Será cosa de la edad, pero los últimos años el día de Todos los Santos paseas por el cementerio consciente de algunas de las vidas que han pasado al descanso eterno, y pones nombre, apellido, rostro, y vida con anécdotas a fulano, mengano o, al vecino sotano. Mientras la gente comenta sobre el ramo de flores tan bonito que han traído este año sus hijos e hijas o, vaya lápida que le han puesto a su padre o madre, yo recuerdo como estos trataron al difunto en sus últimos días.
La casualidad hizo que el año pasado y el anterior, algunas de esas lápidas hermosas, ramos pomposos y caros, esconden un final de la vida del difunto terrible. Como por ejemplo: sólo en un asilo al que sus hijos no se habían acercado en el último año y medio, gritos y vejaciones como las que sufrió la vecina de mi abuela que más de una vez cruzaba la plaza para llegar a nuestra casa con el fin de que mi abuela o mi madre le pusiesen bien el viso o le ayudasen a peinarse, o ancianos que iban a rastras por la calle ante la insensibilidad de sus hijos que veían que sus pies no daban más de si, mientras otros salían a la vía como verdaderos pordioseros y vagaban por ellas fruto de la enfermedad del olvido.
Pero muerto el problema, ahora sólo debemos dedicar un día al año, así de fácil, sencillo y cruel. Algunos de los familiares de los casos descritos traen grandes ramos de flores, exóticas si es el caso, la lápida goza de un relieve Barroco aderezado con lágrimas de cocodrilo y frases como: “cuanto lo queríamos”, “cuanto lo echamos de menos”, “que falta nos hace”; a ver si de este modo eluden el hedor que desprende su mala conciencia.
Este año no estaré el día de Todos los Santos a ver a mis abuelos y familiares, seguro que como otros españoles que no creen en la fiesta o que se la trae floja. Por el contrario, yo si creo en la festividad como tal, pero no necesito ir este día al cementerio a ver a mis difuntos, ni creo que me lo tengan en cuenta, porque mientras estuvieron en vida gozaron de un trato familiar, próximo, con cariño, paciencia y ternura, y porque algunos deciden demostrar el apego y la estima en los momentos duros y no ahora con flores y lápidas.
Una vez escuché a un médico decir a los hijos de una enferma, “esta señora se ha muerto de ganas que tenia de morirse” la historia es la de siempre los hijos apartaron como a un perro al padre o madre anciano y, ahora se acercan a llorar al muerto o a lamentar lo que hicieron. Yo creo que las cosas se demuestran en vida, los actos a título póstumo me parecen memeces para la galería social que contempla el espectáculo como si de un circo se tratase.
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