MADRID, 5 (OTR/PRESS)La economía mundial vive estos días con mucha preocupación la decisión del presidente de Estados Unidos de imponer aranceles a las exportaciones de medio mundo. Trump y sus asesores han pensado que reducir su elevadísima deuda a costa de cobrar aranceles era una buena opción caiga quien caiga. Si está dispuesto a negociar o la medida es temporal el daño será menor, pero en todo caso tendrá repercusiones en el crecimiento, la inflación y la competitividad de cientos de miles de empresas a largo del mundo. La Unión Europea parece dispuesta, si la negociación emprendida con la Administración norteamericana no obtiene resultados positivos, a responder con las mismas armas. También China o Canadá que ya lo han hecho. La idea de una respuesta contundente no convence a todos los economistas. Hay quien piensa que sería una mejor opción la emprendida por Australia de imponer aranceles cero. En Economía no todo es blanco o negro y ya vemos que las soluciones son variadas. Mientras vemos en los próximos días cómo evoluciona esta pesadilla para el comercio mundial y por tanto para la economía global, el Gobierno de España ha querido demostrar su preocupación y para ello ha mantenido una serie de reuniones con los agentes sociales y los partidos con representación parlamentaria y anunciar un "plan" millonario que en su mayor parte son préstamos a devolver. Y sobre este planteamiento, sí ha habido bastante consenso. Las empresas no necesitan endeudarse para hacer frente a una caída considerable de las exportaciones a Estados Unidos, que afectará a sus cuentas de resultados, inversión y empleo. Sánchez ha ofrecido una respuesta similar a la del Covid, cuando no estamos en eso. Ahora, si la decisión de Trump va más allá de lo temporal y es muy probable que lo sea, lo que las empresas afectadas necesitan sería una reducción de costes, empezando por los impuestos, los suministros energéticos o los laborales. Y, por supuesto, toda la ayuda necesaria para buscar nuevos mercados donde colocar nuestros productos. El presidente del Gobierno está en horas bajas, no tiene presupuestos, sus socios le abandonan cada dos por tres, no le apoyan en el aumento del gasto militar y está rodeado de casos de corrupción, que siguen investigando los jueces. En este contexto, es por lo que se ha dado tanta prisa en demostrar que estamos ante un asunto de máxima preocupación. Incluso poniendo al frente al ministro de Economía, Carlos Cuerpo, dejando fuera a Montero y Bolaños, para conseguir el apoyo del PP a su imperfecto e inadecuado plan.
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