Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | alcohol | Social

Alcohol al volante, responsabilidad colectiva

Todo cambia para muchas personas un instante a causa de una serie de decisiones. Como la vida no tiene botón de Rewind, tenemos la responsabilidad de vivir con plenitud y de buscar la felicidad sin poner a otros y a nosotros mismos en peligro
Carlos Miguélez Monroy
sábado, 22 de abril de 2017, 10:41 h (CET)
“Yo siempre pienso, ¿y quién te ha dicho a ti que quiero que conduzcas por mí? Las copas de vino que yo tengo o no tengo que beber déjame que las beba tranquilamente; no pongo en riesgo a nadie ni hago daño a los demás”. Así se refería el ex presidente de España, José María Aznar, hace varios años, a la campaña No podemos conducir por ti que puso en marcha el gobierno de entonces.

Puede parecer una simple anécdota sobre un ex presidente pasado de copas o de bilis contra sus adversarios políticos, pero refleja cierta postura social sobre conducir con alcohol o alguna sustancia en el cuerpo. Las alusiones a la libertad individual no se sostienen cuando está en juego la vida de otras personas.

Un joven de 33 años estrelló su BMW contra un poste a 180 kilómetros por hora con cuatro pasajeros a bordo en una avenida en plena Ciudad de México. Sobrevivió y se encuentra en cárcel preventiva, con una posible condena de más de 20 años por haber matado a las cuatro personas que lo acompañaban y porque las familias de las víctimas le niegan el perdón. Exigen que caiga sobre él todo el peso de la ley, aunque la cárcel como castigo no les devolverá la vida de sus seres queridos que murieron en el trágico accidente, ni garantiza una prevención de futuras muertes, ni reeduca o rehabilita al conductor. El enfoque penal a este problema no ha resultado decisivo en México y en otras partes del mundo.

En Estados Unidos, más de 10.000 personas mueren cada año en accidentes de tráfico relacionados con el consumo de alcohol, según datos de Centers for Disease Control and Prevention. Para poder visualizarlo mejor: 28 personas diarias, una muerte cada 53 minutos. En México, el séptimo país en muertes por accidente de tráfico en el mundo, mueren 24.000 personas cada año por conducir bajo los efectos de bebidas etílicas, según la Organización Panamericana de la Salud, la oficina regional de la OMS; 55 muertos cada día.

En España, cerca del 40% de los conductores muertos en carretera presentaban alcohol o drogas en su organismo en el momento de su muerte, según datos obtenidos de las autopsias que realiza por ley el Instituto Anatómico Forense a quienes mueren de forma traumática.

El endurecimiento de los códigos penales y la reducción de los límites de consumo de alcohol al volante han tenido resultados limitados. A pesar de los puestos de control de la policía y de las medidas penales puestas en marcha, aún existen inercias y resistencias culturales. Muchas personas conducen bajo los efectos del alcohol aunque hayan visto impactantes campañas o hayan escuchado miles de veces las posibles consecuencias. Las personas colocan cierta barrera para afirmar “eso a mí no me puede pasar”.

Se puede abordar un cambio de cultura desde la educación y el diálogo dentro de las familias para que las personas, dueñas de su libertad individual, incorporen también un sentido de responsabilidad colectiva al conducir con alcohol en la sangre. Llevan a sus espaldas su vida y la de las personas que le acompañan en el coche, y la de todas las personas, conductores y peatones, se van a cruzar en su camino hasta llegar a su casa. Muchas personas no llevan coche cuando saben que, con mucha probabilidad, van a beber. Pero luego, liberados de esa responsabilidad y con el sentido del juicio y de la responsabilidad nublados, se suben, acompañan a conductores que quizá sí han consumido. Por eso no se trata de traspasar la responsabilidad a otros sin más ni de plantear el problema de forma individualista. Con alcohol de por medio, se pueden incentivar medios de transporte públicos o alternativos: Metro, autobuses o taxis. Resulta paradójico negarse a subirse a un taxi por cuestiones de seguridad y preferir en su lugar conducir ebrio o ir de copiloto con alguien que ha bebido o consumido alguna sustancia.

Todo cambia para muchas personas un instante a causa de una serie de decisiones. Como la vida no tiene botón de Rewind, tenemos la responsabilidad de vivir con plenitud y de buscar la felicidad sin poner a otros y a nosotros mismos en peligro.

Noticias relacionadas

Como todo el mundo conoce, en nuestro precioso idioma español, el apellido del presidente de los EE.UU. de América, se pronuncia “tramp”. En esencia, la “u” se convierte en “a”, y todos tan contentos: o tan disgustados ¡qué más da! Esta circunstancia lingüística me viene como anillo al dedo para lo que a continuación voy a explicar, con todas sus letras.

Cada día veo más necesaria la puesta en práctica de la moraleja que se desprende de esta fábula.Sabemos que las fábulas son dichos cortos que pretenden transmitir una enseñanza moral, basándose en actos y actitudes de los animales fácilmente asimilables a los seres humanos. En este caso el fabulista escenificaba las vicisitudes de dos burros que se encontraban atados entre sí.

La corrupción es una enfermedad endémica en la humanidad. El virus de la dolencia se inoculó en el momento en que Adán, el primer hombre de quien todos procedemos, comió el fruto del árbol que el Creador le había prohibido comer. Su desobediencia se conoce como pecado. Como el pulpo, tiene muchos tentáculos. Uno de ellos es la corrupción que nos saca de quicio.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto