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Corea del Norte, lista para la guerra a la carta

“La característica de la inseguridad es la bravuconería” Brandon Sanderson
Miguel Massanet
miércoles, 12 de abril de 2017, 00:00 h (CET)
Es posible de que, en Europa, se esté pendiente de lo que los habitantes de la Rubia Albión están dispuestos a hacer para llevar adelante el “brexit” que acordaron hace unos meses, para apartarse de la tutela de Europa y seguir su camino solos, pensando en aquello de que “mejor solos que mal acompañados”, aunque esto mismo podríamos decir el resto de países europeos respecto a un país que sólo estaba dispuesto a beneficiarse de todo aquello que la favorecía de la UE y, no obstante, cuando se trataba de soportar las cargas inherentes a formar parte de un colectivo que debe compartir deberes y derechos, entonces se ha hecho la remolona, especialmente en cuanto se ha tratado de recibir a la cuota de inmigrantes que le correspondía. Y tampoco podemos despreciar el estado de inseguridad que la política española está causando en aquellos ciudadanos que temen que, aquellos partidos políticos que han decidido lanzarse a la conquista del poder para instaurar una república al estilo de la del Frente Popular, consigan sus objetivos y nos conduzcan, otra vez, hacia el abismo de la quiebra soberana, a semejanza de aquella de la que, milagrosamente, conseguimos salvarnos por los pelos, cuando en noviembre del 2011 el PP se hizo con el gobierno de España.

Sin embargo, también existen otros peligros, como se viene demostrando por los repetidos ataques del terrorismo islámicos a Europa, sin discriminación alguna respecto a las naciones en las que causa estragos ni necesidad de utilizar grandes infraestructuras o medios muy costosos para conseguir sus propósitos de tener aterrorizada a la ciudadanía, sabedora de que, en cualquier momento o en el lugar que fuere, puede producirse la explosión de un artefacto, un sujeto puede disparar un arma automática, clavar un cuchillo o un camión de gran tonelaje, conducido por un loco, se lance como un bólido sobre una serie de indefensos ciudadanos que, simplemente, van caminando por una vía pública. Esta clase de amenaza no se puede combatir con las armas tradicionales, los ejércitos al uso, los tanques o los poderosos cazas de última generación, porque las gentes que se prestan a cometer tamañas barbaridades, en realidad, son personas de apariencia normal, de comportamiento corriente y que, puede estar viviendo en el piso de al lado de su propia casa.

En realidad, Europa se ha convertido en uno de los objetivos predilectos del EI o el Daesh y formaciones terroristas que forman parte de su estructura y que los apoyan; sabedores de que, los ciudadanos europeos, no están acostumbrados a que sus costumbres habituales, sus desplazamientos por las ciudades, sus diversiones o sus lugares de trabajo puedan, en un momento determinado, convertirse en una verdadera carnicería de sangre y fuego. Nadie mejor que los españoles para saber que, la horda terrorista, puede llegar a desestabilizar una nación y que, los crímenes repetidos de los llamados lobos solitarios, pueden llegar a causar una verdadera psicosis de pánico, capaz de poner en brete a la policía y los cuerpos de seguridad del Estado, más preparados y eficientes. Quizá, por esta especial particularidad de los españoles, que han tenido que aguantar durante muchos años el fenómeno terrorista en sus propias carnes, con casi un millar de víctimas entre civiles, militares, fuerzas del orden, Guardía Civil y trabajadores de distintas profesiones; nos ha servido para estar especialmente sensibilizados ante este fenómeno y nos enfrentemos a él con más conocimiento de causa y sabiendo lo que puede representar, para una sociedad civilizada, el saber que, cuando sale uno de su casa no tiene la seguridad de regresar a ella si tiene la fatalidad de convertirse, aleatoriamente, en el objetivo escogido como víctima de la insania criminal de los yihadistas.

