“Estamos aquí para quedarnos” Un Fran Velo pletórico avisaba en el epílogo que la gigantesca fiesta vivida ayer en Ordes era sólo el comienzo. Ha sido
una noche de reencuentros. Del grupo consigo mismo, con sus fans y con una música que sigue más viva que nunca. Un cumpleaños feliz que, lejos de calmar el
hambre de sus seguidores, anima a Heredeiros da Crus a convertir este regreso
en punto de partida de su segundo capítulo. Ahora sí, han vuelto los máis jrandes.
Nadie dudaba de que la noche iba a ser histórica. Con las
entradas agotadas en menos de 48 horas, las
colas frente a la discoteca LP-45 comenzaron desde primera hora de la
mañana. En el ambiente flotaba una combinación de nostalgia y novedad que
reflejaba la variedad existente entre los más de 3500 asistentes.
Tras una correcta actuación de las teloneras Agoraphobia (la
papeleta era complicada), el plato fuerte del menú se retrasó hasta las 00:00.
Ni en Nochevieja se alcanza tal intensidad por metro cuadrado. Salieron como si
los ocho años de pausa no hubieran existido. Todos con sus mejores galas, con
la sonrisa en la boca, conscientes de que no había espacio para el
arrepentimiento. Cuando Javi (voz) irrumpió desde el baúl donde aguardaba el
pistoletazo de salida, los acordes de Alabaré dieron por inaugurado el
20 aniversario.
No faltó nada. Absolutamente nada. Los siete discos
publicados oficialmente por la banda tuvieron cabida en un repertorio enorme,
colosal, en tres horas que devolvieron a Heredeiros al trono del rock gallego.
Fue como un All right Chicago pero todavía más bestia, más profundo. La banda no tuvo piedad, destrozando las
rodillas del público con temas absolutamente obligatorios como Pastor alemán,
Borracho son pelijroso, A chaqueta de lana, Iscalle lura, R-7, Anda de chinclán,
Que jallo é, Non quero nada de ti, O teu fillo fuma porro…
La evolución quedó demostrada
con la contundencia y efectividad que fueron representadas las obras. El grupo
hizo los deberes y el resultado fue brillante. Tucho clavó sus arranques con la
guitarra, Javi parecía tener chorro de voz para tres noches, Fran estuvo más
activo que nunca y Tonhito, ligeramente desaparecido en la primera hora, volvió
a su mejor versión con striptease incluido.
La banda supo premiar a sus fans más fieles desempolvando
temas con sabor añejo o canciones prácticamente inéditas como Bistés de
solomillo. A la creación musical se le unió el espectáculo habitual del grupo.
Hubo juego de las sillas, combinado bendito y sulfatado de tinto, cola y leche, maíz
en polvo para las primeras filas, Josua e hijo, una pequeña ración roquera de efectos
pirotécnicos y hasta reconfortantes bocadillos de nocilla (promesa cumplida).
Antes de conducir al éxtasis con su Quero Josar, los cuatro miembros
históricos del grupo se juntaron en medio del escenario. Abrazados unos a
otros, el mensaje fue claro. El regreso había sido un éxito. De esta locura
saldrá un DVD próximamente, pero sus fans no se van a conformar con tan
poco. Anoche Heredeiros da Crus dio otro paso hacia la inmortalidad en su
tierra. Una noche mágica que todos esperan cristalice en la segunda etapa de la banda. Después de lo vivido en Ordes, nadie podrá aguantar
ocho años.
La canción Llora Britches se grabó por primera vez en 2007, por Lyvon, se puede escuchar y ver el vídeo en youtube, donde va de camino a las 200.000 visitas. El vídeoclip, a pesar de contener imágenes algunas de no muy buena calidad, pues son extraídas de manifestaciones, actos de acción directa, etc., es conmovedor y muy impactante.
Francisca Viveros Barradas, conocida artísticamente como Paquita la del Barrio, nos ha dejado a la edad de 77 años. La noticia de su fallecimiento ha conmovido a sus seguidores y a la industria musical, no solo en su México natal, sino también allí donde su música resonó como símbolo de resistencia y empoderamiento femenino. Temas como “Rata de dos patas” y “Tres veces te engañé” son ejemplos de un extenso repertorio que la posicionó como figura clave en la música.
Chica Sobresalto llega con 'Bella rareza', una pequeña cápsula de vida en forma de canción, que nos recuerda que lo extraordinario reside en las cosas más simples: ese perro que saca la cabeza por la ventanilla del coche y te arranca una sonrisa, el roce de una mano amiga bajo la mesa, encontrar un billete olvidado en el bolsillo de un pantalón.