Este es un extracto de la introducción al libro El Río de la Duda, traducido y prologado por Jaime Moreno Tejada, que se acaba de publicar con Ediciones del Viento:
Theodore “Teddy” Roosevelt atravesó el Mato Grosso y el Amazonas a finales de 1913 y principios de 1914, en una aventura que casi le cuesta la vida, seis años años antes de su muerte. Este es el Roosevelt que fue presidente de los Estados Unidos entre 1901 y 1908; el campeón de la doctrina del Gran Garrote, o Big Stick, según la cual uno debía ser diplomático en el verbo y contundente en todo lo demás; el que primero convenció a los “americanos” de que la prosperidad de su país pasaba por la estabilidad del mundo, y bien valía una invasión, una guerra, un gobierno marioneta; el que dejó la política al margen, tres años antes de ser elegido presidente, para luchar de forma voluntaria por la independencia de Cuba; el promotor del gobierno estadounidense en Filipinas desde 1898; el primer Republicano en el sentido moderno de la palabra. Rooselvelt, también, el aventurero.
Roosevelt se encontró con el cargo de Presidente en 1901, a la edad de 42 años, tras el asesinato de William McInley. Su vida fue intensa e improbable, un remolino de actividad, y un cúmulo de hazañas y de reconocimientos. Roosevelt confiaba en sí mismo y admiraba a quienes eran como él: un deportista nato, un científico apto, un filósofo razonable. Roosevelt, en efecto, podría ser el último hombre decimonónico, heraldo de eso tan pasado de moda que es la virilidad. Si hubiera que usar una palabra para describirle, yo usaría “estamina”, que no aparece en el D.R.A.E. pero que inunda los libros de aquella época. “Estamina” significa aguante, capacidad de resistencia ante la enfermedad y la fatiga. Quienes andaban faltos de estamina, eran enviados a elegantes sanatorios en los Alpes. Roosevelt la tenía en abundancia. Estamina americana. Es, junto al Che Guevara y Marcel Proust, uno de los asmáticos más célebres de la historia. Como al resto de asmáticos notables, le faltaba el aire pero no la energía. En 1912 recibió un balazo en el pecho. Se salvó gracias a un monóculo y a un fajo de papeles, que guardaba en el bolsillo de su chaqueta. Supo que viviría porque no tosía sangre, y así se lo comunicó a sus doctores, que tomaron nota y le dejaron la bala alojada en el tórax. Unos meses después estaba otra vez en marcha, en una región ignota del Amazonas, descubriendo un río desconocido. Vivió, en fin, con la intensidad típica del “hombre hecho a sí mismo”. Un self-made man, un Rockefeller o un Buffalo Bill. Roosevelt era, en cierto sentido, el reducto de la identidad americana.
(…)
El viaje por el Mato Grosso fue una aventura romántica. Roosevelt dedica muchas líneas a la descripción bucólica de la naturaleza; con frecuencia al hablar de la fauna y la flora, El río de la Duda parece prosa poética, y entonces cada largo verso viene precedido de la fórmula “vimos”, en una especie de letanía. La segunda parte del libro transcurre en el Planalto, la meseta brasileña que divide las cuencas de los ríos Paraguay y Amazonas. Por esta región, parecida a la sabana africana, la expedición viaja a lomos de mula y sufre algunos contratiempos –como la falta de pasto, que obliga a ir abandonando a los animales por el camino. También en el Planalto, Roosevelt conoce a los nambikwaras. Unas décadas después, este grupo indígena sería inmortalizado por el antropólogo belga Claude Lévi-Strauss en su célebre Tristes trópicos. Cuando Roosevelt los encuentra, apenas comienzan a relacionarse con el hombre blanco, y por ello el relato del expresidente tiene cierto valor etnográfico. Pasado el Planalto, la expedición llega al Amazonas. La poesía concluye aquí y la curiosidad innata del naturalista da paso al crudo instinto de supervivencia. Enfermedad, locura y muerte, penurias, escasez, incertidumbre… El Amazonas es claustrofóbico y el Río de la Duda, al que Roosevelt dedica el último tercio del libro como fantástica conclusión de su aventura, es una pesadilla. Este no es un viaje de placer: solamente la buena fortuna le permitió vivir para contarlo.
Una parte de la expedición se capturó para la posteridad en cámara cinematográfica.
El río de la duda Por el Mato Grosso y el Amazonas Theodore Roosevelt
Traducción, prólogo y notas de Jaime Moreno Tejada
Sucesos existen, ilustres damitas gatas, un día se dejaron de ver porque algo les pasara. El terrible envenenamiento del insensato humano, es un pobre diablo.
Escribo estas líneas a un mes de que se lleve a cabo la presentación de la VI Antología internacional de poesía Sabersinfin, la cual comenzará a circular en el marco de la inauguración del VII Encuentro Internacional de Poesía Sabersinfin. Como una forma de empezar a preparar el terreno de este emprendimiento literario de Puebla, México para Latinoamérica, que concentró la inspiración de ochenta y nueve amantes de la poesía, les anticipo el prólogo.
Por Rosa Mas, bióloga vegana y activista por la liberación animal, colabora en diversas asociaciones antiespecistas, así como en proyectos de restauración ecológica en espacios urbanos y periurbanos. Ha sido coordinadora junto a Jaym* del Val de las 1ª Jornadas VeganArarQueer celebradas en Mislata (Valencia) durante los días 5 y 6 de abril del presente año.