MADRID, 11 (OTR/PRESS) El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tuvo que escuchar este miércoles en sede parlamentaria que está más preocupado por las víctimas del franquismo que por los más de doscientos muertos en la avalancha de lodo del pasado 29 de octubre. No creo que sea así, pero Sánchez actúa como si lo fuera, a la vista de sus planes para celebrar por todo lo alto a lo largo de 2025 el 50º aniversario de la muerte del dictador. El lema de las celebraciones será "España en Libertad". El presidente lo anunció el martes pasado en un acto de homenaje a las víctimas del franquismo y la guerra civil. El programa de actos previstos a partir de enero incluye eventos culturales en calles, escuelas, universidades y museos, con el objeto de rendir homenaje a "personas y colectivos que transformaron un país "gris y aislado" en "una de las democracias más plenas del mundo" (sic). Desde Moncloa se impulsa la creación de una ola artificial de antifranquismo en la conciencia colectiva de un pueblo que, por suerte, tiene absolutamente superado el trauma histórico de la guerra civil y la subsiguiente dictadura. Pero Sánchez debería ser más respetuosos con los hechos históricos. La adaptación de estos a su personal hoja de ruta, que es la de seguir atornillado al sillón, le lleva a la forzada mezcla de dos acontecimientos que tienen vida propia: la desaparición física de Francio y la recuperación de las libertades. De acuerdo en que son secuenciales en el tiempo y están relacionados entre sí. Pero no pueden ser asimilados en la remembranza. Franco murió en la cama de un hospital, sin que, al día siguiente, ni al mes siguiente, ni en el año siguiente, los españoles hubieran recuperado las libertades. Para eso hubo que esperar al 15 de junio de 1977 (recuperación de hecho, primeras elecciones democráticas), con su telonera ley de reforma política (en el BOE el 5 de enero de 1977) elaborada desde dentro del régimen ("de la ley a la ley" ¿recuerdan?). Y su definitiva recuperación de derecho con el referéndum constitucional de diciembre de 1978. Que los cimientos del nuevo régimen se construyeran desde dentro, con las determinantes aportaciones de los elementos políticos llegados de fuera (socialistas, comunistas, democristianos, liberales, excluidos de la legalidad franquista) inhabilita la pretensión de unas celebraciones que meten en el mismo saco la muerte de Franco y la llegada de la democracia. Y, puestos a celebrar la recuperación de las libertades tampoco estaría mal dedicarle un turno de reconocimiento a las víctimas de Eta, una organización que se desempeñó con ira contra la consolidación de la democracia hasta que el nuevo Estado acabó moral, política y socialmente con tan aberrante objetivo ¿O es que las víctimas de aquella banda terrorista son de peor condición que las de Franco?
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