MADRID, 6 (OTR/PRESS)No, Pedro Sánchez no comparece esta semana en la sesión de control parlamentario del Congreso. Ni falta que hace, para lo que sirven*En cambio, viajará a Vietnam y, sobre todo, a China, donde se encontrará, entre otras personas interesantes, con Xi Jinping, el presidente de la República Popular China desde hace doce años. El personaje que se está convirtiendo en el más influyente del mundo, porque representa para el orbe un contrapeso de Trump; Xi empieza a ser, me parece, algo así como un valor-refugio para un Occidente al que apuñala quien era su principal aliado. ¿Cómo se les ocurre a algunos decir, como escuché este domingo a un importante locutor de radio, que "el viaje a China puede no ser necesariamente malo"? Pues claro que no: es, más bien, un viaje oportuno y esperanzador. Casi imprescindible, si todo sale como debe salir. Yo diría, conociendo, como creo que conozco algo, la gestión de este viaje oficial del presidente, que ha sido una afortunada casualidad que se produzca precisamente ahora, cuando el mundo tiembla ante la irracionalidad del que manda en Washington. Tanto da que una figura a la que muchos quieren desprestigiada, como José Luis Rodríguez Zapatero, haya sido o no quien más ha gestionado esta visita a Pekín. Bienvenida sea la labor de 'lobby', sea más o menos interesada, si es eficaz y abre puertas comerciales a los productos españoles, que es ahora de lo que se trata. Y tampoco estoy seguro, contra lo que dicen algunas fuentes de la oposición, de que haya oscuras 'maniobras interesadas' tras este desplazamiento. Ni, menos aún, pienso que se produzca a espaldas de la Unión Europea. Tengo, claro, serias reticencias hacia la política exterior de este Gobierno nuestro en general y del ministro Albares muy en particular. Nos estamos equivocando en América Latina, que es asignatura difícil, y en lo referente a Marruecos, que es materia casi imposible de aprobar para España. No tenemos casi relación alguna con los Estados Unidos, más allá del encuentro que este jueves tendrá Albares con el secretario de Estado norteamericano Marco Rubio en el curso de la reunión ministerial de la OTAN. Una 'cumbre' que, me temo, servirá para poner de manifiesto la confusión que la Administración republicana ha sembrado en el seno de la Alianza Atlántica, hoy, por cierto, en no muy buenas relaciones con el Gobierno español. En este marco, llevarse bien con Xi me parece esencial, y, si no estoy mal informado, esta es una aspiración de la Unión Europea en general, que hace tiempo que dejó de considerar a China un "rival" ideológicamente incompatible y una especie de aliado maquiavélico con Moscú. Porque la cosa, ahora, no va de ideologías y, ay, tampoco de exigir cumplimientos estrictos de los derechos humanos, mal que nos pese, que nos pesa. La cosa va de aranceles y de 'los enemigos de mis enemigos son mis amigos', y ahora resulta que los Estados Unidos, de la mano arbitraria de quien manda en la Casa Blanca, se están convirtiendo en algo cercano a un enemigo tras haber sido, durante casi un siglo, nuestro mejor amigo. Así que Sánchez se va a 'hacer las asias', ya que no hacemos las américas, mientras en casa queda el que seguramente sea su mejor ministro, el titular de Economía Carlos Cuerpo, para explicar en el Congreso, miércoles por la tarde, a petición propia, el plan de recuperación, transformación y resiliencia de la economía española, un plan ahora más necesario que nunca. Eso, mientras, por la mañana, la secretaria general del Partido Popular, Cuca Gamarra, lanza la siguiente pregunta a la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, que está actualmente muy en el candelero: "¿qué más tiene que pasar para que dimita usted?". Ya se ve que una cosa es la política exterior y muy otra la interior. Pero eso, nuestra política interior, en China, ¿a quién le importa? Seguro que a Xi, no.
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