La ventana de oportunidad abierta desde las elecciones de 2015 hasta la repetición de 2016, pasando por la negativa de Iglesias de investir a Pedro Sánchez ha sido su defenestración. Definitiva y contundente el camino que ha seguido el partido morado desde su nacimiento hace ya cuatro años permite trazar su horizonte en el medio plazo. Y es que, el único “sorpasso” que los podemitas han conseguido es el que se han hecho a sí mismos.
Iglesias parecía aire fresco. Se presentaba como una brisa cálida en el apagado sótano del bipartidismo PP-PSOE. Con una agenda populista llena de promesas en la ampliación de derechos y en la lucha por los más desfavorecidos prometía un brillante mañana. La felicidad, la alegría, el amor. Como tantos sentimientos gustan de expresar a los padres de la madre patria.
Podemos fue abandonando la atención en la agenda de los que sufrían la crisis. Tomó la escopeta de matar fachas, sacó la motosierra de podar esperanzas y pertrechado de Alcampo subió al monte. Mostró su nefasto fracaso para descalabrar al PSOE, ejecutó políticamente a Errejón repitiendo el fastuo destino de Trotsky y ha defendido el nacionalismo catalán como despropósito constitucionalista. Las recientes elecciones en Cataluña ya anteceden el éxito que Podemos ha cosechado con esta arriesgada jugada. Y ahora, sólo cabe plantear el sorpasso que se harán a sí mismo en futuros comicios.
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