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Etiquetas | Política | Podemos

Niñatos

Los espectáculos de Podemos, entretienen, pero no ayudan a nadie a vivir mejor
Iria Bouzas Álvarez
miércoles, 26 de abril de 2017, 00:00 h (CET)
En estos días Podemos ha vetado que Iñigo Errejon siga participando, tal y como venía haciendo hace tres años, en la tertulia política de la Cadena Ser `Hora 25´.

Hasta aquí parece que no hay ninguna novedad. En Podemos se le da a la discrepancia interna exactamente el mismo sitio que en el resto de los partidos. Ninguno. Al fin y al cabo para poder aceptar la discrepancia y el cuestionamiento hay que tener al menos un poco de madurez y un mucho de liderazgo y ya sabemos que los dirigentes de la política patria actual tienen un mucho de mediocres y poco más.

La vertiente vodevil de esta polémica surge cuando la flamante que no flameante nueva portavoz de Podemos en el Congreso se presenta en dicho programa para participar en el debate en lugar de su predecesor Errejón, sin haber sido invitada.

Se iba a emitir un especial desde el Museo Reina Sofía, así que la diputada Montero sin que sus fobias monárquicas empañasen un ápice su determinación, se plantó en el programa. Evidentemente los responsables del mismo le dijeron que no podría participar ya que ellos no la habían invitado. Se me ocurren múltiples formas de calificar esta actitud por parte de Podemos pero creo que son dos los adjetivos que mejor les definen ahora mismo: “Cutres y niñatos”

Cutres porque no hay forma de pensar que empequeñezca más un espíritu que aquella que te hace rodearte de aquellos que nunca te cuestionan y que te hace aislar y expulsar a los que te contradicen. Pablo Iglesias no ha llegado aún al punto de madurez política en el que entiendes que un compañero leal es aquel que te lleva la contraria cuando cree que con eso suma. Si no te cuestionas no creces y si no creces te conviertes en un perfecto mediocre.

Niñatos porque sus actitudes frente a casi todo recuerdan demasiado a las pataletas de unos adolescentes consentidos. Ninguna persona adulta y razonable se presenta en un lugar al que no ha sido invitado y luego se queja de que no le hayan querido allí. Un adolescente consentido aún está a tiempo de ser encauzado y reeducado por unos padres firmes, en los carnets de los dirigentes de Podemos pone que ya son mayores de edad, dudo mucho que haya quien pueda hacer nada para ayudarles a madurar si no quieren hacerlo.

Y mientras siguen con estas niñerías muchos de sus votantes e inscritos se desesperan. Se quejan donde pueden ser escuchados o leídos de que ellos se unieron a su proyecto para luchar por unos ideales y por un modelo de sociedad diferente. De los espectáculos dantescos no estaban advertidos.

He de decir que aunque estas escenas lamentables nos den mucho sobre lo que escribir a los que nos gusta más que nada en la vida dedicarnos a juntar letras, personalmente preferiría no verlos. Al fin y al cabo servidora, por más palos que se lleve, aún cree en la política. Y sigo pensando que no se puede olvidar nunca que detrás de los debates de ideas está un país lleno de ciudadanos que necesitan seguir adelante con sus vidas.

Los espectáculos entretienen pero no ayudan a nadie a vivir mejor.

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En un mundo que presume de avances sociales, tecnológicos y morales, hay un virus antiguo que sigue latiendo bajo la superficie, “el egoísmo”. No se trata de una simple preferencia por uno mismo, sino de una actitud enquistada que se manifiesta, con demasiada frecuencia, en la avaricia y la indiferencia hacia quienes solo aspiran a algo tan básico como vivir con dignidad.

Muchos se interesan por mi opinión sobre el nuevo papa. Y yo que sé. Un montón de personas, alguno de mi familia, hablan de Robert Frances Prevost como si le conocieran de toda la vida. Ciertamente, estuvo en Málaga durante unos días en mi querido Colegio de los Olivos, lo hizo en función de su cargo dentro de la Orden agustiniana. Anecdóticamente, tengo un ahijado que comió con él en una ocasión. Pues muy bien.

Existen hoy periodistas, si se les puede llamar así, que buscan la conformidad fácil reivindicando un ateísmo moderno y un antitradicionalismo de manual progre, y perdonen, pero no estoy de acuerdo. Es triste que basándose en tópicos y estereotipos que son minoría en muchos sentidos, se pierda el respeto a las tradiciones y a la cultura religiosa, que es mucha.

 
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