Uno de los últimos documentales de la BBC trata sobre la desaparecida civilización del valle del Lambayeque. Para esta tan seria productora británica, en dicho pequeño territorio de la costa norte del Perú se encuentra la mayor concentración de pirámides en el mundo y también tal vez la más grande de todas, algo que ni los propios peruanos conocen bien.
En Lambayeque se han encontrado unas 250 pirámides, casi el doble de las 138 pirámides que hasta la fecha se conoce que hay en todo Egipto, un país que es al menos 100 veces mayor en mayor en superficie y población que dicha provincia.
Si Egipto se precia de tener cerca de su capital a la pirámide más alta y en México hay dos que se disputan la de tener el mayor volumen, la abandonada ciudad de Túcume les supera a ambas naciones en la cantidad de pirámides por área. En una milla cuadrada hay 26 de éstas, incluyendo una de 700 metros de largo (tan grande que en su explanada caben 7 canchas de fútbol).
Mientras las pirámides de piedra de los egipcios tenían escaleras internas, acababan en punta, estaban selladas para el mundo externo y servían como tumbas reales y las de los mesoamericanos tenían escaleras externas y servían como templos desde cuya altura se predicaba o hacían sacrificios, las de Lambayeque son todas de arcilla (algunas se han hecho con más de 100 millones de ladrillos de barro), tienen prolongadas rampas y acaban en laberintos palacios donde vivían sus señores.
En la historia mundial posiblemente ningún otro pueblo en relación a su cantidad de habitantes construyó tantas pirámides … y también las destruyó.
Hay 3 ciudades con pirámides en ese valle, las cuales fueron edificadas y quemadas en distintos tiempos. Sus hecatombes no se debieron a una guerra sino a que sus propios habitantes decidieron prenderles fuego cuando éstas y sus sacerdotes se mostraron incapaces de revertir olas de diluvios y sequías producidos por el fenómeno del Niño. Luego de incendiarlas a fin de expiarlas de sus maldiciones, los lambayecanos se mudaban a otra localidad donde luego iniciaban un nuevo complejo.
La última quema se dio sobre Túcume se habría dado alrededor del tiempo en que en 1532 Pizarro mató al inca Atahualpa. Pese a que los lambayecanos habían sido previamente invadidos desde el sur por los cuzqueños y antes por los chimúes, los jinetes blancos les evocaron a demonios, por lo que tras que una ola de sacrificios humanos no pudo detenerlos no les quedó más remedio que prender fuego purificador sobre sus grandes pirámides que no pudieron contener a la conquista. Su legado se mantiene en sus increíbles canales de riego que aún sobreviven y en sus obras de metales preciosos, las que se encuentran entre las más finas hecha por la humanidad.
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