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Caza y embustes a un solo "clic"

Julio Ortega Fraile
lunes, 28 de mayo de 2012, 07:05 h (CET)

Digo el nombre de la página en Internet porque creo necesario identificar a quien se alimenta de contenidos ruines y utiliza de forma torticera un soporte al que cualquiera puede tener acceso: Agrestecaza. Está joyita del periodismo sectorial se dedica a glosar –utilizando la sangre como tinta- las hazañas de los escopeteros, y ojeándola lo mismo nos puede lacerar los ojos la imagen del cadáver deun ciervo con su cabeza inerte entre las manos de su verdugo sonriente, que atragantarnos con la repulsión al leer artículos de opinión donde se indica lo recomendable de que los niños aprendan a utilizar cuanto antes las armas, y no para disparar a un plato o a una diana, claro, sino a criaturas vivas. Con lo anterior ya sería suficiente para avergonzarse de que en nuestra especie existan ejemplares que disfruten con tales comportamientos y se afanen en ensalzarlos. Pero hay más.


Han dado un nuevo paso hacia la degeneración en el que se alían la mendacidad con el empeño por intoxicar y que otra vez deja al descubierto su verdadera calaña: reproducen la información de un periódico gallego que habla de los incendios provocados en esta Comunidad así como de sus consecuencias, incluyendo las terribles pérdidas humanas, y en la dificultad de encontrar normalmente a los pirómanos responsables ¿Dónde reside en este asunto la inmundicia de los administradores de Agrestecaza?: al acompañar la noticia, titulada “A la caza del terrorista ecológico”, de una conocida imagen en la que aparecen una pezuña y un puño con las siguientes leyendas: “Animal Liberation – Human Liberation”.

¿Qué es lo que pretenden insinuar o más bien asegurar vinculándola a esa reseña?, ¿que los criminales que prenden fuego a los montes son a la vez los ciudadanos que defienden la causa del respeto a los derechos de los animales? ¡Miserables! Es difícil que puedan caer más bajo. Además de ser unos individuos crueles, sanguinarios e inconmovibles ante el sufrimiento de un ser vivo, gente que considera deporte disparar a un animal que nada les ha hecho y se jactan en la barra de la taberna de sus víctimas todavía calientes en el maletero o atadas al capó de su coche, caen en la injuria a la que les lleva la rabia de no poder al fin justificar su ética rastrera y el absoluto desprecio a la vida ajena que demuestran. Nada mejor en ese caso, piensan, que intentar asociar públicamente con delincuentes abominables a quienes no son capaces de rebatir mediante argumentos creíbles y demostrables.

¿Ha habido un solo caso de incendio donde haya quedado determinada la autoría de un animalista? No. Sus causas antropogénicas se dividen en accidentales, negligentes e intencionales. En los primeros sí están perfectamente documentados los provocados por la munición de caza. En los segundos también son conocidas las quemas de terrenos para así obligar a presas, como pueden ser los conejos, a abandonar las madrigueras y de ese modo poder matarlas con mayor facilidad. Y entre los terceros, los deliberados, se encuentran acreditados los motivados por rencillas entre cazadores, un colectivo que por cierto hace gala con frecuencia de su carácter violento en sucesos de diferente naturaleza.

Vuelven a demostrar que su insidia no tiene límite. ¿Qué les parecería a esta caterva de matachines de fin de semana ver el logo de una Federación Cinegética en informaciones sobre atracos a mano armada, asesinatos de mujeres a manos de su pareja o violaciones con intimidación? Pero no hace falta caer en su mismo juego ruin ni usar su estilo repugnante, no es necesario recurrir al engaño para situarles en el lugar que les corresponde: una categoría de individuos dañinos y orgullosos de su degradación dispuestos a todo, por más rastrera que sea la idea, para poder seguir sembrando los montes de sufrimiento, muerte, contaminación y a menudo destrucción. Los incendios matan a animales y a humanos. Os recuerdo, siniestros deportistas, que aquí los únicos que van dejando cadáveres de unos y de otros por diversión o por accidente sois vosotros. Y eso es incontestable, a ver si podéis decir lo mismo de vuestros asquerosos embustes.



Julio Ortega Fraile

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