Si observamos nuestro mundo y sus habitantes con algo de perspectiva, como si tomáramos distancia, comprobaremos cual es la verdadera condición humana y como somos. Veríamos que predominan actitudes como la mentira, actuaciones como el robo y el engaño, que hay festividades que van año tras año degenerando hasta convertirse en bacanales y comilonas; los vicios del ser humano son en ocasiones adicciones que desembocan en excesos que en la actualidad llevan a extremos prácticamente insuperables como alcoholismo, juego, drogas, nicotina, bulimia, adicción a Internet, deseos de discutir, adicción al sexo, pasión por la caza, sed de venganza, explotación impulsiva de otras personas acompañada de afán de poder, avidez de dinero y codicia, llegando hasta el matar por el único placer de asesinar a personas y animales.
Las adicciones y la codicia aumentan en la actualidad y degeneran en brutalidad y violencia. Se abusa o viola sin escrúpulos tanto a adultos como a niños. Se apoyan guerras que luego se llevan a cabo con potente armamento, con lo que incontables personas mueren en ocasiones de forma horrible. No se tiene reparos en matar a seres humanos para confiscar sus bienes, ni en dar falso testimonio para obtener con engaño una posición de poder a costa de otros. Y como «los molinos de Dios muelen muy despacio», más de uno piensa que todas las fechorías pasarán de largo sin consecuencias o se echará la culpa a otros, lo que resulta en la mayoría de las ocasiones mucho más fácil.
Pero ante un tribunal de justicia no siempre la culpabilidad es un hecho claro al 100%, lo que significa que no siempre se puede probar con milimetrica exactitud la culpabilidad de alguien a pesar de que lo sea. Una parte se considerará inocente y la otra culpable, imponiéndosele su respectiva multa o condena. También en muchas ocasiones se desestima un proceso judicial por falta de pruebas, lo que no significa que no haya culpa, sino que la justicia de este mundo no puede pesar con exactitud las culpas o hechos cometidos por las personas. Cada parte interpreta de forma muy subjetiva como acontecieron los hechos y en ocasiones el supuesto culpable no puede superar una sentencia condenatoria y jura vengarse. Lo cierto es que en muchas ocasiones la culpa nunca es unilateral, es decir, aunque una parte sea absuelta, es posible que tambien haya tenido en cierta forma su parte de culpa.
Sin embargo La Justicia, con mayusculas, es decir la justicia que está por encima de este mundo, es la reconciliación. No en vano Jesús de Nazaret nos instruyó de la siguiente forma: «Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vayas con él de camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo».
La ley de Causa y efecto asigna a cada cual particularmente su parte de culpa de forma precisa y justa, pues la balanza de la justicia de Dios lo pesa todo con exactitud. Así un delito no aclarado puede fácilmente convertir a un alma en un alma atada a la Tierra hasta que purifique lo que tiene pendiente con su prójimo. Pues todos los contenidos de nuestro sentir, pensar, hablar y obrar, es decir la totalidad de los contenidos de nuestro comportamiento se introducen en la estructura celular de nuestro cuerpo físico y en la estructura de partículas de nuestra alma, con ello todo queda registrado por lo que de todo tendremos que dar cuentas. También lo bueno que emitimos recae sobre nosotros nuevamente, se trata al fin y al cabo de la ley de acción y reacción.
|