Donald Trump I, el engreído

MADRID, 20 (OTR/PRESS) Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, un engreído es una persona demasiado convencida de su valer. Y, por si hubiera dudas en esta cortés acepción, los sinónimos que recomienda la Real Academia son los de presumido, presuntuoso, petulante, creído, jactancioso, vanidoso, soberbio, arrogante, altanero, altivo, orgulloso, chulo, fanfarrón... etcétera para no cansar.

Claro que, como todas las cofradías tienen sus tendencias y divisiones, cuando El Engreído afirmó que la grosera invasión de Putin había sido, en realidad, un ataque de Zelenski, corroboré que Trump I, El Engreído, pertenece a la corriente de los engreídos miserables, que es la más mezquina y desgraciada de las tendencias.

Esa falta de respeto a la muerte de más de 80.000 personas, que dieron su vida para salvar la libertad de Europa, ese desprecio abyecto al dolor de sus familias, le convierten en un canalla, que será juzgado como lo que es y representa.

Me consuela imaginar al Engreído, en una trinchera de los que dieron su vida por salvar la libertad de sus compatriotas, y no es fantasía que su jactancia se diluiría en el intestino grueso, provocando una intoxicación -a mitades líquida, a mitades sólida- que empaparía, del mismo color amarillento que su maquillaje anaranjado, sus calzoncillos de cobarde combatiente.

Los engreídos sólo son valientes, cuando tienen buenas cartas en el reparto de la vida, pero son gallinas asustadas cuando no disponen del poder. Eso sí, como son conscientes de que la revancha se les puede llevar por delante, amplían su malvada osadía, procurando hacer el mayor daño posible.

Me dan pena los embajadores de Estados Unidos, repartidos por los países de la Unión Europea. No a todos. Pero tengo misericordia por los que, con arreglo a su razones profesionales, tengan que defender el honor de una persona que carece de él. ¡Ardua labor! Si quieren ser eficaces, podrán aprender del cinismo de los ministros de Pedro I, El Mentiroso, repitiendo con obediencia de mansos bueyes, las consignas que intentan salvar a otro engreído, pero mucho menos poderoso.