Pero, señores, no es suficiente que nuestras autoridades estén en constante vigilancia para evitar, dentro de lo posible, que estos criminales se infiltren en nuestra sociedad, se radicalicen y ayuden a radicalizar a otros y, en un momento determinado, puedan poner una bomba en cualquier calle céntrica de una ciudad provocando una matanza de ciudadanos. En realidad, estamos ante una situación mucho más peligrosa, incontrolable y, por supuesto de dimensiones infinitamente mayores y letales que las que nos pudieran provocar los terroristas islamistas. Y no es, precisamente, a pocos kilómetros de España, ni tiene nada que ver con el contencioso entre Inglaterra y España por el peñón de Gibraltar; porque, donde está localizado el epicentro de esta posible amenaza, es a muchos miles de quilómetros, en una nación que lleva años formando parte de aquel comunismo de la limpieza étnica al que pertenecieron Mao Ze Dong, Pol Pot, Stalin etc. Estamos hablando de Corea del Norte y de su dictador Kim- Jong-Un, un verdadero sicópata que no sólo tiene atemorizados a todos los que tiene bajo sus órdenes, que hizo asesinar a su tío, al jefe máximo de las FF. AA y a todo aquel que estima que puede representar un peligro para él, sino que tiene a todo el pueblo en la más completa miseria debido a que todo lo viene invirtiendo en construir un ejército dotado de los más modernos armamentos y medios de destrucción masiva conocidos.

Este peligroso elemento tiene a su disposición 22 bombas nucleares y misiles con carga nuclear capaces de alcanzar los 6.000 km de distancia. Su diversión preferida es la de ir haciendo pruebas de misiles intercontinentales, amenazar a Japón, enfrentarse a los EE. UU provocándolos, sin que las advertencias que se le han venido haciendo respecto a su actitud belicosa hayan tenido el menor efecto, salvo el de irritarle aún más y redoblar sus amenazas. Precisamente, en estos momentos nos encontramos en una de aquellas coyunturas en las que es posible que tenga lugar un estallido de violencia que pudiera afectar a toda la humanidad. El presidente de los EE. UU ha enviado a una escuadra de navíos de guerra dirigida por un portaviones, el Carl Vinson, para advertir al líder coreano que no están dispuestos a permitir que, Corea del Norte, siga amenazando con pruebas balísticas y nucleares a los países vecinos y a los mismos EE. UU. Hay que decir que, la noche anterior, el señor Trump cenó con el líder chino, señor Xi Jinping y parece que, ambos mandatarios, coincidieron en la necesidad de desnuclearizar Corea del Norte. ¿Estará también de acuerdo, el señor Kim-Jong- Un, en despojarse de su poderío atómico o, tendrá la tentación, dentro de su locura suicida, de apretar el fatídico botón rojo que provoque el holocausto nuclear?

Seguramente no lo pensaríamos o, al menos tendríamos la esperanza de que así fuera, de otros líderes que hubieran conseguido armamento atómico (si excluimos al presidente de Irán que, quizá por otros motivos de tipo religioso, se creyese un enviado del cielo para acabar de una tacada con los “infieles” que no quieren convertirse al islamismo) que, con toda seguridad, no querrían ser los que desencadenasen un tipo de guerra que, probablemente, sería el fin de la presencia humana en la tierra; lo que, como es natural, no le cabe en la cabeza a cualquier persona sensata que tenga un mínimo de sentido común y abrigue, aunque fuere en poca cantidad, unos sentimientos éticos y morales que le hagan reflexionar sobre la barbaridad que representaría acudir a tal tipo de procedimiento.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, es muy posible que mientras estamos escribiendo estas líneas, en alguna parte del océano Pacífico, rumbo al Mar de China, esté navegando la task forcé naval americana aproximándose a las aguas coreanas, mientras los servicios de vigilancia chinos, norcoreanos y japoneses siguen de cerca sus pasos. Lo que ignoramos es si el señor Kim-Jong-Un, está esperando el momento de lanzar algún misil de pruebas para que explote a unos kilómetros de donde el almirante de la flota americana tiene previsto dirigirse. Lo que pudiera pasar, en este caso, seguramente requeriría algo más que la simple imaginación de quien les está hablando del tema. Nada más Dios sabe el resultado de esta jugada.

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