MADRID, 10 (OTR/PRESS) Todas las encuestas conocidas coinciden en que el Partido Popular ganará las elecciones autonómicas que se celebrarán el próximo mes en Castilla y León. También apuntan al pinchazo del PSOE , la irrupción de Vox, el hundimiento de Ciudadanos y la irrelevancia de Podemos. La proyección de estos resultados -si se confirman-, daría paso a un escenario en el que, siendo la fuerza mayoritaria, el PP podría gobernar sin formalizar una alianza explícita con Vox aunque estaría abocado -como viene aconteciendo en Madrid- a negociar acuerdos parlamentarios. A un mes vista todo se mueve en el marco de las conjeturas, pero hay un hecho que ya está centrando la campaña. Me refiero al "efecto" Garzón. La polvareda levantada por las declaraciones del ministro Alberto Garzón a un periódico británico en las que dice que la carne que se produce en España y que exportamos a medio mundo es de baja calidad y procede de animales enfermos. Hasta la noche del 13 de febrero no sabremos cuánto le deberá Alfonso Fernández Mañueco (candidato del PP), al ministro Garzón. Deuda política en razón de la metedura de pata de este personaje empotrado en el Consejo de Ministros en razón del sudoku al que recurrió Pedro Sánchez para llegar a La Moncloa y al que no se atreve destituir aunque dice que "lamenta" sus declaraciones. La polémica está centrando la campaña electoral en una comunidad donde la agricultura y las tradiciones ganaderas tienen memoria de siglos. A los habitantes de la España interior, muchos de ellos con explotaciones ganaderas orientadas a la producción de carne, no les tienen que dar lecciones acerca de la naturaleza de un trabajo que está muy regulado y es muy esclavo. Y más en éstos tiempos. Del ministro de Consumo esperaban otro tipo de declaraciones. Esperaban apoyo y medidas para rebajar los precios -que están por las nubes- de los piensos, el gasoil, la electricidad y los insumos. Las urnas medirán el impacto del "efecto" Garzón.
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