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23-F: El Golpe Cañí

Más de 30 años después, existe un amplio consenso sobre lo principal: una Operación Política de concentración que debía neutralizar el escenario de crisis de la Transición
Alex Vidal
martes, 21 de febrero de 2012, 08:19 h (CET)
"El propio Armada le había enviado al Rey una propuesta de Gobierno de Concentración presidido por él mismo, donde figuraban personas de todos los partidos y todas las tendencias, al considerar todos ellos, lo difícil de la situación. Se creía así en (una operación política consensuada que posibilitase) conjugar las distintas ideas para salir adelante. Por esta razón, el Vicepresidente del Gobierno propuesto era Felipe González. Ello no parecía tan malo, pero claro, justificar dicha operación política, con un asalto al Congreso por la fuerza y pegando tiros, no parece un buen inicio".  Sabino Fernández Campos (Doc. Monarquía o República / 2010)

Mucho se ha hablado respecto a las medias verdades del 23-F. Es cierto que tanto Armada como Milans, son dos fervientes defensores de la Corona y del Rey. 30 años después existe amplio consenso sobre lo principal: una gran operación política de concentración (de dudosa constitucionalidad, pero aglutinando a todos los partidos) que neutralizase el escenario de crisis de la transición. A comienzos de 1981, dicha opción gana enteros y aprovechando un viaje rutinario de Suárez, el Rey pide al entonces ministro de defensa Rodríguez Sahagún, el nombramiento de Alfonso Armada como segundo jefe del Estado Mayor del Ejército. "No sabes lo que has hecho; eso supone un Golpe de Estado" le espeta Suárez, sabedor de que las maniobras de Armada gozan a priori, de amplio respaldo.

La prevista moción de censura parlamentaria, debía suponer en teoría, el advenimiento de la operación Armada, pero Suárez decide preservar su gobierno democrático y presenta su dimisión. "Yo no quiero que el sistema democrático de convivencia, sea una vez más, un paréntesis en la historia de España". Con la nueva investidura de Calvo Sotelo nada cambia y Suárez se reserva la posibilidad de renovar su candidatura en el futuro. Lo que debía presentarse como una operación política de consenso se ha ido al traste. Dicha operación era conocida y aceptada por todos los grupos, pero ahora, el  gobierno de concentración sólo puede nacer a través de un detonante: ¿De Gaulle?, ¿Pavía?... Todo se precipitará a la española.

Se dice con humor, que nuestra democracia le debe mucho a Antonio Tejero. Lo cierto es que, abortada la operación política, la nueva alternativa golpista, nacerá viciada desde su gestación. Entre los conjurados se han contado sólo medias verdades... y abiertas mentiras. Armada ha hecho creer a Milans que el Rey apoyará ciegamente, cualquier movimiento que hagan, por el mero hecho de alcanzar ese gobierno de concentración, tan necesario. Milans por su parte, ha dado a entender a Tejero y a quienes se agrupan con él, que la operación conducirá, no a un gobierno de concentración, sino a un gobierno de ultraderecha con fuerte presencia militar. Con tales mimbres, la gestación del golpe, nada tiene que envidiar a cualquier sainete de cine español de los años 70.

Pero aún hay más. Desde el momento en que el heroico general Gutiérrez Mellado, abandona su escaño y decide encararse a los golpistas, el imperio de la ley comienza a imponerse al de las oscuras conjeturas. Tejero, un hombre que no destaca por su sutileza, y al que la operación le viene grande, busca imponer su autoridad con un calamitoso tiro al aire. El instinto primario de la tropa que lo acompaña, lo secunda de inmediato, ante los gestos de contención de un Tejero desbordado, sujetándose el tricornio y ordenando el alto el fuego. El mundo contemplará el esperpento, los tiros, los diputados por el suelo, el cobarde intento de zancadilla del golpista a Gutiérrez Mellado... La guinda extranjera la pone el corresponsal noruego con su ya célebre: “¡Ha entrado un militar con sombrero de torero!”. El genial Berlanga no hubiera superado la chapuza patria. “Cómo me puedes decir eso Alfonso!, ¡Esto no es..., así no, así no...!”  se oye al Rey decirle a Armada, en la grabaciones de las llamadas realizadas desde el Congreso, que la Junta de Defensa revisa el día 24.

