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¿La economía de quién? | |||
Todos los medios nos bombardean cada día con términos imposibles de comprender por los ciudadanos, entretanto la realidad es que cada día somos más pobres y tenemos menos derechos sin saber por qué | |||
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El ciudadano medio, como mucho, sabe hacer por sí mismo las cuatro operaciones aritméticas básicas, apenas si sabe de economía lo suficiente como para llegar con sus propios recursos a fin de mes, bastante tiene con una supervivencia cada día más difícil y se ve completamente indefenso ante leyes que no comprende y circunstancias que le desbordan, entretanto desde todos los mass-media no dejan de bombardearle con términos macroeconómicos que le suenan a chino mandarín para que acepte una realidad que no existe y pague lo que no tiene, machacándole sin cesar con términos como índices de bolsa, stocks, bonos preferentes, primas de riesgo, beneficios de acción con dilución, coeficientes de concentración, duopolios, derechos de tanteo, inflación estructural, flujos circulares, hobling, inflación larvada, monopolios naturales, ofertas agregadas, outputs, PIBPM, rendimientos decrecientes y mil voces más de una jerga que es imposible que pueda siquiera alcanzar a comprender. “Joder, lo que debe estar pasando”, piensa ante este florido y pomposo argot esa buena parte de la población que apenas si obtuvo el certificado de estudios primarios, cuando en realidad lo único que tiene que saber es que le están liando con palabrejas que no entienden ni los propios economistas para que pague, pague y pague mientras cuatro golfos se quedan con todos sus dineros. De lo importante, naturalmente, ningún medio habla, y no es un solo asunto, sino varios. El primero, por orden de importancia, sería: ¿Qué es la economía y al servicio de quién está?... La respuesta sería obvia, siendo ésta que es la ciencia para manejar los dineros del Estado (en este caso) con el fin de ponerlos de la manera más eficaz al servicio de los ciudadanos. Estupendo, bien se ve, pero cuya realidad práctica no tiene nada que ver con el postulado de partida. Para comenzar, la crisis es más falsa que un euro de madera –nadie, todavía, la explicado convincentemente-, sólo beneficia a tiburones que no son ni siquiera del país, y los ciudadanos cada día son más pobres, tienen menos derechos, los avances sólo se producen en la forma de despedir a los trabajadores y no pagarles, y, a pesar de los dineros que se tienen que inyectar a bancos y golfos de todo pelaje, sólo se juzga a cuatro bindundis que han choriceado unos enseres personales que dicen por sí mismos lo arrastrados y miserables que son los políticos, siendo que cada día se está peor a todos los niveles en el ámbito ciudadano, multiplicándose el número de desempleados, miserables y marginados. En conclusión: la economía y toda esa enredosa terminología está sólo al servicio de los atracadores de los Estados y contra los ciudadanos. Hechos. La segunda cuestión, no menos importante, sería: ¿Existe de verdad una crisis?... La respuesta, claro, es que no. No existe ninguna crisis, porque de existir alguien la hubiera explicado convincentemente (todo eso de los NINJAS y de las hipotecas impagadas son cosas de frikis, estupideces), alguien habría sido detenido y encarcelado por producir este desmadre de cientos de millones de desempleados, millones de empresas quebradas y un futuro desolador, pero, lejos de eso, se han invertido a favor de quienes han producido todos estos daños más de 100 billones de euros –que son muchísimas pesetas-, siempre a cargo de los ciudadanos y sus esfuerzos, resultando que estos dineros son suficientes para terminar con la miseria en el mundo (da para una casa de más de un millón de euros por ciudadano del planeta, por ejemplo), por supuesto con las muertes por hambre, enfermedad o miseria, y con todas las guerras de la galaxia. Obviamente, los ciudadanos, nacionales o mundiales, a los tiburones financieros les importan un huevo. Y la tercera de las cuestiones básicas, sería: ¿Tienes esto solución?... Y la respuesta es un rotundo sí, la tiene. No la tiene, de ninguna de las maneras, por el camino que vamos, con recortes de derechos laborales y con primar los despidos. Las goteras no se solucionan