MADRID, 5 (OTR/PRESS)Dice el tipo ese que nos ha hecho, por lo pronto, un diez por ciento más pobres que "este es un gran momento para hacerse rico". Ni siquiera sus compatriotas norteamericanos, a los que él dice querer hacer grandes again, pueden ya creerlo: incluso sus aliados, los grandes tecno imperialistas, comenzando por Musk, no han podido librarse del batacazo en las Bolsas, o más bien lo han liderado. El balance, cuando ni siquiera han transcurrido ochenta días del paso del caballo de Atila sobre los mercados y la buena educación mundial, se resumen en el titular de tantos periódicos: "pánico". A él le gusta el pánico. ¿Quién va a hacerse rico gracias al pánico? ¿Él? ¿Sus comilitones groseros? El mal, decía el director de un importante diario catalán, coincidiendo con muchas opiniones impresas, ya está hecho. El mal es él, el tipo ese que nos empobrece. Ahora solo queda asomarse a lo que queda del puente de mando para evaluar los daños. Que son muchos, quizá irreversibles. -Adios a Bretton Woods. El viejo orden económico mundial desde 1944 ha saltado en pedazos, y no solo por los aranceles salvajes, sino también por la mala praxis, la pésima diplomacia, el estallido de los órganos multilaterales de regulación, comenzando por la Organización Mundial de Comercio, que ya se ve que no sirve para nada. Y las Naciones Unidas, que confirman, por si hiciera falta, su inoperancia. -Adiós a las viejas alianzas. Washington ya no puede considerarse aliado de Occidente. Le ha dado a China, sí, esa China que va a visitar Pedro Sánchez esta próxima semana, un papel protagonista en la política y en la economía del mundo; también a Asia, que se convierte en un valor-refugio, como el oro. Y ha dado alas a los demás países integrados en los BRICS, situados frente a Occidente, el gran perdedor en las maniobras de quien hasta ahora era precisamente el guardián de Occidente. -El innombrable. Ha generado la desconfianza de todos en el dólar, y hasta en lo que ahora representa la Alianza Atlántica, hoy en manos de un aliado del sátrapa republicano que habita la Casa Blanca -el Gobierno español no quiere citarle, yo tampoco. Quizá nadie debería hacerlo; ni reproducir su rostro perennemente furibundo, que causa desasosiego--. Que no se haga (más) rico a nuestra costa. -Se queda solo...con Putin. Bueno, y con Lukashenko y gente así. Se ha ganado, o ha incrementado, en setenta y tantos días, el odio, el horror, el temor y la repulsa universal. Todos están unidos en esos sentimientos negativos respecto de él. Y, por tanto, ha forzado las alianzas de viejos enemigos, incluido el caso, parece, de España. La frontera, falsamente ideológica, entre liberales y socialdemócratas se difumina ante el enemigo común. -Sus partidarios ya no lo son tanto. ¿Cuál de los partidos extremistas europeos, comenzando por la propia Vox, se atrevería hoy a salir a defender abiertamente esa política arancelaria de los Estados Unidos que hace al menos un diez por ciento más pobre a la gente de la calle (sí, el ciudadano es ahora la extensión de los empresarios exportadores, de la Banca, de lo que ocurre en las bolsas... Lo notaremos en nuestros bolsillos). Sospecho que se va a producir un vuelco espectacular en las encuestas y que los 'ultras' de todo tipo van a sufrir un enorme varapalo, que va a reequilibrar a la Unión Europea. Ya solo queda Orban, el húngaro putinista, representando a los 'malos', incluyendo entre ellos a Netanyahu, claro. -El 'cosmopesimismo', desatado. Los profetas del Apocalipsis, todos esos autores de ventas multimillonarias que predicen casi el fin del mundo, se han cargado de razón, al menos en este cuarto de hora. Crece el pesimismo, el catastrofismo plasmado en las obras de Harari, de Chul Han, de Acemoglu. Y aumenta la sensación de que, como dijo Yolanda Díaz hace dos años, tras leer el célebre libro de Rushkoff 'La supervivencia de los más ricos', "esto se va al carajo". Sí, el mal ya está hecho. Esto, en efecto, se está yendo, si nadie lo remedia -y el tipo de rostro malhumorado no creo que deshaga lo que ya ha hecho, incluso aunque lo pretendiese--, al carajo. Hace falta ahora mucha sabiduría, prudencia, quizá incluso recuperar la fórmula de Churchill de 'sangre, sudor,, lágrimas y esfuerzo', para restañar las heridas. Que no nos vendan fórmulas milagrosas asegurando que el viejo bienestar seguirá lo mismo y que nos digan, lisa y llana, la verdad. Creo que estamos listos para afrontarla.
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