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Errores de traducción

Venancio Rodríguez Sanz, Zaragoza
Lectores
lunes, 29 de julio de 2019, 10:41 h (CET)

Una de las frases que se atribuye a Jesús de Nazaret en la Biblia es: “Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de los Cielos”. Y ciertamente es difícil que un camello entre por el ojo de una aguja… Pero muchos estudiosos de la Biblia parecen haber encontrado en esta frase un error de traducción del griego “Kamilos” (con i breve), que, en realidad vendría a ser “soga” o “maroma”, de esta manera la comparación tendría mucho más sentido, y no como la primera interpretación que se hizo como “Kamelos”. Pero, añadamos una dificultad: otros estudiosos de la materia citan el “Ojo de la Aguja” en referencia a un accidente geográfico que se da en las tierras que aparecen en la Biblia, y que consiste en un angosto pasadizo entre montañas por el que apenas cabe una persona, y desde luego no cabe un camello, así bien… ¿cuál es el error en realidad? Quizás no hayamos complicado la cosa lo suficiente… En el Próximo Oriente bíblico, las puertas de las ciudades amuralladas constaban de dos grandes portones y otra puerta de menor tamaño que únicamente permitía el paso de personas, para evitar la entrada de carros y animales de carga mientras los portones permanecían cerrados. ¿Adivináis cómo se denominaba a esta puerta? Efectivamente, “Ojo de Aguja”.

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Afrontando las navidades, fiestas intemporales que van más allá, desde el punto de vista religioso y  cultural, de su actual avatar cristiano, vuelvo, mucho tiempo después, a las cuevas del Castillo, en Cantabria; allí, inmortalizadas en las paredes cavernarias, me encuentro de nuevo con aquellas manos que otros humanos inmortalizaron hace decenas de miles de años. 

Me refiero a esas apreciaciones que nos deslizan hacia la experiencia sublime en los diferentes estratos de la presencia humana. Contienen el duende necesario para abstraernos de las naderías y hacernos fijar la atención con maestría, moviendo hilos indescriptibles. Funcionan con ese algo especial capaz de congregar en el mismo estrado fascinante a la emisión de un mensaje de calidad y la fina sensibilidad del receptor.

Basado en las microexpresiones faciales, sin que digas una sola palabra, está claro que la mirada lleva diferentes firmas emocionales. Las arrugas de expresión transmiten mucho más de lo que imaginas y la mayoría de las veces, quienes conviven contigo suelen decir que te conocen.

 
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