“Y sobre esa mejilla, y sobre aquella frente,
tan suaves, tan serenas, y aún tan elocuentes:
las sonrisas que vencen el rubor que reluce,
que nos dicen de días de bienestar vividos,
de una mente tranquila ante cualquier estruendo
y de un corazón que amando es inocente”
“She walks in beauty” Lord Byron.
Con este poema del escritor inglés, una de las personalidades del mundo de la literatura romántica mundial, la diseñadora venezolana, afincada en Nueva York, Carolina Herrera, presenta su nueva colección de vestidos de novia para el otoño del 2018.
Carolina Herrera, que deslumbró al mundo, por vez primera, al diseñar el vestido de novia de Carolina Kennedy, hija del asesinado Presidente de los Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy, y de la elegante Jackie Kennedy, es desde entonces un pilar importante en el mundo de la moda.
Desde Nueva York, sus vestidos, formas y estilo han creado tendencia y esencia en todo el mundo.
Carolina Herrera es la aristócrata que dejó su país natal para inspirarse en las calles neoyorquinas. Es una mujer elegante, inteligente y tiene don de mando en sus talleres, sus diseños, que nunca pasan de moda y siempre sirven, tienen ese “allure” indescriptible que da el “pedigree” del saber estar, de tener el dote para dibujar mangas, cuellos, faldas, para escoger tejidos y, lo más importante quizá, es saber en cada momento qué es lo que es menester sacar a la calle para disfrutar del aplauso de su público.
La diseñadora venezolana, es elegante, una forma de ser que emana no sólo de lo que hace y dibuja y de las telas que escoge, no, su elegancia le viene de su interior, de sus maneras, de cómo vive, de donde vive, de la cultura que mamó en su infancia en el seno de su familia.
La diseñadora sabe que para vestir a una novia, case con quien case o cuando y donde sea la ceremonia es indispensable que sus diseños tengan esencia romántica, y en la colección que ahora ha presentado, para el otoño del 2018, es necesario remarcar que todos son unos diseños salvajemente románticos, con toques actuales, algunos de ellos con muestras de opulencia, pero una opulencia muy medida y llena de seducción. Carolina hubiese podido crear esta colección hace diez años y ser totalmente apta en nuestros días, pues dibuja novedades que siempre son actuales.
En realidad, en esos vestidos, algunos volátiles, y otros con toques especialmente seductores, ha acuñado la filosofía del poeta que le ha inspirado, en ellos hay poesía, acarician con sus tejidos como en su día hicieron los versos de Byron, que también son perdurables en el tiempo.
Para aquella mujer que desee ir cómoda en el día del “si” puede servir uno de los modelos, ceñido a la cintura, usa Carolina unos cinturones amplios y rotundos, su presencia puede recordarnos la “cintura de avispa” de los 50, o los tremendos tiempos del rock de los 60 y los años 90 tan llenos de recovecos sin sentido. Los cinturones que ha creado Carolina Herrera dan a esos diseños una rotundidad, para nada fuera de lugar, ya que el resto del vestido es todo dulzura y suavidad de formas.
Usa el blanco con bordados, apliques florales y estampados también de flores. El tul, ese tejido tan propio del día del “sí quiero”, lo usa en abundancia, algunos de ellos se ven en los vestidos, pero principalmente en los velos, velos que caen hasta el suelo, velos importantes que van desde detrás de la melena, del moño italiano que se ha peinado la novia, de un moño bajo, o de ese recogido a medio peinar.
Da importancia a la espalda con escotes hasta la cintura, mediada la misma surge un lazo en color azul que hace el diseño seductor, los lazos son para jugar, para dar alegría, para esconderse, abrirse y volverse a atar. Es una provocación tierna, de la misma forma que lo son los escotes prominentes de la parte delantera en pico y palabra de honor.
Es una colección para novias alegres, tímidas, románticas, vitales y un poco enigmáticas, como los versos de Byron, como la vida viajera y disoluta del poeta romántico.
Eso es la colección de Carolina Herrera, un relato entre la realidad de nuestros días, con sus luces y sombras, con la ternura de las flores que aplica la diseñadora, con los deseos de la novia de una vida eterna fascinante, feliz, entretenida, divertida, romántica, aunque jamás exenta de esa realidad que nos llega de la calle, tampoco siempre fácil, tampoco siempre auténtica, jamás como se había soñado, eso sí, con mucho trecho que caminar para conseguir lo que se desea, tal y como hizo Lord Byron. ¡Vivir¡
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