MADRID, 13 (OTR/PRESS) Puntuación alta para Felipe VI tras su visita de Estado a Italia. Calaron los mensajes del rey y deslumbró la imagen de doña Letizia. "Una reina del pueblo", según Il Messaggero. En cuanto al rey, ahí queda su apelación a la "búsqueda de la verdad a través de la razón, el diálogo y el contraste de opiniones", dijo en su discurso como doctor "honoris causa" en Ciencias Sociales por la universidad laica de Nápoles, la más antigua de Europa (90.000 estudiantes y 26 titulaciones). Al libre albedrío del lector dejo la valoración de este canto al pluralismo, como un mandato más de la razón práctica, pues nos remite al aquí y ahora de la política nacional. Claro que identificarse con ese discurso responde a un sentimiento personal e intransferible. Pase entonces como opinión de la comentarista expuesta al contraste con la de los demás, entre quienes muchos pensar que el rey de España no es un referente intelectual, político o moral de nada ni de nadie. Que así sea, pero con el mismo telón de fondo para todos: una política nacional agitada por la reyerta partidista (muchos planes de partido y pocos de país), el narcisismo, la corrupción de cercanías y otras malas prácticas en la vida pública. Frente a ese panorama, a uno le sale de dentro sentirse orgulloso del modo en el que Felipe VI ejerce como jefe de Estado. Y entender que, de todos los titulares de altas instituciones, legislativas, ejecutivas o judiciales, es quien mejor hace su trabajo. Con eso basta para sentirse reporesentado en lo que dice y hace este rey, cuando va a las zonas devastadas por el lodo en Valencia y cuando recuerda que la obligación de gobernantes y servidores públicos en general es la búsqueda de la verdad con respeto al adversario y a las voces discrepantes. El paso de los reyes por Italia nos recordó otra visita de Estado, la que realizaron a Francia en junio de 2015, un año después de la proclamación de don Felipe por las Cortes. En aquella ocasión (3 junio 2015), levantó de los asientos a los diputados de la Asamblea Nacional Francesa. Fue un discurso europeísta con muy aplaudidas apelaciones a la democracia, la libertad y la tolerancia ya asentadas en España después de "un tiempo oscuro" respecto al que los españoles habíamos pasado página. El rey acreditó entonces su propia pedagogía con un sentido homenaje a los republicanos españoles que participaron en la liberación de París en 1944. Desde entonces, hay una rosaleda junto al Ayuntamiento de la capital francesa que lleva el nombre de "La Nueve", aquella compañía de soldados españoles enrolados en el Ejército francés, amén de los que se unieron a la resistencia contra los nazis. Sí en mí nombre. Sí en nuestro nombre, porque somos mayoría quienes nos vemos representados en ideas que parecen en retirada en vísperas de unas celebraciones donde se cargan las tintas más en el dictador felizmente cancelado que en la gozosa recuperación de las libertades dos o tres años después de aquel televisado "Franco ha muerto" de Arias Navarro.
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