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Transcurren días de confusión, o así me lo parece, inmerso en la actual vorágine de dichos y hechos en la que se percibe, aunque pueda parecer lo contrario, un predominio del olvido sobre la memoria, pues se superponen pequeños y grandes olvidos (la magnitud, en cada caso, queda a cargo de cada cual). Pienso, en relación con ello, acerca de lo esencial y de lo accesorio. No es fácil discernir entre uno y otro.
La frase pronunciada por Pedro Sánchez, "Voy a aguantar tres años y los que vienen después", dejó claro el objetivo de alguien cuyo proyecto es mantenerse en el poder por un largo tiempo indefinido. Desde sus primeros pasos en el PSOE, ha demostrado una capacidad insólita para maniobrar en los escenarios más complejos y controvertidos, sin que el coste político o ético parezca detenerlo, y mucho menos importarle.
Para cualquier persona intelectual el concepto justicia es entendible, es una idea que todos llevamos en nuestro interior, como un principio, como un derecho básico, necesario para una convivencia equilibrada y respetuosa con los intereses individuales, sociales e ideológicos.
Jorge Manrique, poeta y hombre de armas, dejó en las “Coplas por la muerte de su padre” una sentencia que ha devenido tan inmemorial como cierta en algunas ocasiones: «…cómo a nuestro parescer/ cualquiera tiempo pasado/ fue mejor». No soy una persona nostálgica ni suelo aferrarme a tiempos pasados para contemplar una foto amarillenta y llorar a veces de lo que fuí o de lo que fueron mis familiares, amistades o de las aventuras y desventuras del pasado.
Esta frase la encontramos en el “De Amicitia” (Sobre la Amistad), escrito por Marco Tulio Cicerón, y con ella quiere decir que “los iguales con mucha facilidad de unen a sus iguales”. En Español tenemos un refrán casi idéntico que es “Dime con quién andas y te diré quién eres”.
EH Bildu estaría integrada por militantes de Aralar, Alternativa, EA e Independientes, todos ellos fagocitados por la estrella-alfa Sortu, cuyo ideólogo sería el actual candidato a Lehendakari, Pello Otxandiano, quien decidió revisar la anterior estrategia de Bildu e incorporar a su bagaje político la llamada inteligencia maquiavélica.
La transición española fue un proceso histórico que permitió el paso sin traumas de una dictadura a una democracia. Sin embargo, en los últimos años, los partidos nacionalistas y la izquierda radical, han cuestionado la legitimidad de este proceso, acusándolo de ser una farsa o una traición. Estos intentos de deslegitimar el espíritu de la transición se basan en argumentos falaces, sesgados, incompletos o tergiversados.
Cuando se ejerce el poder de forma absolutista y dictatorial, se suele perder la perspectiva de la realidad y los límites del mismo. Quien así lo administra, puede llegar a creerse invulnerable, sobre todo si acostumbra a presentarse como adalid de la justicia y regenerador de todos los males que atentan a los más desfavorecidos.
El ínclito Aznar, a través de su fundación FAES, habría diseñado una estrategia maquiavélica para obviar las deficiencias de Ayuso en su gestión pública al frente de la Comunidad madrileña, así como evitar tener que debatir las necesidades reales de los ciudadanos madrileños.
Emiliano García-Page no parece proclive a que Bildu continúe acercándose al PSOE e ir con esa formación filoetarra a partir un piñón, a pesar de Sánchez, al menos eso es lo que dice ahora en plena campaña electoral y cuando las encuestas «hablan» por adelantado. Un adelanto que ya presupone un descalabro de dimensiones descontroladas. «Yo, con los asesinos de ETA, ni a la vuelta de la esquina», decía el presidente manchego.
Cuando esta semana pasada saltó la noticia de la inclusión de 44 etarras condenados por terrorismo en las listas municipales del País Vasco, de los que siete lo han sido por asesinato, confieso que me inundó una extraña sensación de indignación y tristeza. Es como si la sangre que riega el cerebro a través de sus arterias y venas, lo hubiera anegado con la fuerza de una lluvia torrencial.
