El día 9 de Mayo es oficialmente el Día de Europa. Y es el Día de la Victoria en Rusia, la jornada en que el país oriental europeo conmemora el triunfo en una guerra, la II Mundial, que había que ganar, que estaban obligados a vencer y lo consiguieron. Y no es casual, que desde la restauración de la autocracia putiniana, coincida con los festejos de coronación del Zar. Con toda la pompa y boato típicos de la Rusia zarista y la marcialidad soviética, marca de la Casa Putin.
Tras el interregno de Medvedev, verdadera Zarina a la antigua usanza moscovita, que durante las ausencias del monarca asumía un papel más allá de su condición de consorte. Condición a la que regresó. pero hoy no toca hablar de la contribución vital de la extinta URSS, fundamentalmente de Rusia, en la derrota del nazismo. Hoy toca hablar del papel que la Tercera Roma pretende jugar en el tablero político y económico de la geoestrategia internacional. La declaración de intenciones de ex agente de la KGB tras su entronización, contiene alguna novedad con respecto a sus anteriores ukases. Novedades que fuera de toda duda, tienen que ver con la contestación al régimen del mayor país del mundo por parte de un ya no despreciable número de ciudadanos rusos. Putin haba de "sociedad civil" , "bienestar social", "libertad"...terminología inédita en el lenguaje putiniano y por tanto, a tener en cuenta. Pero tampoco toca hablar del proceso interno de una hipotética y progresiva democratización rusa.
Putin se despacha anunciándonos que Rusia "debe ser líder y centro político de Eurasia". Desconocemos si eso quiere decir, de paso, que Europa, como apéndice geográfico de Asia, será rusa, o no será. De lo que no cabe duda es que se refiere a ese gigante político y económico que Rusia lleva gestando a caballo entre Centroeuropa y Asia de forma silente y sin pausa. Hablamos de la creación de la Unión Económica Euroasiática, como respuesta a la amenaza china y un serio aviso a una aturdida UE.
Una construcción cuya primera fase importante ya la han dado este año con la puesta en marcha del Espacio Económico Común continuador de la Unión Aduanera del pasado año entre Rusia, Bielorrusia y Kazajstán, fortalecida además por el Tratado de Seguridad Colectiva. Un gigante político y económico con epicentro en el Kremlin. Una arquitectura política y económica que Moscú ofrece en el resto de Europa como una oportunidad, no como una amenaza. La "reconstrucción" del Imperio Ruso va encajando nuevas piezas, con suma cautela por parte de Moscú. Porque si bien es cierto, que por cuestiones de hegemonía política la adhesión, ya solicitada, de antiguas repúblicas soviéticas centroasiáticas es objetivo ruso, Rusia no quiere caer en los errores de sumas apresuradas ya ensayadas en la UE. La crisis gravísima por la que atraviesa la Unión Europea supone un contratiempo en los planes económicos de Putin en cuanto trastoca su frente occidental. Pero no insalvable.
A la espera de las señales que de Francia, siempre le quedará Berlín. Rusia y Alemania mantienen unos lazos comerciales prioritarios para ambas naciones. Y en un momento de egoísmos nacionalistas en Europa occidental, la Tercera Roma juega la baza teutona. Lo acaba de decir el ministro germano de Finanzas, Schäuble, "más importante que hablar de las relaciones entre Alemania y París, es procurar que los europeos tengan una buena colaboración con Rusia, lo más intensa posible. Se trata de un interés existencial para Europa". Nadie hubiese pronosticado esto entre enemigos históricos. No en vano, Rusia regresa a la primera línea de la batalla electoral en los EEUU. Potencia ésta que acogerá la reunión próximamente del G8 en un lugar emblemático, Camp David. Y donde,en un ejercicio de soberbia, y bajo la excusa tan manida "de problemas de agenda" Vladimir Putin no se personará ante la puesta de largo internacional de Hollande. Enviará en su lugar a su consorte, políticamente hablando, Dimitri Medvedev. Que quede bien escenificada su contrariedad al polémico proyecto de la OTAN bajo los auspicios del Potomac, que no es otro que el escudo de defensa antimisiles en Europa, pese a las garantías ofrecidas por la Casa Blanca de no tratarse de ninguna amenaza para Rusia. Pero el oso ruso, desconfía.
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