poniendo un balde donde gotea el techo, sino arreglando el techo mismo. Para comenzar, habría que encarcelar urgentemente a todos estos tiburones –es inmoral que menos del 1% de la población mundial acapare más del 90% de los recursos del planeta-, habría que hacer comprender a los empresarios que ellos son parte de la ciudadanía y que su responsabilidad es mayor que la de un simple ciudadano debido a su capacidad y a sus recursos, y habría que promover que sólo la unidad de acción, el aunamiento de las voluntades individuales, puede detener este proceso de saqueo y revertirlo. Si las medidas de los gobiernos para paliar todos estos atracos es potenciar los despidos y romper el circuito del consumo, eso producirá sólo más desempleo y más miseria; por lo tanto, lo que hay que hacer es justo lo contrario: negarse a pagar la deuda a los especuladores, dictar órdenes de detención contra ellos y comenzar de nuevo poniendo la economía al servicio de los ciudadanos en su conjunto, que es el fin natural de la economía. Si la economía no genera riqueza a los ciudadanos, es porque la economía está contra los ciudadanos. Ayer hubo una huelga general en España que puso de manifiesto el profundo asco y la descomunal repugnancia que sienten los ciudadanos por sus mandatarios, pero que no es sino un punto más en una recta que concluye, o en una rectificación urgente de esta deriva de locos, o en una revolución con todas sus consecuencias a la que más pronto que tarde se terminarán sumando no sólo todos los grandes colectivos sociales, sino también las fuerzas del orden público –ciudadanos, al fin y al cabo-, los militares –ciudadanos también que comprenden que estos tiburones están dando un golpe de Estado mundial-, los intelectuales –ya estamos en la orilla de enfrente casi todos- y hasta los empresarios honestos, los cuales ya están comprendiendo que sus beneficios no deben redundar en engordar tiburones y corruptos, sino en hacer llegar la riqueza a sus conciudadanos, porque sin clientes sus propias empresas no tienen razón alguna de ser. Por mi parte, hice mis deberes hace años y propuse un tipo de sociedad alternativa a este orden de víboras y especuladores –en mi web es accesible de forma íntegra y gratuita-, y por esos mundos de Dios las voces se están levantando cada vez más exigentes, proponiendo ya una revolución global que dé justo acabijo a este orden siniestro y caduco, organizándonos los ciudadanos en una sociedad justa y equilibrada. Lo crean o no, la revolución del hartazgo y la indignación está ya en marcha, y no habrá dinero bastante para pararla una vez ésta salte a la escena pública. El actual poder tiene, pues, sólo dos soluciones: o se une a los ciudadanos y comienza a perseguir a los delincuentes que están saqueando el mundo, o será perseguido por la propia ciudadanía y tendrá que rendir cuentas. La sociedad de los tiburones y la corrupción está viviendo sus últimas horas. Y vamos a verlo. Puedes conocer toda la obra de Ángel Ruiz Cediel: Un autor que no escribe para todos (Sólo para los muy entendidos) |
Empiezas a escribir, y unas líneas después, tras uno de esos espacios blancos y silenciosos, entras como en un pequeño paseo por la imaginación, por la unión con la memoria, por el tránsito de la poesía a la novela pasando por el teatro. ¡Es como una conjunción de estrellas! A veces, al escribir se nos pueden presentar dos dramas: uno, la imposibilidad de parar el tiempo porque escribes más y más, y dos, la imposibilidad alguna vez de decir lo que realmente queremos expresar.
Actualmente, frente al relativismo y el escepticismo parece que cada vez es más necesario, un enfoque o planteamiento universalista de los problemas económicos y sociales. El neoliberalismo individualista no reconoce los Derechos Humanos en su integridad, lo que impide el logro de la justicia social y también la consolidación de políticas solidarias, que apoyen suficientemente a las capas desfavorecidas, de las sociedades de los diversos países.
Sophie Barut transforma el bronce en historias de resiliencia. Esta arquitecta de interiores, escultora y escritora francesa ha convertido su propia experiencia vital en un testimonio sobre el poder transformador de la fragilidad y la belleza que emerge de las circunstancias más adversas.
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