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Etiquetas | Fútbol / Liga BBVA

El Sevilla se hunde definitivamente (1-2)

Un equipo mortecino al cargo de un entrenador desquiciado suma otra jornada más sin vencer
Salvador Nieto
domingo, 5 de febrero de 2012, 21:16 h (CET)
Ficha técnica
Sevilla FC: Javi Varas (1); Coke (1) (Reyes (1) 46), Fazio (1), Escudé (0), Fernando Navarro (0); Navas (1), Medel (1)(Trochowski (0), 46), Rakitic (0), Manu del Moral (0); Kanouté (0) y Negredo (0)

Villarreal:Diego López (3); Ángel (1), Musacchio (2), Gonzalo (2), Joan Oriol (1); Senna (1), Bruno (1); Camuñas (2), Borja Valero (3)(Martinuccio, 92), Cani (2) (Marchena (s.c) 83); y Joselu (1)(Hernán Pérez, 73) :

Goles: 0-1: Min. 21, Borja Valero. 1-1: Min. 32, Bruno en propia meta. 1-2: Min. 81, Camuñas.

Árbitro: Carlos del Cerro Grande, madrileño. Expulsó por doble amarilla a Joan Oriol (min. 92). Amonestó a los locales Coke y Escudé; y a los visitantes Camuñas, Bruno, Gonzalo y Cani.

Incidencias: 35.000 espectadores en el estadio Sanchez Pizjuán. Terreno de juego en buenas condiciones.

Datos destacables
Lo mejor: Primera victoria
Primera victoria de un Villarreal que no conocía el triunfo fuera.

Lo peor: hundimiento sevillista
El Sevilla sigue en caída libre y empieza a mirar hacia abajo

El dato: 7 jornadas
7 jornadas lleva ya sin ganar el equipo sevillista.
El Sevilla ha firmado su deceso deportivo en la presente temporada, donde se encuentra más cerca de los puestos de descenso que de los que en teoría eran su objetivo primigenio. 

Un entrenador absolutamente superado, al que sólo la inexistencia de un candidato claro a mejorarlo lo mantiene en su puesto, es el capitán de una nave que vaga por completo a la deriva, y sin signos de recuperación ni argumentos para pensar en que la situación puede revertirse a corto plazo. 

Al menos, mientras el asturiano ocupe el banquillo sevillista, desde el que ve como sus futbolistas se arrastran por el campo y entristecen el alma de cualquiera que sienta en blanco y rojo. 

Y es que la paciencia se ha agotado ya en todos los estamentos sevillistas, especialmente en la afición. Hoy visitaba el Pizjuán un equipo aparentemente propicio para poder dar un golpe de timón a la pavorosa situación: Un conjunto, el amarillo, que no había vencido fuera en toda la temporada, que la última visita la saldó con un 3 a 0 en contra, y que encima viene sin apenas delanteros y con el caliente aliento del descenso acogotándole en la nuca. Pues ese día eligió Marcelino para volver al esquema archimanido con dos delanteros, de los cuales uno juega a medio gas, sin tener en cuenta en ningún momento que si de algo puede presumir el actual Villarreal, es de poder combinativo. 

Lógicamente, el resultado futbolístico no pudo ser más claro y previsible; y aún así pudo ser peor. Triangulaciones cómodas amarillas en la zona de tres cuartos del equipo blanco, donde siempre había inferioridad, y absoluta descoordinación e impotencia a la hora del repliegue. 

Como era de esperar, el Villarreal no tardó demasiado en cantar bingo, con un remate indecentemente cómodo de Borja en las narices de Varas, en una jugada defendida de manera infame por el Sevilla. Una de tantas, en realidad. A pesar del empate afortunado de Jesús Navas al alimón con Bruno, el Sevilla daba una imagen de fragilidad que descorazonaba a cualquier aficionado que estuviera sufriendo el partido.

Pero si la primera parte fue mal planteada y peor ejecutada por la escuadra nervionense, lo de la segunda parte ya acariciaba de lleno el mal gusto. Marcelino retiraba en el descanso a Medel, es de esperar que por algún contratiempo físico, y a Coke, para dar entrada a Reyes y a Trochowski en su lugar. 

El resultado fue un atentado al abecedario futbolístico de cualquier equipo, y un puente de plata para el submarino amarillo para atacar cómodamente. La absoluta descompensación en banda derecha y la total incapacidad del centro del campo para contener y crear superiodades, donde tomó especial protagonismo un Rakitic que infunde lástima, propició que el Villarreal pudiera plantarse ante Varas casi en cada posesión de la que disponía. 

Cierto es que el Sevilla además no puede contar con la ayuda de la Diosa Fortuna, que le ha dado la espalda de manera definitiva, y que ha cogido el feo vicio de hacer internacionales a todos los porteros que visitan el coliseo nervionense. Pero no es menos cierto que plantear el partido de la manera que se hizo durante los noventa minutos es echar muchas papeletas para perpetrar el partido de la manera que sucedió. 

El postrero gol de Camuñas era un directo al corazón sevillista y puede que, de manera casi definitiva, al crédito de Marcelino, al que no se le podrá negar su buena fe, pero que tiene el dudoso honor de ser el entrenador con peores resultados de la historia reciente moderna sevillista. 

De manera que toca apretarse los machos y ser realista. Este Sevilla no está para plantearse metas europeas, ni siquiera en la liga más barata en bastante tiempo, de manera que lo primero es intentar ganar un partido, siquiera uno, para que no empiecen a entrar miedos desconocidos ya por olvidados. Y lo más probable es que esto sólo pueda ser así con un cambio en la dirección del banquillo. Todo lo demás, en este momento, son brindis al sol.

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