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La guerra entre Rusia y Ucrania cumple tres años con la incertidumbre de un acuerdo de paz a expensas de Kiev

Agencias
sábado, 22 de febrero de 2025, 08:49 h (CET)

El cambio de postura de EEUU con la vuelta de Trump a la Casa Blanca ha dejado fuera de juego a la diplomacia europea

La guerra entre Rusia y Ucrania está en un callejón sin salida militar tres años después de la invasión ordenada por Vladimir Putin. Ambos ejércitos son incapaces de realizar grandes avances en este momento del conflicto, pero el final político parece más cerca que nunca tras la aparente predisposición de Washington y Moscú a restablecer relaciones, mientras crece el temor de que sea a expensas de Kiev.

Rusia logró sus primeros triunfos militares en varios meses coincidiendo con la reelección en marzo de Putin para un quinto mandato, a medida que las tropas ucranianas se iban quedando sin municiones y los aliados de Kiev tampoco se decidían a permitir el uso de su armamento de largo alcance sobre territorio ruso.

Si bien las tropas de Moscú han avanzado muy lentamente en la región de Donbás y el frente sur, atrás quedan los importantes logros durante el inicio del conflicto, quedándose a las puertas de Kiev y de Járkov, la segunda ciudad del país.

Actualmente, Rusia controla casi todo el este del país, parte de las provincias de Zaporiyia y Jersón, en el sur de Ucrania, así como la península de Crimea, la cual se anexionó en 2014. El área bajo control ruso alcanza algo más de 108.000 kilómetros cuadrados, lo que supone el 18 por ciento del territorio ucraniano.

El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, ha establecido la recuperación de estos territorios como una de las líneas rojas de la negociación. Sin embargo, se trata de una pretensión que las nuevas autoridades de la Administración Trump han valorado como poco realista.

Mientras tanto, es poco probable que las pequeñas áreas tomadas tras la invasión ucraniana de la provincia de Kursk sean moneda de cambio suficiente. Aquella sorpresiva incursión es uno de los pocos grandes éxitos de Kiev en esta guerra tras recuperar en 2022 las capitales de Járkov y Jersón.

Las pérdidas y el desgaste en ambas partes han sido mayúsculas después de tres años de guerra. Ucrania ha iniciado su particular lucha para impedir la huída de todo hombre en edad de reclutamiento, teniendo que recurrir incluso a la población penitenciaria para rellenar los huecos dentro de su Ejército.

Rusia ha tenido que hacer varios llamamientos a filas y ha engrosado sus fuerzas con combatientes chechenos y norcoreanos, destinados estos últimos a la defensa de Kursk. Según Kiev, Rusia ha tenido cerca de 850.000 bajas, entre muertos y heridos, mientras que unos 430.000 ucranianos habrían corrido la misma suerte.

Durante este 2024 se han intensificado los ataques, especialmente con drones. Ucrania finalmente recibió el visto bueno de algunos de sus socios para emplear sus misiles de largo alcance sobre bien entrado el territorio ruso. Una de las últimas concesiones de Joe Biden antes de devolver las llaves de la Casa Blanca a un Trump cuya postura con respecto a esta guerra dista de la adoptada por el demócrata.

CAMBIO DE ESCENARIO
Trump, quien ha machacado con la idea de que con él en la Casa Blanca la invasión de Ucrania no se habría producido, ha insistido en sentar a las partes a negociar, esgrimiendo el gran número de bajas que han ido sufriendo ambos bandos estos tres años de guerra y sobre todo el importante dispendio económico de Estados Unidos.

A su vez, ha hecho algo que parecía imposible hace unos meses: que Washington y Moscú, restablezcan relaciones al más alto nivel, con la idea de un encuentro entre Putin y Trump, que ha pillado en fuera de juego a los líderes europeos, que cierran filas alrededor de un Zelenski cada vez más cuestionado desde el Despacho Oval.

En Riad, la capital saudí, los responsables de la diplomacia de Washington y Moscú, Marco Rubio y Sergei Lavrov, acordaron seguir negociando para "terminar cuanto antes" la guerra de Ucrania, que con la nueva administración estadounidense ha quedado evidenciada la fragilidad de su rol en un conflicto con tintes globales.

Mientras, en Europa vuelven a escucharse las voces de quienes defienden crear un ejército común y distanciarse de las reglas que marca Washington en política internacional, con un Trump que pretende relegar la defensa de Ucrania en Europa y mira con recelo a sus socios de la OTAN, a los que reprocha no estar esforzándose lo suficiente para garantizar su propia seguridad ante amenazas externas.

El regreso de Trump ha modificado las reglas del juego en apenas unos días. El magnate quiere acelerar un proceso de paz que le reportaría importantes réditos políticos --él siempre ha dicho que con él no habría habido guerra-- y centrarse en su gran desafío internacional para esta administración republicana: China.

La conversación entre Putin y Trump parece el primer paso para firmar una paz que llegará con cientos de miles de muertos sobre la mesa y con el recelo desde Ucrania y Europa de que sólo cubra los intereses de Washington y Moscú, como ya ha dejado entrever el magnate republicano al exigir a Kiev acceso a sus recursos minerales como pago a toda la ayuda económica estadounidense de estos años.

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