MADRID, 4 (OTR/PRESS) El nuevo sheriff de la Casa Blanca se ha destapado como un distópico defensor de la autarquía. Hacia eso iríamos si se contagiara con carácter irreversible la guerra de los aranceles. Una ucronía llamada a zarandear las bases de la globalidad que respiramos. Zarandearlas no es demolerlas. Es imposible que un despropósito como la insensata demolición del comercio libre -o sea, su intento- tenga demasiado recorrido. Un consuelo disponible para quienes pensamos -como el expresidente del Gobierno español, Felipe González-, que "Trump va a ser la ruina de Estados Unidos" porque su estilo encaja en la clase de personas ignorantes, pero no conscientes de su ignorancia. O algo más que un consuelo. No puede ser duradera esta absurda guerra comercial basada en el pancartismo nacionalista de un "mercachifle" -el hilo de la columna me lleva de nuevo al pensamiento del mencionado exlíder socialista español- si reparamos en que ha sido reprobada en las bolsas, en la caída del propio valor del dólar, las cancillerías, las encuestas (incluidas las de los propios votantes de Donald Trump), las grandes consultoras y, por supuesto, en los mundos empresariales propios y ajenos de los EE.UU. A nadie le gusta darse tiros en el pie. Ni siquiera a los ciudadanos norteamericanos, por muy viva que arda en su pecho la llama del MAGA (Make America Great Again), que no tardarán en notar en sus propios bolsillos los efectos de la guerra comercial declarada por Trump en nombre de la "liberación" del lobito bueno al que maltrataban todos los corderos del mundo, como en el poema de Goytisolo. La digresión literaria impone un punto y aparte en clave nacional. A partir de la comparecencia pública del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y su apresurada doctrina de protección y relanzamiento del sistema productivo español, mientras el gobierno de la Unión Europea no cierra la puerta a un arreglo negociador antes de que la reciprocidad arancelaria entre en vigor el miércoles que viene (9 de abril). Pero, ya solo en clave de política nacional, me parece que Sánchez ha exagerado el grito publicitario de inspiración patriótica. A saber: "Nuestros valores no están en venta, nuestros jamones, sí". Curiosa declaración unilateral de guerra a Trump en nombre de la España comercial. Nunca vi a un presidente del Gobierno tan implicado en mantener la buena salud de la cuenta de resultado de empresas españolas que exportan bienes y servicios a los Estados Unidos de América del Norte. Se concreta en un volquete de millones (14.100 por ser precisos) para las empresas y los sectores afectados por los aranceles norteamericanos. Sin resistir la tentación de auto jalearse ni de recordarle al PP la obligación de decir amén a las decisiones de la Moncloa.
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