MADRID, 5 (OTR/PRESS)Mientras el fantoche de Trump se va a jugar al golf, tras hundir los mercados de medio mundo, la guerra de los aranceles ha logrado poner de acuerdo, por primera vez, a Sánchez y a Feijoo. No es poca cosa, dada la crispación de la política española. Pero, sobre todo, está permitiendo al PP denunciar las incongruencias de su "socio" en los gobiernos autonómicos, es decir de VOX. A la ultraderecha le resulta muy difícil no meterse con su admirado Trump y criticar los aranceles para no perder votos. Así que Feijóo tiene una ocasión de oro para recuperar electores. Sin embargo, mientras La Casa Blanca convulsiona el orden político y económico mundial, la UE y España con ella, sigue debatiendo cómo sortear el riesgo económico y la recesión que puede llegar. Las volátiles propuestas de fondos públicos para ayudar a los sectores como el vino y el aceite serán difíciles de cumplir si, un año más, no existen unos presupuestos que los respalden. Mientras, los ciudadanos de a pie siguen luchando por su día a día y exigen que se resuelvan los problemas de aquí y ahora como son la escasez y el desmadre del precio de la vivienda. Por esta razón, en treinta y nueve ciudades españolas, se convocaron este sábado manifestaciones, exigiendo una bajada de los alquileres y contratos indefinidos, al tiempo que se reclama el control efectivo de los pisos turísticos. Este tema se ha convertido en la principal preocupación de los ciudadanos e incluso los médicos de los ambulatorios empiezan a detectar secuelas físicas y de salud mental de quienes sufren problemas con la vivienda. Y precisamente los médicos son el otro colectivo que ha decidido echarse a la calle para rechazar la reforma de su estatuto, que pretende imponer la ministra de Sanidad, Monica Garcia. Se quejan, y con razón, de sus jornadas interminables, sobre todo en las guardias. Quieren, sencillamente, unas condiciones de trabajo dignas y con reconocimiento de su labor. Denuncian que el largo periodo de formación que se les exigen para poder ejercer no se ve luego compensado salarialmente. En conclusión, Trump nos puede amargar la vida, pero, aquí y ahora también hay otros problemas que necesitan solución sin más demoras.
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