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Etiquetas | Despachos de Guerra

Elegía a los Freelance...

Tributo para pero sin permiso de Arturo Perez-Reverte
Amador Guallar
martes, 5 de junio de 2012, 07:13 h (CET)

afganistan, despachos de guerra, kabul
Autoretrato en la carretera de Jalalabad / Amador Guallar

Ah! La guerra! Esa extrañamente deliciosa actividad para el fotógrafo osado, voyeur, degenerado, vivo, recatado en público, olvidado por la inmediatez de la noticia y la precariedad de la mano de obra.

Ah! Los conflictos y el romanticismo de libros y películas que en el mundo de los centros comerciales siempre hierven conversaciones sin sentido, pero con corazón. El otro día presencié un accidente en la autopista, o quizás, el otro día pasaron en La 2 un documental sobre la hambruna en África. Desgarrador.

Creo que hay una fiesta por los Derechos Humanos de algo en un museo donde viejas cargan joyas que pagan rifles y munición, mientras señores o jóvenes promesas visten Santos y cuentan historias de esa semana que pasaron en una aldea del Tercer Mundo. Ni si quiera había agua corriente! Pero me cambió la vida…quieres ver una foto mía con Mustafa, uno de los niños de la aldea? Aunque primero deja que busque en google con mi iPhone X dónde es la fiesta del museo.

Ah! La guerra. Negocio de piratas y caza fortunas. Negocio de ONGs y, sobre todo, de esa entelequia llamada Naciones Unidas. Siempre ahí pero sin resultados. Palmaditas en la espalda entre los miembros de la corporación humanitaria, y sonrisas de alfombra roja.

Ah! Los conflictos armados. Ah! El miedo! Ah!  Las historias de vida o muerte, y los cócteles con alcohol uzbeco, barato, casi gasolina, pero cierto. Necesariamente lejano y casi como una meretriz que te baja los pantalones y sonríe.

Y por eso nunca un recurso de vuelta en casa, en ese mundo real y vivo y lleno de amigos con recién nacidos que, con orgullo, llamo España. La guerra se queda en la guerra. Y quizás, con un poco de suerte, en el mundo de los vivos que percibo nunca tendré que recordarle al camarero, no más de una vez, que el whisky, para mí, siempre se sirve con dos cubitos de hielo.

Amador Guallar Photo Web Site

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Hay tres razones por las que una persona está dispuesta a ir a la guerra. La religión siempre ha sido la primera desde tiempos inmemoriales. Al margen de la opinión que pudiera tener cualquier forma de Dios, siempre ha habido algún intérprete de la voluntad divina en la tierra, dispuesto a apoyar la violencia contra los “infieles”.


La mano que firmó la paz en la guerra alcanzó fama y prestigio mundial. La mano firmó la paz en Palestina. También en Ucrania. Porque no es una mano cualquiera. Es una parte del cuerpo importante. Miles de personas en las redes intentaron copiar la firma del tratado. La mano de la paz recorrió el planeta. Dio conferencias desde Shanghái hasta Montevideo. Estuvo en todos los programas de máxima audiencia. Tuvo que enseñar la firma de los tratados en todas las cadenas.

Estamos viviendo un “Año jubilar”, año de la verdad, que nos hará libres y no al revés. No basta tener madera de santo, ser buenecillos; hay que negarse, tomar la cruz, cada día la de cada uno. “Militia es vita hominis super terra”, duro combate, pero con Dios será victoria siempre. Tú sabes más Señor, me conoces y me amas más que yo a mí. Dios sabe más. Y María está en nuestro camino, nunca solos.

 
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