Les aseguro que el tema de los recortes a los funcionarios y a los servicios públicos no me hace ninguna gracia. A veces veo peligrar nuestro estado de bienestar que empezó a gestarse durante la tan odiada dictadura.
Lo que me parece un delito es que el Partido Socialista de Cataluña ponga el grito en el cielo ante las medidas que toma ahora el Ejecutivo de CiU, medidas que por otra parte intentan reducir las deudas y el déficit que los socialistas catalanes dejaron en herencia al actual gobierno. Pero ahora la cosa es distinta, una vez en la oposición, sólo les queda poner trabas y criticar a viva voz al que intenta solucionar sus errores, y eso que tras mostrar su incompetencia en la gestión pública se largaron de rositas sin responsabilidad alguna. Al menos podrían quedarse mudos de vergüenza.
Por otro lado, en el Gobierno de España estamos asistiendo a un traspaso de poderes modélico, una concordia entre el PSOE y el PP jamás vista. Por lo pronto, se sospecha que la ministra de Economía, Elena Salgado, muy suspicaz, tenía unas medidas duras sobre la reducción del déficit que prefirió no aprobar hasta pasadas las elecciones del 20 N. Ya se olían perdedores los socialistas, un legado que cargan no sólo al nuevo gobierno del Partido Popular, sino a los ciudadanos que sufrimos de nuevo las medidas sociales del Ejecutivo de Zapatero, que de Social sólo tenía la “S” de Socialista.
Con este panorama, los ciudadanos apaleados, humillados, mentidos y burlados, tememos que el nuevo Gobierno tome nota de Cataluña y que siga las riendas del PSOE, y aplique tijera por doquier. Aunque no debemos preocuparnos, porque al fin y al cabo, a usted, a mí, a su vecino, o a su amigo, la austeridad le viene impuesta a golpe de ley, decreto, subida de la luz, del gas, del agua o del IVA.
Al menos, sólo nos queda esperar que los impuestos fruto de esos recortes no acaben en políticas de despilfarro, de promesas electorales y de subvenciones inútiles.
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