PHOENIX -- . De forma que no sorprenderá que el
calendario post-discurso del Estado de la Nación del Presidente Obama
incluya estados indecisos tradicionales:
Iowa, Nevada, Colorado, perdidos todos ellos por John Kerry en 2004 pero
ganados por Obama cuatro años más tarde. Michigan, históricamente Demócrata
pero también estado natal de un fuerte candidato Republicano.
¿Pero Arizona?
Aparte de 1996, cuando Bill Clinton derrotó a Bob Dole, Arizona no ha
votado a un Demócrata presidente desde Harry Truman en 1948. Tiene dos
senadores Republicanos y un gobernador Republicano -- y a juzgar por los
resultados de las legislativas de 2010, los augurios no son buenos para los
Demócratas.
En esas últimas elecciones, la delegación legislativa del estado pasó de
tener cinco legisladores Demócratas y tres Republicanos a tener cinco
Republicanos y tres Demócratas. La Legislatura estatal es todavía más
Republicana.
Entonces, ¿Arizona?
La campaña Obama insiste en que es seria al hacer un gesto al estado que,
sostiene, habría estado a tiro hace cuatro años de no ser por el hecho de
que el candidato Republicano, John McCain, era el senador más experimentado
del estado.
Patrones electorales históricos de Arizona aparte, sostiene la campaña, la
demografía del estado en vertiginoso cambio lo convierte de forma lógica --
aunque lejos de estar garantizada -- en objetivo de una recuperación
Demócrata. Los hispanos representan ya casi el 20% de la población en edad
de votar.
"Todo depende de las cifras", me cuenta el responsable de campaña Jim
Messina. "Si cierra los ojos y no piensa que es Arizona, y se fija en las
cifras? Arizona va a ser estado Demócrata dentro de unos años. La pregunta
es cuándo. No decimos que Arizona vaya a ser Demócrata de forma definitiva,
sino que vamos a hacer una apuesta difícil a largo plazo".
En cierto sentido, el interés de la campaña Obama en Arizona y sus 11
compromisarios puede ser un flirteo fruto de la necesidad. Refleja la
escasa probabilidad -- prácticamente una certeza, mejor -- de que los
Demócratas vayan a ser capaces de conservar muchos de los premios
Republicanos que les arrebataron en los comicios de 2008, estados como
Indiana, Carolina del Norte o Virginia.
Si gana Obama, su victoria no se producirá probablemente -- contra Mitt
Romney desde luego no -- por el amplio margen de hace cuatro años.
La intuición de la campaña Obama en 2008, sin embargo, consistió en
imaginar un terreno de juego electoral ampliado dentro del cual el camino
al éxito Demócrata no discurría a través de ganar Florida y Ohio. Arizona
es la ampliación lógica de esa teoría.
Al competir contra Romney en Arizona, por ejemplo, los Demócratas emitirán
sin cesar su promesa de vetar la legislación DREAM, que proporcionaría una
vía a la regularización de los hijos de inmigrantes ilegales, y -- en un
estado con una de las cifras de embargos por impago más elevadas -- el
comentario de Romney de que hay que dejar que el precio de la vivienda
toque fondo.
"De todos los estados que hay al alcance de la mano, Arizona está más
maduro que ningún otro", dice un miembro Demócrata. "No es un estado en el
que se vaya a alcanzar el éxito de forma segura".
Los responsables de la campaña señalan las recientes victorias Demócratas
en los comicios a edil de Tucson y Phoenix. Y ven la oportunidad en la
jubilación del Senador Republicano Jon Kyl. Obama, que no es propenso a
intervenir en el reclutamiento de los candidatos legislativos, apelaba
personalmente a Richard Carmona, responsable de la sanidad pública con el
Presidente George W. Bush, para convencerle de postularse a la candidatura
Demócrata.
Los Republicanos dan por descartada la noción de una victoria Demócrata,
observando que el registro electoral Demócrata en el estado está ya por
detrás del de los Republicanos y el de los independientes.
"Obama puede venir a Arizona todo lo que quiera", decía Shane Wikfors,
responsable de comunicación del Partido Republicano de Arizona. Pero una
victoria en noviembre, decía Wikfors, "Eso no lo van a ver sus ojos. La
tendencia nos favorece -- un electorado Republicano muy implicado y un
votante independiente muy descontento".
Hay, sin duda, un elemento de guerra psicológica en la promoción del
interés en Arizona por parte de la campaña Obama. Como poco, anunciar a los
cuatro vientos que Arizona está incluida en la lista de objetivos
electorales de la campaña podría inducir al candidato Republicano a gastar
más dinero allí.
Pero la posibilidad de que los Demócratas asalten Arizona pone de relieve
la dificultad a largo plazo confrontada por los Republicanos: seguir siendo
competitivos teniendo en cuenta las realidades interconectadas del
creciente electorado hispano y de una formación cuyo mensaje
anti-inmigración cada vez más estridente aleja a ese mismo bloque
electoral.
"Texas se volverá indecisa definitivamente", dice Messina. "En los próximos
10 años, pasará tiempo informando de Texas en las campañas presidenciales".
Eso será interesante.
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