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Divorcio a la vasca

Cuando se renuncia a ser una referencia moral para las víctimas por puro interés y se pacta con el diablo, la factura a pagar suele ser muy cara
Javier Montilla
miércoles, 9 de mayo de 2012, 06:46 h (CET)
Asisto pasmado a este baile de resentimientos provincianos, a este melodrama triste y peligroso en que se está convirtiendo la política vasca y su terrible sumisión a la ETA.  La última cacicada, viene de la mano de un Partido Popular que, a falta de argumentos y sumido al oyarzabalismo -casi como nuevo gurú popular alejado de ese casposo, molesto y anticuado de Mayor Oreja- ha anunciado públicamente su divorcio de Patxi López. ¡Qué gran momento se ha perdido la noche de los viernes de la televisión de Vasile! Imagínense a Basagoiti con las criaturas de la noche. Y es que muerto el PP de María San Gil, Toñi Santiago, Ortega Lara y tantos otros, nada mejor que amagar una disolución temporal de la convivencia con los socialistas vascos, con intento de lagrimita orquestado, no sea que el teatrillo no sea suficiente para que el descalabro electoral no sea tal. Lástima que no haya exclusiva de por medio. Acaso porque el reparto de los bienes, la herencia y las vergüenzas mutuas son dignos de un relato de tragicomedia urbana, con tintes de Hitchcok, que reventaría la audiencia.  

Ahora parece que no ha pasado nada durante estos años y que el PP no ha consentido por omisión el que López se mostrase dispuesto a la concesión del tercer grado y, por lo tanto, a la excarcelación de los etarras que cumpliesen condena y tuvieran alguna enfermedad. Ahora resulta que este no es el mismo PP el que ha apoyado a un gobierno que se ha mostrado generoso con los terroristas que demostrasen que se han arrepentido de sus crímenes. Ni que decir tiene que no es el PP que se ha ido de zuritos con Eguiguren -el mismo que se iba con Ternera de farándula y visitaba a Otegui en la cárcel-. Ni mucho menos es el mismo PP que ha callado cuando López se jactaba de pedir casi arrodillado la legalización de Batasuna y de esa izquierda aberzale que gobierna el Ayuntamiento de San Sebastián, la Diputación de Guipúzcoa y tiene varios escaños en Madrid.  Ni, por supuesto, es el mismo partido que ha callado durante muchos meses cuando López equiparaba a víctimas y a verdugos y pedía abiertamente la excarcelación de Otegui.

Nada de esto le ha importado al PP. Porque la ruptura no viene porque López, sin ningún género de dudas, ha traicionado el pacto que suscribió con Basagoiti para luchar contra ETA con el Estado de derecho, la defensa de las víctimas por bandera y el constitucionalismo como garantía de la convivencia frente al nacionalismo excluyente. La ruptura viene como consecuencia de que Patxi López haya mostrado su oposición a las políticas de Mariano Rajoy. ¡Acabáramos! La casta política siempre al quite de sus intereses y preocupado de sus canonjías y prebendas. O lo que es lo mismo, el divorcio no es por discrepancias en materia antiterrorista, sino por el cálculo sobre el control de los tempos electorales, a tres días del congreso de los populares vascos.

¡Qué triste! Este PP se está convirtiendo en una sombra de lo que fue al traicionar los principios de un partido cuya heroicidad en la Comunidad Autónoma Vasca era incuestionable. Pero cuando se acaba con los principios y los valores, se pisotea a las víctimas tildándolas de ultras y se empieza a tejer una frondosa alfombra roja al entorno de ETA y al nacionalismo absolutista este divorcio es un paripé. Porque mientras se apueste por la política antiterrorista zapaterina y la Vía Nanclares, anunciar que se les ha roto el amor de tanto usarlo, suena a sarcasmo cuando no a tomadura de pelo. Es posible que la jugada les salga bien y recuperen algunos votos. Pero me temo que cuando se renuncia a ser una referencia moral para las víctimas por puro interés y se pacta con el diablo, la factura a pagar suele ser muy cara.  Y luego vendrán los lamentos. 

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Dentro del género de opinión se pusieron de moda hace años en los periódicos las llamadas columnas, por su morfología compositiva en la página. Se las encargaban a gente que, se pensaba, podían dar diversos puntos de vista de la actualidad, además de poder aportar algo de su presupuesta experiencia en algún campo de la cultura u otra actividad.

Hay inmensas sociedades inmobiliarias que no pagan el imprescindible impuesto de sociedades. Se llaman socimis -acrónimo de sociedades cotizadas de inversión en el mercado inmobiliario- y son un instrumento fiscal legal que permite principalmente a los fondos de inversión extranjeros, fundamentalmente estadounidenses, apropiarse del máximo número de propiedades y de alquiler, obteniendo ingentes beneficios por los que no pagan impuestos.

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