Un Estado sin memoria siempre será un Estado fallido. Un pueblo que olvida a sus muertos es pueblo sin futuro. Un criminal sin dignidad frente a su pueblo no es digno de ostentar representación alguna. Los votos que manchen de sangre las urnas harán renacer el odio. Vivir junto a terroristas y asesinos es de valientes y también propio de gobiernos cobardes. La Iglesia que no exige confesión al asesino se convierte en cómplice del desencanto moral.
Más de una vez he escrito sobre algunos personajes, cuyas actuaciones, aunque no me hayan sorprendido, porque ya no sorprende casi nada, me han llamado poderosamente la atención. Y mucho más aún, cuando esos personajes eran inteligentes, de buena formación cultural y profesional y aparentemente estables emocionalmente. Es el caso del actual ministro del Interior, Fernando Grande Marlasca.
Hace 25 años se nos encogió a todos los españoles de bien el corazón. Un joven concejal del Partido Popular había sido secuestrado por la barbarie y el terror de la banda terrorista ETA. Al parecer Miguel Ángel les molestaba porque decía la verdad y defendía la libertad y los valores democráticos en una sociedad sometida por las acciones del terror y el oprobio teniendo como partidarios y defensores a miembros de la iglesia vasca, que ocultaban y perdonaban a los asesinos.
Contemplar a políticos, profesionales de gestión autista, profanar día a día los inexcusables compromisos con los ciudadanos, no tiene nombre. No olvidar es responsabilidad de la sociedad, de la que mató antaño, de la que enterró más tarde y de la que gobierna hoy.
Los que hemos vivido, sufrido y odiado el dolor que han causado a España las personas más inhumanas y depravadas de nuestra Democracia como son los miembros de la banda terrorista ETA, nos cuesta mucho asimilar y comprender la fría actitud y sobretodo el maridaje de Pedro Sánchez con quienes asesinaban a sangre fría a compañeros suyos de partido.
Entre la pandemia coronavírica y el sainete burlesco de la vida política española, la parodia nacional, es lo más parecido al espectáculo diario que nos ofrece esta nueva generación de dirigentes y representantes públicos. Situémonos en un escenario teatral de la antigua Grecia.
“Tus propios asesores deberían de haber sido un poco más avispados (…). (…) te diré que te han metido en la ‘boca del lobo’ y has apoyado el terrorismo. Eso sí, te dijeron que se trataba de facilitar la paz en Euskadi. ¿Qué paz, si no hay ninguna guerra? En adelante deberás ser consciente de que has entorpecido el fin de la banda etarra y sus numerosos satélites que actúan bajo una decena de insospechados nombres.
Sin minusvalorar la gravedad de la epidemia, lo cierto es que la machacante repetición diaria de datos, la descarada manipulación de los mismos (la más flagrante, la de los fallecidos) y el impúdico partidismo propagandístico de portavoces tan desacreditados como Fernando Simón o el propio Ministro Illa han causado más desasosiego que tranquilidad y confianza en la propia gestión del gobierno como hubiera sido su obligación.
El Tardofranquismo sería un anacronismo político que bebería de las fuentes del centralismo jacobino francés y del paternalismo de las dictaduras blandas y que incluirá en su cartografía la llamada “Doctrina Aznar” que tendría como ejes principales “la culminación de la“derrota institucional de ETA para impedir que el terrorismo encuentre en sus socios políticos el oxígeno que le permita sobrevivir a su derrota operativa” y el mantenimiento de la “unidad indisoluble de España “, lo que se tradujo en la prohibición por el Gobierno de Rajoy de la celebración del “referéndum del 1-O” en Catalunya y el posterior exilio y entrada en prisión de Puigdemont y sus Consellers.
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