MADRID, 4 (OTR/PRESS) Tras conocer el calado de la atrabiliaria, brutal y desproporcionada subida de aranceles anunciada por Donald Trump para los países que comercian con los Estados Unidos, son muchas las voces que se han dejado oír advirtiendo que, lejos de favorecer a las empresas norteamericanas, a no tardar, semejante quiebra de uno de los fundamentos del libre comercio provocará un efecto bumerán lesivo, también para la economía estadounidense. La historia enseña que, a corto plazo, imponer aranceles genera inflación. En ese rebote y sus consecuencias traducidas en subidas de precios para la variada gama de productos que ahora importa EE.UU., con el consiguiente malestar de los consumidores locales, confían algunos analistas en que pudiera servir de reflexión a un Donald Trump, por lo demás tornadizo, que sin dar marcha atrás en la estrategia de los aranceles cuando menos podría reducirlos. Conocida su pulsión cesarista, es improbable que rectifique por las críticas que van aflorando en boca de algunos miembros del Partido Republicano. Cosa diferente será si la convulsión que está creando ya en los mercados financieros -pérdidas en Wall Street-, y en un nivel más a ras de calle la subida de precios de muchos productos de consumo popular, se tradujera en una merma de su popularidad e incluso en desempleo. Desde sus tiempos de "showman" televisivo parece haber heredado una mentalidad obsesionada con el resultado de las audiencias. Para el caso y desde que ha vuelto a la Casa Blanca el de los sondeos que miden la popularidad. Pese a todo, Trump es más empresario que político y si sus conjeturas acerca de las bondades poco menos que taumatúrgicas de los aranceles para restaurar el poderío de la industria norteamericana -sobre todo la del automóvil muy tocada por las importaciones de coches europeos y chinos-, no se ven respaldadas por los hechos no habría que descartar que recule, si no revocando, la anunciada tabla de aranceles, cuando menos modulándola. En ese rebote, a modo de bumerán, quizá podríamos cifrar la esperanza de que decaiga la política de vuelta al proteccionismo económico que, llevado a su extremo, amenaza con dinamitar el sistema de libre comercio que, desde que finalizó la Segunda Guerra Mundial, ha sido la base del progreso y la prosperidad de buena parte de las naciones.
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