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Fichte

Quería una sociedad más justa y racional
José Manuel López García
lunes, 15 de enero de 2018, 07:00 h (CET)

Este pensador nació en 1762 y murió en 1814. En su época la filosofía fichteana fue comprendida como una exaltación de la subjetividad o como una divinización de la misma. Escribe Fichte: «Según la Doctrina de la Ciencia el fundamento último de toda efectividad para el Yo es, pues, una originaria acción recíproca entre el Yo y un algo cualquiera exterior al mismo del cual sólo se puede decir que tiene que ser completamente opuesto al Yo». Considera, acertadamente, que el Yo es pura actividad. Es la divinización del Yo. Y esta es una de las premisas necesarias del idealismo. Además es necesario poner de relieve que en muchos aspectos es el verdadero fundador del idealismo alemán. De él parten Shelling y Hegel para construir sus sistemas filosóficos idealistas.


La libertad humana es para Fichte lo más esencial, porque la acción parte de ella. Frente a la indolencia y la pasividad y el temor al fracaso el gran pensador alemán insiste en la actividad como eje básico para mejorar el estado social. Y esto requiere una revolución interior también, ya que la acción creadora de cada sujeto es de naturaleza moral. Acepta los planteamientos kantianos en relación con la actitud ética. Aunque también es cierto que Fichte estuvo vinculado a logias masónicas con un sentido místico de lo que representa la humanidad.


A juicio de Fichte la razón práctica está por encima de la teórica. Señala la autoafirmación del sujeto como principio del que derivan las instancias de la realidad. E insiste en sus obras en la necesidad del impulso y del sentimiento, si se quiere realizar la racionalidad en el mundo.


Escribe Fichte: «La teoría transcendental dice que el mundo no es más que la figura sensible, según leyes conceptuales de la razón, de nuestro propio obrar interno como pura inteligencia, dentro de los límites incomprensibles en los que estamos encerrados». Ya que el filósofo germano confía en un mundo inteligible, que tiene como esfera de la acción al mundo sensible en el que se puede realizar el deber y la libertad. Aunque el Yo construya el mundo inteligible precisa del mundo material para que la acción del sujeto posea concreción en la realidad empírica. Puesto que la razón busca determinar su entorno de un modo moral y racional. Partiendo de la racionalidad de cada sujeto se establece una relación intersubjetiva dirigida por la razón también. Es lo que plantea Fichte de un modo coherente. Ya que el respeto a la libertad y a los otros es el fundamento de la convivencia social. En el fondo, es la expresión de un amor moral que es expresión de generosidad e intereses compartidos entre los seres humanos.


Fichte enfatiza el gran valor de la cultura como nexo de unión y progreso. Para este filósofo el hombre es una especie de Dios en la tierra que con un esfuerzo infinito intenta hacer el mundo a su medida. Aunque sabe que no podrá conseguirlo, pero no desiste en su perfeccionamiento y esfuerzo. Y la actividad cultural es la manifestación de una destreza, que aumenta a través del ejercicio y que posee utilidad como instrumento para mejorar el mundo y a la vez para lograr los propósitos de cada sujeto.


La filosofía de Fichte está al alcance de todos, ya que existen excelentes traducciones de sus tratados. La lectura de las obras de Fichte es un goce para el intelecto y para la sensibilidad.

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