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El conflicto se recrudece

Israel e Irán

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Tradicionalmente, Israel  ha considerado como sus principales enemigos en el Medio Oriente a sus vecinos o a otros países árabes,  pero tras la caída de los panarabistas de Hussein y Gadafi, se ha reafirmado Irán como su mayor peligro.

Irán no es un país árabe ni sunita ni tiene fronteras con Israel ni con un país fronterizo al Estado judío, algo diferente a Iraq o Libia. Irán habla el persa, un idioma indoeuropeo que está más cerca del castellano que del árabe (hermano del hebreo), su credo oficial es el chiita (la segunda variante del Islam después de la sunita) y su régimen depende del clero (algo diferente al de las repúblicas seculares nacionalistas panarabistas o las monarquías sunitas).

Cuando Israel guerreó con sus vecinos (1947-48, 1956, 1967 y 1973) Irán era uno de los principales aliados de EEUU en la región, algo que se rompió cuando su rey fue depuesto por una revolución islámica masiva en 1979. Israel hizo 4 guerras con Egipto, 3 con Siria y 2 con Jordania, además de haber entrado al Líbano varias veces, pero con Irán nunca ha tenido un choque directo.

Después del ‘empate’ de 1973, Israel devolvió todo el Sinaí (pero no Gaza) a Egipto a cambio de que éste estableciese relaciones diplomáticas que duran hasta hoy. Jordania luego siguió esa ruta y su monarquía se ha consolidado en parte gracias a que Tel Aviv le ayudó a sofocar a los radicales y palestinos.

Siria en crisis no es un peligro para Israel, el cual inicialmente prefería al gobierno alawita antes que correrse el riesgo de que radicales sunitas le depusieran. Para Tel Aviv un grave peligro consiste en que los hermanos musulmanes de Hamas palestino lleguen al poder en Cairo o Damasco.
Sin embargo, a medida que los alawitas se han ido identificando como chiitas aliados de Teherán, Israel ha tendido a simpatizar más con un recambio sunita ‘moderado’ impulsado por Turquía y las petro-monarquías del Golfo.

Líbano y los palestinos se mantienen como una piedra en el zapato hebreo. El primero es un país frágil y descompuesto, pero allí el partido más fuerte es el chiita pro-iraní Hizbola, que se vanagloria de ser el único movimiento árabe que ha derrotado una invasión israelí. Los segundos no tienen la capacidad militar de destruir al Estado hebreo pero sí le causan mucho desgaste interno e internacional.

Irán es percibido por Israel como el gran mentor de sus enemigos, pues los ayatolas apuntalan a los 2 principales movimientos armados anti-sionistas (Hamas y Hizbola) y sus zonas de influencia se extienden a Siria, Iraq y Afganistán.

Israel no puede darse el lujo de entrar en una guerra unilateral con Irán sin el aval de EEUU, que teme un colapso en sus provisiones petroleras del golfo Pérsico si estalla allí una guerra.

Israel e Irán

El conflicto se recrudece
Isaac Bigio
miércoles, 4 de abril de 2012, 11:41 h (CET)
Tradicionalmente, Israel  ha considerado como sus principales enemigos en el Medio Oriente a sus vecinos o a otros países árabes,  pero tras la caída de los panarabistas de Hussein y Gadafi, se ha reafirmado Irán como su mayor peligro.

Irán no es un país árabe ni sunita ni tiene fronteras con Israel ni con un país fronterizo al Estado judío, algo diferente a Iraq o Libia. Irán habla el persa, un idioma indoeuropeo que está más cerca del castellano que del árabe (hermano del hebreo), su credo oficial es el chiita (la segunda variante del Islam después de la sunita) y su régimen depende del clero (algo diferente al de las repúblicas seculares nacionalistas panarabistas o las monarquías sunitas).

Cuando Israel guerreó con sus vecinos (1947-48, 1956, 1967 y 1973) Irán era uno de los principales aliados de EEUU en la región, algo que se rompió cuando su rey fue depuesto por una revolución islámica masiva en 1979. Israel hizo 4 guerras con Egipto, 3 con Siria y 2 con Jordania, además de haber entrado al Líbano varias veces, pero con Irán nunca ha tenido un choque directo.

Después del ‘empate’ de 1973, Israel devolvió todo el Sinaí (pero no Gaza) a Egipto a cambio de que éste estableciese relaciones diplomáticas que duran hasta hoy. Jordania luego siguió esa ruta y su monarquía se ha consolidado en parte gracias a que Tel Aviv le ayudó a sofocar a los radicales y palestinos.

Siria en crisis no es un peligro para Israel, el cual inicialmente prefería al gobierno alawita antes que correrse el riesgo de que radicales sunitas le depusieran. Para Tel Aviv un grave peligro consiste en que los hermanos musulmanes de Hamas palestino lleguen al poder en Cairo o Damasco.
Sin embargo, a medida que los alawitas se han ido identificando como chiitas aliados de Teherán, Israel ha tendido a simpatizar más con un recambio sunita ‘moderado’ impulsado por Turquía y las petro-monarquías del Golfo.

Líbano y los palestinos se mantienen como una piedra en el zapato hebreo. El primero es un país frágil y descompuesto, pero allí el partido más fuerte es el chiita pro-iraní Hizbola, que se vanagloria de ser el único movimiento árabe que ha derrotado una invasión israelí. Los segundos no tienen la capacidad militar de destruir al Estado hebreo pero sí le causan mucho desgaste interno e internacional.

Irán es percibido por Israel como el gran mentor de sus enemigos, pues los ayatolas apuntalan a los 2 principales movimientos armados anti-sionistas (Hamas y Hizbola) y sus zonas de influencia se extienden a Siria, Iraq y Afganistán.

Israel no puede darse el lujo de entrar en una guerra unilateral con Irán sin el aval de EEUU, que teme un colapso en sus provisiones petroleras del golfo Pérsico si estalla allí una guerra.

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