Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Artículo opinión

Una Bielorrusia de muerte

Solo cabe esperar, esperar el derrumbe de la última Dictadura europea, que no sea necesaria la anulación o boicot del Campeonato Mundial de Hockey sobre hielo en 2014

Y que los graderíos del país eslavo estén repletos de ciudadanos libres de una jovencísima democracia
Nicolás de Miguel
viernes, 30 de diciembre de 2011, 09:08 h (CET)
Termina 2012 en la Rusia Blanca tan penosamente como comenzó 1994. O lo que es lo mismo, desde que Alexandr Lukashenko gobierna el país centroeuropeo con mano de hierro. Fraude tras fraude electoral, el último hace un año, entre la impotencia de Occidente y la mano, que desde el Kremlin,  mece el gélido régimen bielorruso. Pocos recuerdan ya las masivas protestas en las calles, violentamente reprimidas. El silencio informativo sobre situación política en el Estado-tapón eslavo es notorio.

Se reducen a breves noticias de Agencias, que rara vez pasan a la prensa escrita. Bochorno y vergüenza para una UE que tiene a sus puertas la última dictadura de Europa. Dictadura de la cual los ciudadanos de este lado del limes lo desconocen casi todo, o todo. Un país que no forma parte, obviamente, del Consejo de Europa. No es la primera, ni será la última vez, que escribo sobre un país que ostenta el deshonor de ser el único Estado europeo que aplica la pena capital. Un castigo que Lukashenko considera necesario. Una medida que el líder bielorruso asegura abolirá... "cuando lo haga EEUU".

Terrible. Una pena de muerte que puede ser aplicada sobre los detenidos por el atentado terrorista de Abril, que costó la vida a 15 personas en el Metro de Minsk. Un atentado sobre cuya autoría se ciernen serias dudas, y cuyos presuntos autores fueron detenidos un día después del suceso por la KGB. Si, leen bien, la KGB. Bielorrusia es un país soviético. Toda su arquitectura sociopolítica permanece incólume desde el derrumbe de la URSS. Se alcanzó una independencia de la Tercera Roma que nunca se pidió. Y decidió mantener ese estado policial que le era tan familiar, siendo Belarús un país desconocedor de la democracia, ni siquiera en su versión fantasmal granrusa o pequeñorusa.

Sin libertad de prensa, con unos medios que, en comparación, el añejo NO-DO sería el Libération. El periodismo como tal no existe. Hasta las redes sociales cibernéticas están férreamente controladas, merced a una batería de disposiciones al respecto. Disposiciones entre las que destaca la temible COA (Centro de Operaciones y Análisis) cuyo solo nombre produce escalofríos. Un centro bajo el control directo del Gobierno y cuya titularidad ostenta un vástago de Lukashenko. Con una oposición encarcelada, perseguida y torturada. Los arrestos son parte de la gris y enmudecida vida cotidiana del ciudadano bielorruso. La semana pasada Minsk impidió a los embajadores de la UE visitar a los presos políticos. No han dado fruto las esperanzas depositadas en la presidencia de turno polaca.

Las sanciones que pesan sobre Bielorrusia capitaneadas por Bruselas y Washington no hacen mella en el gélido déspota. Un sátrapa conocedor de la hasta ahora privilegiada ubicación geográfica entre las dos Europas. Y digo hasta ahora porque el nuevo gasoducto germano-ruso, el Nord Stream báltico, no cabe duda puede ser un golpe monumental para Lukashenko. No es Varsovia, sino Minsk (y Kiev) la gran perjudicada en la nueva correlación geoestratégica europea. Su condición de país de paso de las fuentes energéticas rusas hacia Occidente proporcionaba al régimen de la Rusia Blanca una pingüe fuente de ingresos. Condición que a su vez se traducía en la casi inexpugnabilidad de su tinglado político, conocedor como es Lukashenko de los intereses moscovitas.

 La nueva condición de vulnerabilidad se ve acrecentada por los inesperados acontecimientos de las últimas semanas en su Este, donde soplan vientos sino de cambio, si de esperanzas que se creían perdidas. El entendimiento político y energético al que se ven abocados lo dos ejes europeos, pueden poner en solfa al sovjos bielorruso. Las turbulencias no terminan aquí, pues tras años de crecimiento económico basado en su relación privilegiada con Moscú se frenó en seco. El deterioro es notable, pese a los esfuerzos del dictador por ofrecerse al poderoso vecino del Este como gran base militar a su servicio, o retomar el abandonado acuerdo de reunificación con la Gran Rusia. Y por si no fuera suficiente, las relaciones comerciales de Minsk con otros socios, como no, Pekín y Caracas se han resentido. Los recientes escándalos, muy a pesar de la mordaza informativa, con Caracas, con mafia incluida, no ayudan al tirano.

Pero de momento, con 2012 en ciernes, el fortín del viejo comunista ruso blanco sigue ahí. Nuestro deber y obligación ética y ciudadana es seguir denunciándolo. Seguir informando de lo que pasa en las narices tapadas de nuestra pequeña (y empequeñecida) Europa Occidental. Y esperar, esperar que el cúmulo de asuntos someramente esbozados consigan hacer temblar el régimen al que se ve sojuzgado la ciudadanía bielorrusa. Asuntos entre los que sobresale, ineludiblemente, el devenir de los acontecimientos en Rusia. Así pues ójala que el boicot al Campeonato Mundial de Hockey sobre hielo a celebrar en Bielorrusia en 2014, no sea necesario. Y que los graderíos del pantanoso y boscoso país eslavo estén repletas de ciudadanos libres de una jovencísima democracia. Feliz Año Nuevo. Menos para los condenados a muerte.

Noticias relacionadas

El jesuita Marcelo Pérez quería para México un paraíso de paz. Y por defenderlo desde Los Altos de Chiapas, en el sureste de México, ha sido asesinado. Las bandas criminales que operan en ese Estado le querían fuera de su camino. Marcelo Pérez era párroco y se implicaba en la defensa de las comunidades indígenas más vulneradas y a las que el crimen organizado atosiga sin piedad.

Cuba sobrevive entre apagón y apagón. Los cortes de luz son recurrentes y el del pasado 18 de octubre fueron más que sonados. Los cubanos vivieron cuatro días y tres noches sin electricidad. Mientras Díaz-Canel se vanagloriaba del “admirable” trabajo que se había realizado para restablecer el suministro, diez millones de cubanos han vivido 4 días sin electricidad y sin agua.

La decisión del Gobierno de modificar mediante un Real Decreto las mayorías parlamentarias necesarias para la renovación del Consejo de Radio Televisión Española representa un cambio profundo de las bases sobre las que se asienta la democracia española.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© 2024 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© 2024 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto