Hoy, 20 de noviembre de 2011, todos los nacidos en 1993 podían llevar a cabo su derecho al voto por primera vez en sus vidas. El mismo tiempo, una mayoría de edad, que hacía que el Athletic no profanaba futbolísticamente el coliseo nervionense. Hoy, esos mismos aficionados post-adolescentes del Athletic que no habían votado nunca y no conocían una victoria de su equipo en el Sánchez Pizjuán, han experimentado ambas sensaciones por primera vez. Y en lo referente a lo deportivo, lo han hecho a lo grande, viendo a su equipo jugar como los ángeles ante un rendido y apocado Sevilla FC.
Se temía mucho el partido entre la afición sevillista, consciente de las malas señales que su equipo lleva emitiendo desde el principio, y los hechos dieron la razón. El Sevilla contaba con el refuerzo moral y futbolístico de la recuperación de tres puntales ofensivos; Kanouté, Perotti y Negredo. La obligada baja por sanción de Medel era suplida por Fazio como la gente esperaba (o casi mejor decir temía), y el equipo blanco se presentaba en el duelo con la intención de romper la mala racha inaugurada el día del Nou Camp.
Por su parte, el Athletic proponía una defensa de tres, apuesta que a priori podría tacharse por muchos de defensiva; pero nada más lejos de la realidad a la hora de la verdad. Apenas empezó a rodar el balón, sólo hubo un equipo de verdad en el campo.
Y pronto se puso de cara el partido para el conjunto bilbaíno. Un córner botado en la banda izquierda del ataque rojinegro fue horriblemente despejado por Negredo al corazón del área para que Iraola la empalara a bocajarro y pusiera por delante a su equipo. Jarro de agua fría para un equipo, el sevillista, que anda justo de moral, de amor propio y, sobre todo, de ideario futbolístico. Un Athletic superlativo en lo físico, con una fe en sus posibilidades rayana en lo fundamentalista, presionaba la salida del balón del Sevilla desde prácticamente Javi Varas, inseguro toda la noche al igual que el resto de la defensa.
A pesar del empate relativamente pronto de Jesús Navas y de alguna escaramuza sevillista, siempre fue el Bilbao, como ya es triste tradición en el estadio de Eduardo Dato, el que mandaba y daba la impresión de poder marcar. Esta fe en sus posibilidades, unida a la claridad de ideas a la hora de llevarlas a cabo, posibilitaba que el Athletic siempre tuviera apoyos cerca y presiones muy coordinadas, mientras los jugadores sevillistas temblaban como flanes cada vez que recibían el balón. El Athletic ha desterrado su añeja idiosincrasia de equipo directo y de balonazo, y juega ahora un fútbol combinativo y rápido que aliña con la presión adecuada para recuperar el esférico en zonas de peligro. Con la sensación de que podía pasar lo que en efecto pasó después, se llegó a un descanso en el que se esperaba una reacción por parte blanca.
Pero lo que nadie esperaba a la vuelta del vestuario era el soberano baño que el equipo andaluz iba a recibir desde el pitido inicial. Un Athletic desatado horadaba el entramado defensivo del Sevilla, cada vez menos convencido de sus posibilidades. Fue especialmente significativa la cantidad de balones regalados al contrario por parte de los blancos; una costumbre que ya es endémica pero que se ha superlativizado en este partido. El futbolista andaluz sentía de manera inconsciente el aliento de un león cada vez que recibía el balón, lo que le hacía ejecutar acciones sin haberlas pensado antes. El gol de De Marcos, tras un fallo indignante de Spahic por cuanto a la suficiencia que desprendía en la jugada, no era sino la culminación de un proceso de deglución por parte del Athletic. Había cansado y machacado a su adversario, y llegado el momento, lo devoró sin piedad.
A partir de ahí, nadie en el Pizjuán pensó por un momento que su equipo pudiera levantar el partido. Una escuadra mortecina, con jugadores con poca personalidad, incapaz de hacerle una sola situación de peligro en toda la segunda parte al Athletic, y dirigido por un hombre que da peligrosas muestras de cabezonería injustificada y pocas soluciones pre y durante el partido; eso se encontró el aficionado sevillista. Del gol al final, cómodas triangulaciones bilbaínas, impotencia sevillista y solicitud de tiro de gracia en los estertores del partido. El Athletic se sube al carro europeo de la mejor manera, con un fútbol total que promete grandes alegrías de seguir llevándose a cabo de la manera que llevan haciendo últimamente.
Por su parte, el Sevilla se quita de motu propio el cartel de aspirante a nada que no sea divagar por zona de nadie en la tabla. Si de verdad quiere aspirar a Champions, cosa que hoy suena casi a chiste de mal gusto, tienen esta pusilánime plantilla y este entrenador superado bastante trabajo por delante.
|