MADRID, 13 (OTR/PRESS) Poco ha tardado el Partido Popular en salir de su estupor por la pésima gestión de su compañero valenciano Mazón para volver al fango de la política. Da igual que otra DANA amenace con colapsar desde Málaga a Cataluña o que hayan aparecido los cadáveres de dos niños. Han decidido llevar el lodo a Bruselas. El "examen" en el Parlamento de la ministra Ribera para ser elegida vicepresidenta europea se convirtió, ante el estupor del resto de diputados, en una bronca para hacerla responsable de los ocurrido en Valencia. Consiguieron retrasar el nombramiento y amenazan con paralizarlo. Apoyados por el ardoroso diputado de VOX, Jorge Buxadé, repitieron las escenas a las que nos tienen acostumbrados en la Carrera de San Jerónimo. Sin meditar, ni les importa, que ahora lo que los españoles necesitan es, más que nunca, la ayuda europea para afrontar el coste económico descomunal de la catástrofe. Bien es verdad que la responsable de Transición Ecológica, la vicepresidenta Ribera, lleva ausente desde que fue elegida diputada europea y volcada en su futuro en Bruselas. Hubiera sido más ético y digno que hubiera dejado su asiento en Moncloa hace ya muchos meses. Pero, ¡Cuánto les cuesta dejar un cargo sin tener garantizado otro similar! Si llamó o no llamó a Mazón la noche de la tragedia no hubiera evitado lo ocurrido, quizá lo peor de su gestión es no haber afrontado la adecuación y el drenaje del barranco del Poyo por problemas ambientales y su coste. No hay peor daño ambiental que la pérdida de tantas vidas humanas por una riada. Como responsable de Transición Ecológica su función era anticiparse al cambio climático protegiendo las zonas inundables. Pero todo eso ¿a quien importa ahora? La bronca política vuelve a ocupar las portadas de los medios informativos y el PP recupera la iniciativa perdida y el apoyo al, hasta ahora, reprobó Mazón. Que sigue, por cierto, sin explicar qué hizo la tarde de la riada. Mientras, el hartazgo ante la incompetencia y la vana palabrería justificatoria, hace subir el malestar y la indignación con una clase política que, incluso en las peores circunstancias, sólo pelea por sus intereses electorales. Solo cabe salvar de la quema a los alcaldes valencianos que, cerca de sus vecinos, tomaron las decisiones acertadas y que ahora afrontan, juntos, la recuperación de los bienes que se llevó el agua. Eso es política.
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