Denunciar que el Rey estaba detrás de lo que sucede aquella noche, resulta tan interesado como afirmar que nada sabía respecto a las propuestas y objetivos que recurrentemente se  barajaban, para neutralizar el permanente escenario de crisis. (Apartar a Suárez, inclusive). El Rey sólo podía apoyar una operación política de consenso que integrase a todos los partidos, si de ello, podía interpretarse algo positivo para la estabilidad del país. Involucrarse en una opción que no contemplara a todos suponía, no ya enterrar su discutida legitimidad, sino condenar a la dinastía para siempre. A partir de ahí, la supuesta comunión de los soberbios intereses golpistas, ni cuaja, ni evidencia capacidad, ni busca por supuesto, consenso alguno.

Con todo, Armada hace acto de presencia en el Congreso, pero muestra a Tejero una supuesta propuesta de gobierno, pensada con motivo de la operación política (conocida por todos los grupos) que nunca llega a cristalizarse. Con ello, Armada persigue no sólo revestirse de legitimidad, sino aparentar un supuesto respaldo de sus actos, por parte de un Parlamento, que aún no daba crédito a lo que estaba ocurriendo. Tejero, que observa incrédulo una lista trufada de socialistas y comunistas la rasgará por la mitad. En el juicio, disipará toda duda: "Yo no había arriesgado mi porvenir y el de mis hombres, para darle el poder al rojerío!".

La Solución Armada:

- Presidente: general Alfonso Armada
- Vicepresidente para Asuntos Políticos: Felipe González (PSOE)
- Vicepresidente para Asuntos Económicos: J. M. López de Letona (Banca)
- Ministro de Asuntos Exteriores: José María de Areilza (Coalición Democrática)
- Ministro de Defensa: Manuel Fraga Iribarne (Alianza Popular)
- Ministro de Justicia: Gregorio Peces-Barba (PSOE)
- Ministro de Hacienda: Pío Cabanillas (UCD)
- Ministro del Interior: general Manuel Saavedra Palmeiro
- Ministro de Obras Públicas: José Luis Álvarez (UCD)
- Ministro de Educación y Ciencia: Miguel Herrero de Miñón (UCD)
- Ministro de Trabajo: Jordi Solé Tura (PCE)
- Ministro de Industria: Agustín Rodríguez Sahagún (UCD)
- Ministro de Comercio: Carlos Ferrer Salat (presidente de la CEOE)
- Ministro de Cultura: Antonio Garrigues Walker (empresario)
- Ministro de Economía: Ramón Tamames (PCE)
- Ministro de Transportes y Comunicaciones: Javier Solana (PSOE)
- Ministro de Autonomías y Regiones: general José Antonio Sáenz de Santamaría
- Ministro de Sanidad: Enrique Múgica Herzog (PSOE)
- Ministro de Información: Luis María Anson (presidente de la agencia Efe)

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Hoy quiero invitarlos a reflexionar sobre la relación entre la obra de George Orwell, titulada “1984” y su relación con nuestro presente puesto que, leer esa pieza hoy en día, es como asomarse a un espejo que refleja los desafíos más acuciantes de nuestra era. El autor, con una perspicacia asombrosa, anticipó muchas de las inquietudes que nos aquejan: la vigilancia constante, la manipulación de la información, la erosión de la privacidad y el peligro del pensamiento único.

Todo mi respeto va a los hermanos españoles que perdieron la vida, a los que perdieron a sus familiares y amigos, a los que perdieron casas, vehículos, cultivos y enseres diversos. ¡Fuerza y honor hermanos míos, estáis dando lecciones de superación! “Después de la tormenta viene la calma”. Esta expresión no surge de la nada, sólo existe porque alguien prestó atención a lo que pasa después de que pasan las aguas, sale el sol, el aire fresco, nuevos brotes de la tierra.

Para mí es de interés público contar con contenidos legibles que sean una contribución a la cultura, la información, el debate y el entretenimiento entre todos los españoles. No creo que la respuesta en este siglo digital sea el canal de televisión cerrado, es decir, el de pago. Es bien cierto que prácticamente todos los hogares cuentan con al menos un televisor, pero ese no es el único instrumento para ver contenidos de toda índole.

 
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