Ya en 1934, Antonio Machado recordaba a los conservadores y tradicionalistas, por boca de Juan de Mairena, lo siguiente:
Los conservadores
“Primero. Que si la historia es, como el tiempo, irreversible, no hay manera de restaurar lo pasado
Segundo. Que si hay algo en la Historia fuera del tiempo, valores eternos, eso que no ha pasado tampoco puede ser restaurado.
Tercero. Que si aquellos polvos trajeron estos lodos, no se puede condenar al presente y absolver al pasado.
Cuarto. Que si tornásemos a aquellos polvos, volveríamos a estos lodos.
Quinto. Que todo reaccionarismo consecuente termina en la caverna o en una edad de oro, en la cual solo a medias creía Juan Jacobo Rousseau” .
Los reformadores de profesión
En cuanto a los “reformadores de profesión”, Juan de Mairena recuerda:
“Primero. Que muchas cosas que está mal por fuera, están bien por dentro.
Segundo. Que lo contrario también es frecuente [es decir, que muchas cosas que están bien por fuera, están mal por dentro].
Tercero. Que no basta mover para renovar.
Cuarto. Que no basta renovar para mejorar.
Quinto. Que no hay nada en el mundo que sea absolutamente impeorable”.
Traducciones
Se trata de unos cuantos mensajes, válidos para conservadores y progresistas actuales, que convendría no olvidar, en ninguno de los casos. Y, como conservadores y progresistas ya se han mezclado tanto, hoy, cada uno de los mensajes sería válido tanto para unos como para otros. Si no, vamos a hacer algunas “traducciones” adaptadas a la actualidad:
La historia no puede volver
Primero. La historia es, efectivamente, irreversible. Es absolutamente imposible y dudosamente deseable volver a los tiempos de Aznar; pero, aún más imposible resulta volver a tiempos de Franco; y más aún, a los de la Segunda República, etc., etc. Tampoco, por cierto, se puede resucitar a la Unión Soviética. Ni siquiera a la Revolución aquella.
Segundo. Si es verdad que hay valores objetivos, que lo es, hay que presentarlos como lo que son: condiciones objetivas de supervivencia para las sociedades. Es decir, sabemos que existen valores objetivos porque las sociedades que los abandonan, simplemente, perecen, desaparecen. Tarde o temprano, pero con seguridad.
La forma de gobernar ha caducado
Tercero. Si gobernando y conduciendo a España de aquella forma, España está al borde, no de la quiebra, sino de la muerte, no se puede seguir gobernado y conduciendo a España de esta forma, por mucho que se pueda ser más diestro en la técnica de gobernación. El problema no era solo la incompetencia del gobierno saliente.
Cuarto. Por tanto, si se sigue gobernando a España de esta manera, es decir, como si no fuese una nación de verdad, por mucho que se mejore la técnica de gobernación, España volverá a encontrarse, tarde o temprano, al borde del abismo. Y sin valores objetivos a los que agarrarse. La crisis no es solo económica.
Desde dónde se mira hacia el futuro
Quinto. Por mucho que se hable de “mirar al futuro”, todo conservadurismo, es más: todo proyecto político, sea del signo que sea, se mira en el espejo de un pasado (también los “progresistas”, aunque muchas veces no se den cuenta). Ya sabía el viejo Platón que todo proyecto, y más un proyecto político, era un recuerdo “proyectado” hacia el futuro. No se pueden hacer proyectos sin basarnos en ningún modelo, salvo castillos en el aire. Por tanto, los conservadores están moralmente obligados a pensar primero, y decirnos después, en qué espejo del pasado se están mirando. Y por qué.
En cuanto, a lo mensajes dirigidos a los “reformistas”, algunas “traducciones” más:
Qué será aquello del progreso
Primero. Muchas cosas, muchas partes del tejido social, moral y político, no necesitan, ni pueden “progresar” en modo alguno. Hay instituciones que, si “progresan” se destruyen directamente, como, por ejemplo, el matrimonio o la monarquía. Ciertamente, si uno quiere destruir ciertas cosas, basta con tratar de “adaptarlas a los tiempos que corren”.
Segundo. Del mismo modo, hay muchas cosas que sí necesitan progresar, y de forma urgente. Por ejemplo, las ideas “progresistas”.
Tercero. No basta con hacer leyes y aspavientos en general, para renovar las instituciones ni resolver los problemas. Los problemas políticos tienen muchas vertientes, incluso, oh cielos, vertientes no ideológicas. Por ejemplo, trasladar los restos de Franco tiene muchas vertientes indeseables. Incluso no ideológicas.
Lo mejor y lo peor
Cuarto. No siempre lo nuevo es lo mejor. Por tanto, el hecho de que en la mayor parte de los países “de nuestro entorno”, mucho más avanzado que nosotros, en general, se haya tomado un camino determinado no significa, de ningún modo, que hayamos de tomarlo nosotros. Como hemos podido comprobar en los últimos tiempos, no hay razones de peso para acompañar a Europa hacia su autodestrucción.
Quinto. Todo, absolutamente todo, se puede hacer peor. Por muy mal que se hiciera en su momento. Incluso, se puede hacer peor que nuestro presidente. Mientras haya un país que presidir.
|