Después del desastre de Fukushima, Japón ha decidido poner fin a las centrales nucleares. La fatalidad ocurrida ahora hace un año ha concienciado a un país que fue pionero en esta materia y que contaba con centrales de este tipo desde hacía 42 años. La apuesta por las energías renovables es ya todo un hecho y una de las grandes potencias económicas y que más energía necesita del mundo ha iniciado el cambio de rumbo.
Otro país con gran tradición nuclear es Alemania, el país germano también ha decidido poner fin a este tipo de energía y ha decidido que, en un plazo no superior a 10 años, el 80 por ciento de la energía que consuman los alemanes provenga de las renovables. Movilizaciones
Desde el desastre de Fukushima las protestas se han ido sucediendo hasta conseguir el objetivo marcado. Más de 5.000 personas salieron este sábado a
las calles de Tokio para exigir al Gobierno que decretara la suspensión
definitiva de las centrales nucleares en el país, el mismo día en el que comenzó la suspensión del reactor número tres de la planta de
Tomari, en el norte del país, el último activo en Japón.
Entre 5.000 y 5.500 personas secundaron la protesta celebrada
en la capital japonesa, mientras que medio millar asistieron a la
manifestación de la localidad Sapporo, próxima a la planta de Tomari,
convocada por unas 40 organizaciones sociales.
Las operaciones militares de Israel en territorio del Líbano han matado al menos a 71 civiles y siguen cobrando vidas y destruyendo infraestructuras esenciales, alertó este martes 15 la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (Acnudh).
El cambio climático está agravando el hambre y alimentando los conflictos en algunas de las regiones más frágiles del mundo, según un informe publicado por la organización humanitaria World Vision, con motivo del Día de la Tierra (22 abril). Los desastres provocados por el clima (sequías, inundaciones, olas de calor...), intensifican la escasez de recursos y las tensiones sociales, desencadenan desplazamientos y empeorando el hambre y los conflictos.
Los presidentes Donald Trump y Nayib Bukele reafirmaron su identidad política y su alianza para utilizar a cárceles de El Salvador como depósito de personas expulsadas de Estados Unidos, incluso soslayando decisiones de la Corte Suprema de Justicia estadounidense, durante una entrevista formal en esta capital.