: He vivido en mi infancia y en estos últimos años el carnaval de Haití que me pareció de los más animados. También en mi patria hay fiestas populares y romerías que son tan concurridos como el Rocío. Con el vudú se ha introducido los tambores en las iglesias y algunos ritos comunes del catolicismo se han transformado en auténticas celebraciones. El vudú también es un nexo de unión en los pueblos. Ha sido muy importante en la revolución y lo ha sido siempre a nivel social y cultural.
En algunas ocasiones muestras como la pobreza y la falta de oportunidades se hace insostenible. Muchos personajes deciden emigrar e irse a EEUU u otras islas del Caribe. ¿Crees que la inmigración es la gran vía de escape para la población haitiana?
Micheline Dusseck: A nivel individual, emigrar puede representar la única manera de escapar de una vida de privaciones pero a nivel nacional, deja el país sin sus ciudadanos más válidos en provecho de los países ricos, sobre todo cuando esos últimos fomentan la migración de un perfil acorde a sus necesidades.
¿Con cuál de las mujeres de esta historia te identificas más?
Micheline Dusseck: Me gustaría ser Simone porque tiene mucha voluntad, mucho empeño. Ella siempre levanta la cabeza. Su hija Lamercie, en cambio, es una víctima. Erzulie [la nieta] es muy realista. Es una mujer más moderna, más actual. Quiere que su hombre sea para ella, aunque sabe que es difícil que lo sea. Ella no acepta ser un juguete en las manos de los demás.
¿Sigues escribiendo?
Micheline Dusseck: Sí, sigo escribiendo. Tengo 8 textos para los que busco editor. Una novela histórica de la época de Toussaint Louverture y otra novela titulada “¿Eh tú?” en la que hablo de los niños de la calle y presento a la sociedad haitiana desde otra perspectiva. Estoy a la espera de la reedición de "Ecos del Caribe". Para mí es el reconocimiento de una obra que también se ha traducido a otros idiomas como el alemán, italiano, polaco y rumano. Gusta mucho en los ambientes universitarios porque permite entender y analizar la sociedad haitiana.
¿Cómo ves el futuro de tu país con el nuevo presidente electo Michel Martelly?
Micheline Dusseck: Estoy preocupada pero he de darle un voto de confianza como lo hizo el pueblo cansado de que dirigentes con títulos; abogados, médicos, profesores, sacerdotes no hicieran más que decepcionarle. Tal vez, su amor por los campesinos, que Michel Martelly dice representar, le motiva para trabajar para ellos.
Espero que Michel Martelly sepa rodearse de gente válida. Ahora mismo, el país está arruinado y por eso pienso que no sólo es el gobierno el que pueda levantar el país. Es también la diáspora la que tiene que actuar y el pueblo de Haití en su conjunto. Las ayudas internacionales no han llegado todavía. El país tiene que despertarse y unirse, así como está pasando en los países árabes. El pueblo debe trabajar y sacrificarse. El pueblo es el que levanta a un país.
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